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martes, 15 de marzo de 2016

Terceras Puertas de Ghiberti.


Nos encontramos ante una obra escultórica perteneciente al Quattrocento italiano, en concreto nos referimos a la Puerta del Paraíso situada, hoy día, en el batipsterio de Florencia. Para la construcción de esta puerta se convocó  un concurso para ver quién era el artista más capaz de realizar el trabajo. Cada participante en el concurso debía presentar un relieve en bronce con una escena del Sacrificio de Isaac que cumpliera una serie de condiciones. Aparte del tema, se especificó que la forma del marco debía ser tetra lobular, idéntica a la usada por Pisano en la puerta ya existente. Los dos finalistas fueron Brunelleschi y Ghiberti, pero finalmente se decidió que el ganador sería Ghiberti. Para realizar esta obra el material que utilizó Ghiberti fue el bronce. 




La puerta del Paraíso es la tercera del baptisterio de Florencia. En ella se esculpen las escenas aplicando una perspectiva geométrica. Ghiberti incorpora arquitecturas clásicas plasmadas en una visión perspectiva como fondos escenográficos. Hay diez escenas en las cuales se representan episodios del Antiguo Testamento.
 
 
El primero trata sobre el tema de Adán y Eva, donde se representa su creación, el pecado original y la expulsión del Paraíso. 
 
 
  
 
El segundo trata sobre Caín y Abel, donde encontramos a Abel cuidando del rebaño, el sacrificio de Caín y Abel, Caín matando a Abel y Dios padre pidiendo cuentas a Caín.
 
 
 
El tercero trata sobre Noé, donde se representa la salida del arca, el sacrificio de Noé y la embriaguez de Noé.
 



El cuarto trata sobre Abraham. En él se representa su encuentro con los tres ángeles y el sacrificio de Isaac.
 
 


El quinto trata sobre Esaú y Jacob, donde se representan las escenas de Rebeca rezando a Dios, Rebeca dando a luz, Esaú vendiendo su primogenitura a Jacob, Isaac mandando a Esaú de cacería, Jacob trayendo un cabritillo e Isaac bendiciendo a Jacob.
 
 


El sexto trata sobre José, donde se representa su venta a los mercaderes, el almacenamiento del grano, el descubrimiento de la copa de plata y como José se da a conocer a sus hermanos.
 
 



El séptimo trata sobre Moisés. En él se ve como Moisés recibe las Tablas de la Ley y como aguarda el pueblo a los pies del monte Sinaí.
 
 


 El octavo trata sobre Josué, donde representan las escenas de los israelitas cruzando el río Jordán, levantando el monumento de piedra y la conquista de Jericó.

 
 
  El noveno representa la muerte de Goliat por David y su entrada en Jerusalén.




 Y por último, el décimo, trata sobre el encuentro de Salomón con la reina Saba en el templo.
 
 
 
El marco de los cuarterones está adornado por 24 nichos con esculturas y retratos en medallones, de los donantes y de Ghiberti. La forma en la que trabaja Ghiberti se denomina schiacciato. Logra una perfecta tridimensionalidad en las escenas con distintas alturas del relieve según la lejanía. Las figuras se representan con la belleza y proporción ideales típicas del renacimiento clásico. No son rígidas, se mueven de forma imperturbable.
Se utiliza distinta profundidad del relieve en bronce con el objetivo de crear efectos de claridad compositiva como altorrelieves, que sobresalen para resaltar en primer plano escenas cercanas, y bajorrelieves para las más lejanas. 


domingo, 22 de marzo de 2015

Tercera Puerta del Baptisterio de Florencia.

Nos encontramos ante una obra escultórica, perteneciente al arte del renacimiento y concretamente con la escultura de Lorenzo Ghilberti.


Podemos observar que la puerta está fragmentada en 10 partes en las que se narran en cada una de estas partes 10 escenas del Antiguo Testamento. Estas 10 escenas están  rodeadas por imágenes de santos. El marco de la puerta está decorado con flores y animales.

La escultura es de relieve medio y está tallada en bronce sobredorado. El grosor de este bronce es de 2 cm.

La técnica empleada en las imágenes es la de los paños mojados.
Ghilberti ubica sus obras en zonas donde el ojo observa de manera directa.

En 1425 a Lorenzo Ghilberti le confían que haga la Tercera Puerta del Baptisterio de San Juan Bautista, en la Plaza del Duomo, Florencia. Estas puertas suponen ya una asimilación de planteamientos clásicos. Los cambios afectan al diseño, al tratamiento técnico del relieve y a las fuentes de inspiración. En la subdivisión de las hojas prescinde de las pequeñas casillas lobuladas y opta por diez espacios cuadrados, que le permiten tratar con mayor amplitud las escenas del Antiguo Testamento que le encargan. En la narración de estos episodios bíblicos adopta la perspectiva lineal de Uccello y los complejos efectos de profundidad que Donatello había transmitido al bajorrelieve mediante la técnica del schiacciato o aplastado. Finalmente, en los marcos con reproducciones de esculturas griegas y festones de flores, frutas y animales, muestra el respeto con el nuevo arte observaba la Antigüedad y la Naturaleza.


Anterior a estas puertas, Ghilberti hace la Segunda Puerta del Baptisterio, en 1401. Esta puerta está compuesta por 28 cuadrifolios con escenas del Nuevo Testamento. Durante su fundición cincelado le ayudaron en el taller dos jóvenes auxiliares: Pablo Uccello y Donatello, que mostrarían a su maestro el nuevo lenguaje artístico de la composición espacial renacentista.

domingo, 21 de abril de 2013

                                      TERCERAS PUERTAS O PUERTAS FASES





La obra está hecha en bronce con la técnica de la fundición, recurso novedoso en Florencia. En este sentido, recordemos que cuando Andrea Pisano en el siglo XIV llevó a cabo la realización de las primeras puertas, fue necesario llamar a un especialista fundidor de campanas veneciano. Ghiberti, por su parte, se había formado en el taller de orfebre de su padre lo que explica el virtuosismo minucioso en su técnica. El dorado final aporta brillo, luminosidad y enriquece la calidad estética.

Cada uno de los diez cuadros que enmarcan las escenas están flanqueadas por dos estauillas de pie rematadas en las esquinas por cuatro medallones con cabezas. El sentido narrativo de las escenas se completa con un evidente sentido de la perspectiva.

En cuanto al sentido tridimensional de las figuras, vemos que las de primer término tienen un marcado altorrelieve: en su intento ficticio de salirse del marco, se aprecia un estudio de diferentes posturas: de perfil, de frente, de espaldas, nuevamente de perfil…con un carácter naturalista acentuado por unos atuendos tomados de la realidad. Las figuras de la segunda fila son bajorrelieves y, como si obedecieran a las leyes de perspectiva, ese relieve se hace mínimo en las de la parte superior aún sin abandonar el sentido plástico.
El tamaño utilizado está próximo a la miniatura pero siempre teniendo en cuanta el sentido de la proporción entre las distintas figuras y entre éstas y los paisajes. Todo ello perfectamente armónico gracias al eje de simetría marcado por el camino empedrado, la figura y el árbol. A ambos lados, las masas quedan en un sorprendente equilibrio.

En cuanto al movimiento, es muy evidente el primer plano: aquí, crean ilusión de movimiento gracias al ritmo de las cuatro figuras: las dos primeras se disponen a caminar, la tercera está caminando y la cuarta ya ha llegado.

El color dorado domina la escena y acentúa la proximidad entre relieve y pintura haciendo que se imponga la imagen visual sobre la táctil. Los entrantes-salientes de la obra marcan el claroscuro en las figuras y en los pliegues con lo que se incrementan los valores pictóricos mientras que, al fondo, el mínimo relieve da idea de lejano paisaje.

Función, significado y símbolo.

La obra recoge la idea simbólica de tierra-cielo y la línea sinuosa que atraviesa el paisaje marca el ascenso del hombre a la divinidad evocando las palabras de Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. El sentido ascendente del camino lleva a los humanos al encuentro de Dios. También el árbol está lleno de simbolismo: la vida del cosmos, su crecimiento, proliferación, generación y regeneración. Se trata, además, de una imagen ascendente que conduce la vida subterránea hacia el cielo. El árbol suele relacionarse con la roca, con la montaña sobre la que aparece. El árbol de la vida, de la Jerusalén celeste, lleva doce frutos o formas solares. En esta escena hay doce árboles. Este número se repite con insistencia: las murallas de Jerusalén, símbolo celeste, tenían doce puertas y en las puertas, doce ángeles, tantas como las tribus de Israel o el número de apóstoles que Cristo eligió.

La simbología alcanza también a la tienda, relacionada con el misticismo del desierto; la trompeta, como anhelo de fama y gloria –iconografía que encaja con los valores del hombre renacentista- y, por último, la imagen de la ciudad alta nos habla la trascendencia de su fundación y de sus habitantes siempre dispuestos a defenderla. Sus murallas tenían un carácter mágico y nos llevan a considerar a Jericó como símbolo de la Jerusalén celeste.