domingo, 14 de diciembre de 2014

Justiniano Argentario.

Nos encontramos ante una obra pictórica perteneciente al arte bizantino y a la decoración musivaria. Concretamente nos hayamos ante el mosaico de Justiniano Argentario. En él se nos muestra a Justiniano acompañado por los dignatarios de su corte imperial y ofrendando una patena de oro a San Vital.



Esta obra la encontramos aplicada sobre un muro, en cuanto a la técnica empleada es la horneación de multicolores teselas cuadradas de pasta vítrea combinadas con piezas laminadas de oro, plata y nácar, componiendo una pintura de piedras, casi incorruptible. Su fulgor, al reflejar el brillo del sol o la luz de las velas, les fascinó.

Observamos en esta obra a Justiniano acompañado por su corte imperial: de izquierda a derecha de la pintura nos encontramos con la guardia imperial que sostiene el crismón. Seguidamente encontramos al funcionario y al General Belisario. Justo en el centro de la pintura nos encontramos al Emperador Justiniano sosteniendo una patena. A la derecha del emperador en la parte trasera encontramos a Juliano Argentario y seguidamente al Arzobispo Maximiano sosteniendo la cruz. Finalmente encontramos a los cargos eclesiásticos, el primero sosteniendo en las manos el misal y el segundo sosteniendo el incensario.

El significado de la obra es la ofrenda de una patena de oro que le hace Justiniano, junto a los dignatarios de su corte imperial a San Vital.

Este mosaico lo encontramos en el muro norte del ábside de la Iglesia San Vital en Rávena (Italia). Los decoradores fijaron una iconografía oficial y adjudicaron un lugar en el templo para cada asunto sagrado. El ábside se reservó a Cristo en Majestad, que aparece sentado sobre el globo del universo (Cosmocrátor). Le cortejan ángeles y santos como un emperador entronizado rodeado por su gabinete de ministros, reproduciendo el protocolo que el basileus bizantino, ungido del Señor, vicario de Dios en la Tierra, su lugarteniente a la cabeza de los ejércitos e isótopos, príncipe igual a los apóstoles, observaban en el palacio. A partir del año 431, en el que el Concilio de Éfeso condenó a los herejes nestorianos por negar que la Virgen fuera la Madre de Dios, se representó también el la cabecera de la iglesia a la Theotocos: María sentada con el Niño en brazos, sirviéndole de sede.

En la cúpula, los profetas rodean la mano de Dios saliendo de una nube y en las pechinas cuatro serafines les hacen escolta. El testero de los pies se ocupa con el Juicio Final. Los mosaicos más imponentes se conservan en las iglesias de la ciudad italiana de Rávena, capital de los estados bizantinos del Mediterráneo Occidental: San Apolinar el Nuevo (520), San Vital (530-547) y San Apolinar in Classe (594).

Este esfuerzo creador se vio drásticamente erradicado por los emperadores isáuricos, que emprendieron bajo su gobierno una lucha implacable contra las imágenes y sus adoradores. La crisis iconoclasta la inicia León III en el año 726, asesorado por los consejeros musulmanes y judíos, que sentían aversión por las representaciones humanas de carácter religioso. Aducían en el decreto de prohibición y destrucción de los iconos que su culto provocaba la superstición, pero la medida encubría otros intereses: extirpar el poder del monacato y desamortizar sus propiedades.


No hay comentarios:

Publicar un comentario