Nos encontramos ante una obra pictórica con un claro síntoma de deterioro. Podemos observar como el cuadro narra la historia del hallazgo de las tres cruces.A la izquierda, se muestra el descubrimiento de dichas cruces, mientras que a su derecha, podemos observar el milagro de la resurrección provocado por una de las tres cruces. También se observa la utilización de la arquitectura (ciudad a la izquierda y templo a la derecha) o el paisaje para crear una perpestiva. Por último, reseñar la utilización de una mexcla de colores claros y puros(verde, azul, rojo...) y colores apagados(negro, gris..).
Aplicando la teoría, sabemos que nos encontramos ante La leyenda de la Vera Cruz, es un ciclo de frescos considerados la obra maestra del pintor Italiano Piero della Francesca. Fue pintado en el periodo 1452-1466 en la Capilla Bacci o coro de la Basílica de San Francisco de Arezzo, villa situada en la Toscana (Italia).
Este ciclo de frescos está considerado una de las obras maestras de
toda la pintura renacentista, tanto por la claridad de su composición
como por su admirable luminosidad colorista. Han recuperado su
originario valor artístico con una adecuada labor de restauración en los
años 1990, que finalizaron en 2000; esta restauración fue organizada por la superintendencia de Arezzo y financiadas por la Banca Etruria e del Lazio.
Arezzo/Jerusalén |
Historia y descripción: Tras haber descubierto el judío Judas
el emplazamiento de la Sagrada Cruz, santa Elena procedió al derribo
del templo dedicado a Venus que ocultaba las reliquias, encontrando tres
cruces. Estaba en el lugar indicado pero desconocía cuál había
correspondido a Cristo. Se produjo entonces un milagro ya que un joven
fue resucitado por el Santo Madero. Santa Elena envió una parte de la
Cruz a su hijo Constantino y dejó el resto de la reliquia en Jerusalén.
En esta escena que observamos, Piero della Francesca narra de manera
sucesiva el hallazgo de las tres cruces en la zona de la izquierda y el
milagro de la resurrección en la derecha, recurriendo a una secuencia
típicamente medieval pero que también encontramos en los frescos de la Capilla Sixtina pintados años más tarde por Botticelli o Cosimo Rosselli.
Las escenas se desarrollan ante una representación ideal de Jerusalén
que más bien corresponde a una imagen de Borgo de Sansepolcro o la
propia Florencia,
abundando los edificios dotados de cierto clasicismo. El terreno en el
que se sitúan las figuras permite cierta desconexión entre éstas y el
fondo, creando la sensación de encontrarse ante un mero telón teatral
aun cuando el paisaje es de gran belleza y excelente ejecución. Las
figuras continúan ausentes, sin expresión, a pesar de gozar de una sabia
anatomía y un efecto escultórico creado gracias al empleo de una luz
uniforme que ensalza a los diversos personajes. Algunas de las figuras
se encuentran de espaldas en un claro ejemplo del virtuosismo del
maestro, que recuerda por momentos a Masaccio, cuyos frescos de la Capilla Brancacci cautivaron a Piero durante su estancia en Florencia en el año 1439.
Milagro de la cruz |
Piero della Francesca:Esta obra demuestra el avanzado conocimiento que Piero tenía de la
perspectiva y el color, su orden geométrico y habilidad en la
construcción pictórica. En esta obra sobresale la composición clara, el tratamiento rico y novedoso de la luz (tomado de Domenico Veneziano), con un cromatismo admirable, delicado y claro. En la composición emplea magistralmente la perspectiva
geométrica, equilibrando muy bien la distribución de las masas sobre el
plano pictórico. Estas características son las que hacen de él un
precursor del Alto Renacimiento. El diseño es riguroso, de impronta florentina, pero su rigidez va atenuándose poco a poco en el curso de la empresa.Piero renuncia a repartir las escenas en orden cronológico y prefiere un enfoque simétrico y analógico. No se trata pues, de un cómic
o historieta. El que la narración no siga un orden cronológico, sino
temático, sirve para aprovechar el espacio de la capilla. En cada uno de
los muros laterales pinta escenas al aire libre; en el centro, enmarca
los episodios en elementos arquitectónicos; por último, la parte
inferior está dominada por escenas de batallas.
En esta historia, Piero della Francesca mezcla episodios del Antiguo y el Nuevo Testamento para contar el drama.
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