Nos
encontramos ante una obra pictórica del Renacimiento, para ser más
exactos. Estamos frente a Dánae,
llevada a cabo por Tiziano. Su fecha de datación consta entre 1551 y
1553. Sus medidas son 128 cm x 178 cm ,y, actualmente, se encuentra
en el Museo del Prado (Madrid).
La
obra recrea una fábula de la mitología pagana, una “poesía
mitológica” (como le gustaba llamarla al pintor), que representa a
Danae recibiendo a Júpiter en forma de “lluvia de oro”. Es
considerado como uno de los más bellos desnudos del pintor
veneciano. Este tipo de tema se desarrolló mucho en Venecia, se
trata del tema de Venus u otras figuras femeninas recostadas en un
diván, en las que se suele buscar la sensualidad y una serena
opulencia, marcada por una clásica desnudez que, contrasta
plásticamente con los colores cálidos de telas, cortinas, etc.
La
composición de la pintura la realiza como si fuese un friso, en un
plan horizontal. Danae desnuda aparece recortada en el lecho deshecho
esperando a que Zeus se le aproxime en forma de “lluvia de oro”.
Separada por una colcha roja que se recoge a los pies de la dama,
aparece la figura de una criada negra que, sentada en el mismo lecho
trata de recoger en su mandil la lluvia de oro que llega desde el
cielo. Esta figura, colocada en paralelo con la de Danae, no hace
otra cosa que marcar el contraste entre la sensualidad de la dama con
sus formas rudas, ásperas y con un fuerte claroscuro y realzar con
su fealdad la belleza de Danae.
La blancura de las sábanas y los
almohadones se funde con el rosa de su carne desnuda, ya que tan sólo
lleva sobre su cuerpo que dibuja una suave diagonal, un sencillo
brazalete. Sobre las sábanas, junto a la mano de la mujer (que lleva
un pañuelo en ella), aparece dormido un pequeño perro, que dota de
placidez y sosiego a la escena.
Tiziano
se expresa principalmente por el color, creando una mágica fusión
de figuras y ambiente, en una gama cromática entretejida de luz. El
cortinaje cálido de la izquierda nos aproxima la figura femenina,
que queda así muy en primer plano, lo cual es ya típicamente
manierista, mientras que los colores del lado derecho más fríos,
nos la alejan. Las figuras parecen no tener peso y casi flotan en la
sombra dorada, donde se armonizan los ricos marrones, rojos y grises
en un centellear de los cielos. A todo este ambiente contribuye en
buena medida la pincelada suelta, vaporosa, que potencia los valores
expresivos y hace que la luz esté mucho más disuelta por todo el
cuadro.
Ésta
es una de las diferencias con la Danae de la pinacoteca de
Capodimonte (anterior). La sensual belleza de Danae, todo candor y
abandono y, la insólita lluvia de oro, con su atmósfera irreal,
hacen que el pintor se adelante tanto por el tratamiento del tema,
como por la técnica empleada, a su época. Su influencia será
enorme tanto en el Barroco, como en el siglo XIX (por ejemplo en
Manet).