Nos
encontramos ante una obra pictórica, perteneciente al arte
bizantino, concretamente con el Cristo Pantocrátor, un
mosaico representado en la cúpula de la iglesia de Santa María del
Almirante, comúnmente llamada la Martorana, situada en Palermo,
Italia.
Es
muy común, tanto en el arte bizantino como en el románico, designar
con el término Pantocrátor la imagen con que se representa al
Todopoderoso, Padre e Hijo, es decir, Creador y Redentor.
El
Pantocrátor se representa bajo un aspecto severo, de expresión
seria y solemne. Para
mayor expresionismo gestual su fisonomía adopta el rostro con
bigote, barba y larga melena negra. Es habitualmente un Cristo
nimbado y a veces coronado, y cuyo gesto habitual muestra la mano
derecha levantada para impartir la bendición y teniendo en la
izquierda los Evangelios o las Sagradas Escrituras. En ocasiones, se
representa sólo el busto; otras veces, la figura completa
entronizada que, cuando se trata del Padre, sostiene en sus rodillas
a Cristo hijo.
Se
suele representar sentado en un trono o sobre la bóveda celeste, en
un signo de su autoridad universal. Se rodea de una mandorla, un
marco en forma de almendra cuyo origen se hallaría en el clípeo de
los retratos funerarios romanos y que evocaría el simbolismo de la
esfera celeste como imagen de perfección. Aunque en el caso de la
mandorla al tener forma almendrada complica su simbolismo, pues se
trata de una figura geométrica diseñada con dos círculos que se
cortan. Lo que supone una representación de los dos mundos, el
terrenal y el celestial. La ubicación de Cristo en la mandorla alude
así a su doble condición humana y divina. Rodeándolo
aparecen los
cuatro evangelistas: San Mateo, San Juan, San Marcos y San Lucas.
El
Pantocrátor trasmite a través de su imagen la fuerza y el poder
justiciero de Dios, en un equivalente al poder totalitario ejercido
por los monarcas del Imperio bizantino, o por la nobleza feudal de la
Edad Media europea.
En
última instancia se trata de una referencia a la autoritaria
ejercida desde el miedo, que se traslada a una concepción cristiana
basada asimismo en el “temor de Dios”.
Su
importancia jerárquica en la iconografía cristiana explica su
ubicación siempre en lugares preeminentes: en los ábsides de las
iglesias, los tímpanos de las portadas de los templos o decorando
los frontales de las mesas de altar, en un claro ejemplo de
jerarquización espacial de los temas, tan habitual en la imaginería
cristiana.
Como
hemos comentado el Pantocrátor va a ser una imagen recurrente
durante un amplio periodo artístico medieval, aunque sus mayores
referencias se encuentran en el arte bizantino y en el Románico. En
el primero es un icono habitual junto al de la Virgen como Theotokos,
y aparece asimismo con frecuencia en los mosaicos que iluminan el
interior de algunas iglesias, como la de Santa Sofía. En el arte
Románico es constante su presencia pintado en los ábsides de las
iglesias, caso del más famoso del arte español, como el de San
Clemente de Tahüll.