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domingo, 24 de abril de 2016

Sant' ivo alla sapienza



Nos encontramos ante una obra arquitectónica de arte barroco, llamada Sant' ivo alla Sapienza cuyo arquitecto fue Francesco Borromini que la contruyó entre 1642 y 1650.
Es una iglesia que se sitúa en Roma, que comenzó, como una capilla del palacio de la Universidad de Roma. La Universidad se llama La Sapienza, y la iglesia está dedicada a San Ivo (santo patrón de los juristas), dando a la iglesia su nombre.

Este edificio había sido definido en sus líneas esenciales por P. Ligorrio y G. Della Porta, que proyectó la exedra de dos órdenes que cierra el extremo este del largo patio. En Sant'Ivo, se muestra la armonía entre los bordes afilados y las curvas y esferas. Borromini utiliza semicírculos y los bordes recortados del triángulo en cantidades iguales para definir la forma de la cúpula que está coronada por el elemento más imaginativo de todo el conjunto, una rampa en espiral que va enrollándose en torno al cono interior de la linterna y que asciende hasta el punto culminante de todo el edificio: la estructura de hierro forjado que, en forma de llama o de abeja, sostiene una esfera y una cruz, en alusión al emblema de la familia Barberini doinando el mundo. La iglesia está llena de otros símbolos que aluden a la sabiduría, a las familias Chigi y Della Rovere, al Nuevo Testamento, etc. Esta mezcla armoniosa de los bordes y curvas es sin duda la firma más distinguible de Borromini. 

Hay grandes ventanas asociadas con las secciones circulares de la cúpula y las ventanas más pequeñas relacionadas con las secciones afiladas. En una de las secciones con ángulo se encuentra la entrada, y en la sección redonda, en el extremo opuesto, es donde el altar está localizado. Las otras dos secciones redonda y angulosa, a los lados, son idénticos en características. El orificio central de la cúpula, que se llama la linterna, es por donde la luz del sol proporcionando un efecto de iluminación de la cúpula. Sobre ella se alza un campanario en espiral, que destaca por su novedad. Los ritmos complejos del interior tienen en ellos una deslumbrante geometría, esto lo logra desarrollando un esquema que guardaba relación con la estrella de David, símbolo de sabiduría y por lo tanto apropiado para una iglesia dentro de la Sapiencia. Es una arquitectura racional, - complicada de visualizar, pero sobre el papel el solapamiento de un círculo sobre dos triángulos equiláteros sobrepuestos crea la base para una disposición hexagonal de capillas y altar en una iglesia centrada, se inspira en la arquitectura de la Antigüedad tardía. Las ondulaciones, tanto cóncavas como convexas, del interior, crean una atractiva discordancia. La decoración es una mezcla de lo orgánico (cuadro cabezas aladas de querubines) con lo geométrico (estrellas).Alzándose a lo largo de tres de los pilares de la cúpula está el símbolo de la familia papal Chigi, «seis colinas bajo una estrella. La principal obra de arte del interior es un altar de Pietro de Cortona, representando a san Ivo.

La capilla de la Universidad de la Sapiencia fue encargada a Borromini en el año 1632 por Urbano VIII. Este edificio fue construido por Pirro Liborio Giacomo Della Porta, pero había quedado inconcluso parte del cerramiento y la capilla. 



Así, el arquitecto logra integrar el nuevo espacio de planta centralizada al edificio ya existente que posee sus propias leyes ortogonales. Esto lo logra desarrollando un esquema que guardaba relación con la estrella de David, símbolo de sabiduría y por lo tanto apropiado para una iglesia dentro de la Sapiencia. 

Borromini concibe un edificio de planta central basado en un esquema geométrico que, extraño a la tradición italiana, se inspira en la arquitectura de la Antigüedad tardía. Procediendo con una extraña limpieza geométrica, como si demostrara algún teorema, obtiene por la yuxtaposición de dos triángulos equiláteros una planta estrellada de perfil mixtilíneo. 

La forma centralizada responde a la necesidad litúrgica de la contemplación del sacramento. Esta forma centralizada es trabajada volumétricamente levantándola y estrechándola hacia la cúspide. La trayectoria seguida por cada vértice de la planta está marcada con pilastras que llegan hasta la base de la linterna. Esta forma de trabajar el volumen concede a la capilla una singular configuración espacial. La idea de movimiento que comunica el edificio hace posible que se considere a San Ivo en la Sapienza como representativa del barroco.

La unidad espacial la consigue ahora mediante las grandes pilastras que marcan el desarrollo ascensional de la estrella de la planta que no cambia su diseño. Desde el potente entablamento, con ritmo cada vez más progresivo, se constriñe su amplitud conforme se aproxima al cerramiento, hasta convertirse en la clave de la cúpula en un óculo circular, de gran pureza geométrica. Allí, repitiendo el motivo y desarrollándolo vertiginosamente, vuelve a proponer el ritmo cóncavo-convexo de la planta estrellada y construye una linterna que se resuelve en una estructura en espiral. De esta manera, logra que el espacio interior se hinche, bañando la luz la inmaculada blancura del revoque y de la decoración estucada.

Exteriormente, Borromini concentra su interés en la cúpula. La exedra del patio porticado, cuya concavidad es aprovechada como fachada de la iglesia y tocada por la propia dinámica borrominesca, sólo deja ver el alto también que opone pletórico su propia convexidad. Sobre el revestimiento del tambor, la cima del extradós de la cúpula es revestida de gradas divididas por aéreos contrafuertes que preparan el desenlace vertical de la linterna (que se remite a modelos clásicos de la arquitectura romana oriental, como el templode Jupiter en Baalbek) y del fantástico coronamiento en espiral, sobremontado por una estructura metálica. La energía liberada en esta sucesión de estructuras, a cual más escandalosa y desconcertante, es totalmente vanguardista par ala Roma papal de las grandes cúpulas.

Debido a que la iglesia se encuentra rodeada por las dependencias de la Universidad, la única forma exterior que trabajó Borromini en San Ivo en la Sapiencia es la cúpula, con una fuerte carga decorativa y simbólica, ya que está coronada por el elemento más imaginativo de todo el conjunto, una rampa en espiral que va enrollándose en torno al cono interior de la linterna y que asciende hasta el punto culminante de todo el edificio: la estructura de hierro forjado que, en forma de llama o de abeja, sostiene una esfera y una cruz, en alusión al emblema de la familia Barberini doinando el mundo. La iglesia está llena de otros símbolos que aluden a la sabiduría, a las familias Chigi y Della Rovere, al Nuevo Testamento, etc.

Autoretrato con su esposa Isabel Brant


Nos encontramos frente a una obra pictórica en la cual observamos a dos personajes agarrados de la mano y sentados. Parece que están posando, oues ambos miran al frente con una leve sonrisa. Por el tipo de ropajes que llevan, podríamos decir que es una pintura barroca. En esta obra no percibimos la profundidad del paisaje, sino que parece haber detrás de ellos un árbol y poco más. El juego de luces que empleó su autor en la obra, centra la atención en los dos personajes que aparecen, el resto queda en la sombra. 

Esta obra es, concretamente, el Autorretrato con su esposa Isabel Brant de Pedro Pablo Rubens. Se trata de un lienzo pintado al óleo en el año 1609. Este lienzo tiene unas dimensiones de 179 x 136 cm. Actualmente se encuentra en Alte Pinakothek, Múnich.

Pedro Pablo Rubens (1577 – 1640) es el pintor más importante de la escuela barroca flamenca. Hijo de un abogado calvinista su educación artística comenzó de la mano de artistas poco relevantes que apenas causaron ninguna influencia en la pintura del artista barroco, no obstante a principios del siglo XVII Rubens se trasladará a Italia donde podrá conocer la pintura de los artistas renacentista, un hecho que influirá decisivamente en su concepción artística. En esta etapa el artista comienza a cosechar sus primeros éxitos, no sólo se convirtió en uno de los pintores más demandados de su época sino que además, fue diplomático viajando por toda Europa. 

La obra de Rubens se ha convertido en uno de los mejores exponentes de la pintura barroca europea, ya en vida el artista cosechó numerosos éxitos y trabajó para los clientes más destacados de su época. Sus lienzos de temática religiosa invitaban a la piedad y al arrepentimiento lo cual, tras las disposiciones del Concilio de Trento venía muy en consonancia con el ambiente eclesiástico de esta época.; no obstante no es menos necesario e importante de destacar una faceta menos conocida de su pintura pero que ha sido igual de importante, los autorretratos.

En torno al año 1609 el artista se casaba con Isabella Brandt, una joven de buena familia con la que el artista tuvo tres hijos y vivió una etapa de felicidad. La obra que aquí nos ocupa debió ser pintada en el primer año de su matrimonio y refleja a la feliz pareja en un entorno natural. En un lienzo de formato vertical y casi de tamaño natural –el cuadro ocupa más de ciento setenta metros de altura y ciento treinta y siete de anchura- el artista se representa a él mismo junto con su esposa, ambos están sentados él ligeramente detrás de la dama en un gestor protector y sus manos se encuentran unidas en símbolo de su felicidad. Tras ellos un gran arbusto de madreselva que durante la época barroca representó un símbolo de amor y fidelidad. 

Los dos personajes aparecen elegantemente vestidos, Isabella lleva un vestido labrado con un grandísimo cuello blanquecino y sombrero de lado; aparece representada con múltiples joyas. Especial mención merece la representación de la calidad táctil de las telas en las que el artista pone un especial hincapié. A su lado Rubens también aparece elegantemente vestido, el sombrero de lado como el de su esposa siguiendo la moda de la época y en la mano que le queda libre el artista sujeta una espada clavada en el suelo como si fuese un caballero. 

De hecho este es el fin último del lienzo que aquí nos ocupa, el artista reivindica la posición noble de los pintores; Rubens no era un simple artesano sino un artista que ocupaba un distinguido cargo y que también se encontraba inmerso en cuestiones políticas. El detallismo del lienzo y el uso de un colorido muy cuidado reflejan la tradición flamenca en un artista innovador. En la actualidad el autorretrato de Rubens y su esposa se encuentra en la Pinacoteca de Múnich.

La ronda de noche


Nos encontramos frente a una obra pictorórica, en la que podemos observar un gran número de participantes en ella. No obstante, si nos fijamos en el tema de las luces que se reflejan en esta pintura, algunos personajes son más destacados que otros. Sienco así, podríamos pensar que el autor de esta obra utilizó las luces para resaltar a unos personajes, y los que están en la sombra quedar en un segundo plano. Por el tipo de ropajes que llevan podríamos decir que es una pintura barroca. 

Esta pintura es, concretamente, La ronda de noche o La compañía del capitán Banning Cocq y el teniente Willem van Ruytenburch. Su autor es Rembrandt. Se trata de un lienzo pintado al óleo en el año 1642. Sus dimensiones son de 259 x 438 cm. Esta obra se encuentra actualmente en Rijksmuseum, Amsterdam.

El nuevo edificio del cuartel general de la milicia civil de Ámsterdam se concluyó en 1638. La amplia sala del primer piso debía recoger seis grandes cuadros de las compañías de la milicia civil. Rembrandt fue uno de los pintores contratados para la realizar los cuadros de dichas compañías. Realizando una de las mayores obras de la pintura universal, La Ronda de Noche, el gran cuadro de Rembrandt terminado en 1642. 

Representa a la milicia del capitán Frans Banninck Cocq, compañía que protege el bienestar y la libertad de los ciudadanos holandeses. Mucho se ha especulado acerca de la naturaleza exacta de este retrato de grupo. El personaje central, que viste de negro con una banda roja que cruza su pecho, es el mencionado Frans Banninck Cocq, quién, probablemente, encargo la pintura.

Indicar que Holanda es una republica en un siglo de monarcas absolutos, es una sociedad burguesa de comerciantes y marinos. Un país pequeño de distancias cortas, en el que todo se mide con una escala humana. Por lo que ahondan en el amor hacia lo cotidiano y el detalle nimio de los primitivos flamencos, se detienen en los encantos de la vida cotidiana. Y además el calvinismo imponía la ausencia de imágenes y del tema religioso. A lo que se une que la republica de Holanda todavía no estaba en guerra, pero gradualmente las compañías de la milicia se convirtieron en organizaciones sociales, que defenderían, si fuera necesario, a su ciudad y su país. Esa nueva condición de las milicias hizo que Banninck Cocq, para llamar la atención sobre su nombramiento como capitán, y manifestar su lealtad y su disposición para la lucha, encargara el cuadro.



Comparada con otras representaciones de las compañías de la milicia civil, La Ronda de noche es una obra llena de vida, un retrato que representa un momento concreto, justo después Banninck Cocq da la orden de marcha a su lugarteniente Willem van Ruytenburch, ambos se encuentra en primer plano dando la espalda a su hombres. Los miembros de la compañía, que reaccionan con presteza, acercándose con sus armas (mosquetes, picas y lanzas). Rembrandt revoluciona el retrato de las corporaciones o milicias, tradicionalmente un grupo de personajes estáticos que posan para que se les vea el rostro, y lo convierte en un grupo en movimiento. En una escena relampagueante de luces, en la que destaca el dinamismo del grupo, el realismo de los rostros y las actitudes de todos los personajes, en una sensación de movimiento y de vida muy difícil de superar. Los juegos de luz y sombra (tenebrismo), remarcados aún más por el oscuro colorido de los trajes. Es una muestra de toda la vivacidad, profundidad y el realismo de su pintura. La luz resbala sobre los elementos metálicos, para dar mayor sensación de realismo. Se jacta en la representación de detalles como: banda roja del capitán, la casaca del alférez o el vestido de la niña que aparece al fondo, un detallismo heredado de los primitivos flamencos. La niña es un personaje destacado, el único femenino del retrato, del que luego hablaremos. Las figuras en segundo plano están más difuminadas parece que existe aire y polvo entre las figuras.

La Ronda de Noche, como todos los grandes iconos de la humanidad, contiene un gran simbolismo parcialmente oculto. Destacar:

El guante sostenido por Banninck Cocq, que contrasta con la deslumbrante iluminación de la niña situada tras de él, dicha iluminación hace resaltar el guante. Algunos ven en esto un símbolo de desafío, el capitán muestra su guante y está dispuesto a desafiar al enemigo inmediatamente. En definitiva un símbolo de que él y su compañía se toman muy en serio la protección de la ciudad.

El hecho de que el pulgar y el índice de la sombra de Banninck Cocq apunten hacia el león con el escudo de armas de Ámsterdam, cosido en la casaca amarilla de Ruytenburch. Un nimio detalle con el que Banninck Cocq señala que Ámsterdam se encuentra segura gracias a su protección.

La niña, verdadero foco de luz del cuadro, para muchos críticos es el retrato de la primera esposa del pintor, Saskia van Uylenburgh, muerta el mismo año de realización del cuadro.

Es de nuevo verdadero simbolismo hecho pintura, y un eterno icono histórico reflejo de una época concreta. Al representar a esa Holanda republicana, burguesa, comercial y mercantil. Como demuestra que uno de los hombres representados es el comerciante de tejidos Jan Pieterszoon Bronchorst, prueba de que sólo los ciudadanos acomodados podían formar parte de la milicia, al poder pagarse sus propias armas. Y esos ciudadanos acomodados eran los comerciantes, los burgueses centrados en los negocios. El propio Jan Pieterszoon Bronchorst, declaró que él y otros miembros de la compañía que aparecen en La Ronda de Noche habían pagado a Rembarndt 100 florines cada uno por formar parte del cuadro. De manera que este retrato grupal se convierte en un magnífico reflejo de la sociedad mercantil, urbana y opulenta de la Holanda del siglo XVII.

El cuadro describe el momento en que la compañía de arcabuceros del capitán Frans Banning Cocq está a punto de iniciar la ronda. La representación captura el instante en que Banning Cocq le dice a su teniente que de la orden de marchar. Detrás, la compañía se pone en acción. El sargento gira la cabeza, el portador del estandarte levanta la insignia, el tambor empieza a tocar, un perro ladra, y el chico que está a la izquierda empieza a correr. El espectador tiene la sensación de que ha llegado en el momento justo para presenciar ese tumulto. Todo en el cuadro es movimiento. Hay un grupo central que está saliendo y hay otro detrás que lo sigue. Todos realizan algo, configurando un grupo lleno de vida. Rembrandt creó la ilusión de que el capitán y el teniente están saliendo del marco, ambos tienen la parte posterior del pie levantada, y la mano de Banning Cocq así como la lanza de van Ruytenburch, se proyectan hacia delante. La composición es muy compleja, con algunas líneas que nos llevan a los personajes principales, y muchas diagonales que pautan un movimiento generalizado. Pero el corazón de la composición está dado por el trabajo que el artista realiza con la luz y el color. La luz es relampagueante, destella y se oculta alternativamente en distintas partes del lienzo, lo que otorga el carácter dinámico y espontáneo a la escena. También se la utiliza para generar la perspectiva ya que, con ella, se indican planos. De un perfecto realismo en el primer plano, las formas se van diluyendo y tornándose vagas en segundos y terceros planos. El color complementa este efecto relampagueante de la luz, destacando el rojo de la banda del capitán y el amarillo del traje del teniente, centelleando en otras gamas rojizas, anaranjadas y marrones que destacan del fondo generalizadamente oscuro de la obra. La escena ocurre de día, en un portal en penumbra, alumbrado parcialmente. El uso arbitrario de la luz es clarísimo en el caso de la niña que aparece en un segundo plano, desplazándose con un gallo atado a la cintura, irradiando una luz dorada desde dentro y transformándose en un punto focal. 


La compañía de arcabuceros representada era una milicia de carácter civil cuyo trabajo consistía en defender la ciudad de cualquier ataque, y mantener la ley y el orden en las calles. Pero para la época del cuadro, este trabajo era mayormente ceremonial, se vestían y desfilaban en sus atuendos de milicia sólo en días festivos, y solían reunirse para celebrar banquetes. Existía una tradición por parte de las compañías, de encargar retratos de grupo para colgar en las paredes de sus lugares de reunión (en este caso el Cuartel de la Guardia Cívica de Ámsterdam). En este tipo de cuadros se representaba a los milicianos alineados. Como cada uno de los representados pagaba su retrato de manera individual, el artista debía integrarlos a todos de manera visible, por lo cual el resultado era muy formal, estático y poco natural. Rembrandt realiza con este encargo, una composición que se aleja totalmente de la tradición. Reinterpreta el retrato de una forma revolucionaria, como si fuera un gran cuadro histórico, o un tema bíblico o de la mitología clásica, al cargarlo de drama y trascendencia y al darle unas dimensiones bastante mayores que lo habitual en este tipo de obras. Introdujo muchos más integrantes que aquellos a los que tenía que retratar, simplemente para que fueran una multitud y que después esa multitud tomara vida propia, que la gente actuara y no simplemente posara. Muchos de los hombres que aparecen en la Ronda de Noche eran prósperos mercaderes y pagaron a Rembrandt unos 100 florines por aparecer en el cuadro. Es probable que Frans Banning Cocq y Wilhem van Ruytenbuch pagaran más por sus posiciones prominentes. Pero al transformar el retrato en “acontecimiento” y a los personajes en “actores”, no todos quedaron satisfechos. Rembrandt no había respetado jerarquías y no había dado a todos los milicianos el mismo grado de ostentación, ya que priorizó las razones plásticas. A esto se sumó la cantidad de personajes adicionales, entre ellos la enigmática niña, con una presencia casi sobrenatural. Muchos críticos la han interpretado como un recurso dinamizador con el que Rembrandt buscó sorprender. El gallo que cuelga de su cintura ha sido relacionado con las garras, símbolo de la compañía de arcabuceros, su emblema.

Los milicianos que encargaron la obra, diseminados en la vorágine espacial, compositiva, lumínica y gestual, se funden con personajes inidentificables y con personajes anónimos, son simples piezas de esa maquinaria pictórica que Rembrandt organiza alrededor del protagonismo del capitán y el teniente.
“La Ronda fue, sobre todo, la autoafirmación de un artista consciente de que su medio de expresión no necesitaba sujetarse a ninguna regla establecida y se sentía capaz de transgredir las codificaciones icónicas de una sociedad mucho más rígida en sus hábitos de lo que en principio pudiera parecer''.

En 1715 el cuadro fue trasladado del gran salón del Cuartel de la Guardia Cívica a una estancia del actual Palacio Real. Por razones de espacio fue recortado de sus cuatro lados, pero conocemos su forma original a través de dos copias del siglo XVII (un óleo y una acuarela) que reflejan el lienzo en su totalidad.

sábado, 23 de abril de 2016

La Buenaventura


Nos encontramos frente a una obra pictórica, en la cual observamos a una gitana practicando la quiromancia en la mano de un joven. En esta pintura podemos observar la picarezca de la mujer, pues aprovenchando que está agarrando la mano del joven, disimuladamente le roba el anillo que este lleva en su mano. Otro rasgo importante y destacable de esta obra es el uso de las luces, pues su autor ha enfocado la luz en aquello que le parece más importante y quiere resaltar, en cambio, el fondo está sombreado. 

Esta obra, concretamente, es La Buenaventura del artista italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571 – 1610), más conocido, simplemente, como Caravaggio. Es una de las principales figuras pictóricas del Barroco italiano.

La Buenaventura es un lienzo pintado al óleo en 1594. Este lienzo tiene unas dimensiones de 99 x 131 cm. Esta obra se encuentra en el Museo del Louvre, París.
 
El tema es cotidiano, ya que nos representa una escena habitual en la Roma de aquella época. En este caso, la lectura de la mano que realiza la chica gitana al joven para decirle la buenaventura, el porvenir..., mientras que el chico mira ensimismado a la chica, esta corresponde con una mirada astuta, ya que sabe que le está engañando. Caravaggio pintaba del natural, dibujando a modelos reales de la calle, de ahí el naturalismo, por ello, tanto la gitanilla como el joven petimetre,  llevan las vestimentas propias de cada uno.
La composición apretada y mostrando media figura, y el fondo neutro y plano, hace que los personajes destaquen y se separen de él, por lo que consigue espacio pictórico e introducir al espectador en el cuadro.

El color predomina sobre el dibujo, que apenas se aprecia. La gama cromática es cálida y contrastada, son colores naturales, donde predominan los terrosos.
La luz es cálida y dorada (influencia veneciana), imitando al sol, y procede de un foco externo al cuadro.Es direccional, típico de Caravaggio.

La obra muestra una comunicación entre los dos jóvenes y hace participar al espectador, ya que podemos adivinar más o menos, los pensamientos de los personajes, a través de sus expresiones.

La datación de las dos representaciones de la Buenaventura ha sido muy controvertida, se cree que la primera versión –que actualmente se encuentra en Los Museos Capitolinos de Roma- dataría de 1594 mientras que la versión del Louvre, Paris, sería de un año después, de 1595.

Parece ser que estos fueron los primeros lienzos en los que el artista trató la escena de género. En ambas versiones los protagonistas ocupan la inmensidad del lienzo y están recortados de medio cuerpo, un hecho que hace facilita al espectador su incorporación a la escena como si estuviese mirando a través de un ventanal a una escena típica de la época que se desarrolla en un interior.

Un joven bien vestido según los gustos de la época le tiende la mano a una muchacha para que ésta le lea la buenaventura. Ella es bella y aunque su condición es más humilde que la del joven aparece limpia y en una actitud descarada. El joven aparece ensimismado manteniendo una intensa mirada con la joven y parece no darse cuenta que ella, con mucho disimulo, está quitándole el anillo de su dedo.

En la versión del Louvre los personajes están más definidos y la obra presenta mayor calidad. En ambos lienzos el fondo se mantiene neutro una característica propia del artista barroco, los personajes están recortados contra una pared y en ella se proyectan algunas sombras. La luz procede de un foco exterior e incide directamente sobre los personajes pero aún no vemos el afamado tenebrismo caravaggiesco.

Ambas obras presentan una fuerte simbología que tiene que ver con el engaño y la adulación; la seducción de las mujeres “de mala vida” a ingenuos varones. En algunas ocasiones se ha mencionado que las obras de Caravaggio pudieron servir para ilustrar un madrigal de la época que trata este mismo tema o que incluso éste podría ser la fuente de inspiración del artista, sin embargo ninguno de estos hechos ha sido probado. 

En cuanto al autor de la obra, Caravaggio ha sido mundialmente conocido por sus pinturas de altísima calidad artística y por la incorporación de un nuevo tratamiento lumínico que traspasó las fronteras de Italia, el tenebrismo. Bajo esta denominación se conoce la nueva estética lumínica que el artista utilizó en sus obras de madurez y a través de la cual se opta por iluminar intensamente y con un foco de luz artificial y exterior la escena principal del lienzo mientras el resto queda sumido en una profunda penumbra y oscuridad.

El artista tuvo una vida tumultuosa en la que su fuerte carácter le costaría más de una refriega con las autoridades; su avanzada capacidad artística no siempre fue bien comprendida y a menudo mantenía acaloradas disputas con los comitentes. El artista buscaba el realismo en sus obras, un hecho que le llevó a utilizar modelos populares para la mayor parte de sus lienzos.


miércoles, 23 de marzo de 2016

Entierro de Cristo de Juan de Juni



Nos encontramos frente a una labor escultórica realizada sobre madera policromada, en la que destaca sobretodo el color dorado. Como vemos, aparecen siete personajes representados, los cuales están individualizados y cada uno representa una acción. Nos llama la atención que uno de ellos parece estar dirigiéndose al público que lo observa.


Esta obra es, concretamente, el Entierro de Cristo hecho por Juan de Juni, en el periodo de tiempo transcurrido entre 1541 y 1543. El material sobre el que se ha esculpido esta obra es madera de nogal. El grupo mide 325 cm de anchura y 160 de profundidad. La altura de cada personaje es la siguiente: Cristo yacente, 200 cm; María Salomé, 190 cm; María Magdalena, 168 cm; San Juan, José de Arimatea y Nicodemo, 140 cm; y la Virgen, 132 cm. 
Esta escultura se encuentra en el Museo Nacional de Escultura, Valladoli (España). Su precio fue de 12100 reales.


Esta obra fue encargada por el cántabro franciscano fray Antonio de Guevara, obispo de la diócesis de Mondoñedo, para su capilla funeraria que había mandado construir en el vallisoletano convento de San Francisco. El emplazamiento original en forma de retablo fue destruido, pero el grupo mantiene el efecto escenográfico deseado.

La escena del Santo Entierro tiene su precedente en el género del Llanto sobre Cristo muerto que Juni conoció durante su estancia en Italia. Pero la composición que hace Juni y los valores estéticos de la madera policromada la convierten en una obra maestra con mayor impacto visual que los modelos italianos. La colocación en el sepulcro, como un episodio congelado de teatro sacro, tuvo un gran éxito en Europa, y de forma muy especial en el área borgoñona, donde se formó Juni; se puede encontrar cantidad de ejemplos de calidad tanto en Francia, como en Italia y en España.

La escena, formada por siete figuras de tamaño algo mayor que el natural, recoge el momento del Santo Entierro del cuerpo de Jesús. Tiene una distribución clásica: la figura de Cristo se erige en eje central (expresivo y compositivo), a partir del cual se establecen los personajes secundarios en un ritmo totalmente simétrico.

Cristo, tendido en el centro sobre el sudario, y preparado ya para su entierro, reposa sobre un ataúd en cuyo centro hay una leyenda en la tarjeta: “Nos in electis sepulchris nostris sepeli mortuum tuum” (sepulta a tu difunto en la mejor de nuestras sepulturas), y los escudos de fray Antonio de Guevara. Tiene la cabeza girada hacia el espectador. Es una cabeza propia de un dios helénico; el cuerpo es hercúleo, atlético, con una anatomía miguelangelesca. Le cubre un paño de pureza anudado. Como rasgo de verismo, aparece la sangre del costado aún reciente.

La Virgen, arrodillada y con el torso inclinado hacia Cristo, presenta en el rostro las lágrimas y la expresión de dolor y resignación; efecto reforzado por la colocación de las manos a media altura en gesto de desamparo. Sobre su pecho cruza el brazo de San Juan, que le sujeta casi en un abrazo. Estas dos figuras siguen la iconografía tradicional de la “Compasio Mariae”.

A la izquierda se encuentra José de Arimatea, hombre maduro y sin barba, con una rodilla clavada en tierra. Viste un rico turbante con una joya sobre la cabeza. La figura gira su tronco hacia el espectador, lo que permite contemplar de frente su rostro, con facciones muy marcadas, arrugas y un gesto entre desesperado y acusador. Su mano izquierda se acerca a la cabeza de Cristo, cubierta reverencialmente con un paño, de la que ha extraído una espina que muestra al espectador en su mano derecha, denunciando en su gesto el dolor de la tortura. Su postura introduce al espectador en la escena y le hace partícipe de ella con un recurso utilizado por muchos artistas del Renacimiento.

Detrás de José de Arimatea y junto a San Juan está, de pie, María Salomé. Sujeta la corona de espinas, apoyada sobre la cinta utilizada en el descendimiento. Su mano derecha está levantada y sujeta un pañuelo con el que ha limpiado a Cristo. Sigue un movimiento helicoidal con el tronco girado violentamente. Su rostro corresponde al de una mujer madura, con facciones muy marcadas y lágrimas en las mejillas.

A la derecha aparece Nicodemo, hombre maduro y barbudo, con una rodilla en tierra. En su mano derecha levanta un paño con el que ha limpiado el cuerpo a Cristo mientras con la izquierda sujeta un ánfora con ungüentos. Su cabeza, elevada hacia lo alto, presenta un gran clasicismo y claras reminiscencias del Laoconte, con una poblada y larga barba y gruesos mechones en el cabello que se sujetan con una cinta anudada.

Detrás, de pie, está María Magdalena, con la cabeza inclinada hacia los pies de Cristo, el brazo izquierdo levantado con el tarro de perfumes y el derecho hacia abajo, con los dedos envueltos entre un pañuelo que acerca con delicadeza a los pies de Jesús. Es una mujer joven de gran belleza, con un sugerente vestido y un rico tocado de tres capas en el que destaca un turbante dorado con una joya al frente. Es la figura más italiana del grupo, con una monumentalidad y un movimiento que remite a los diseños de las sibilas de Miguel Ángel.

En esta obra, intensamente dramática, son apreciables los orígenes borgoñones de Juni, la influencia italiana y el conocimiento que tiene de la obra de Miguel Ángel, del que toma prestado su sentido monumental de la proporción además de algunas expresiones de los rostros (conoció el grupo escultórico del Laoconte).

Es importante el uso que hace de la policromía, con un variado repertorio técnico, con la que refuerza el dramatismo de las diversas escenas. Es notable el uso que hace de ella en el rostro de Cristo muerto así como en las llagas y heridas que cubren su piel, en los que la cuidada carnación resalta en tonos violáceos las partes tumefactas del cuerpo torturado. Alcanza, así, un alto grado de verismo. Tanto en los vestidos como en el calzado las figuras presentan exquisitas labores de estofado.

Las figuras son de mayor tamaño que el natural y están tratadas de manera monumental con una gran corporeidad. La fuerza que desprende cada uno de los personajes nos remite a la terribilitá miguelangelesca que Juan de Juni podría haber conocido en Italia. La monumentalidad de las figuras está remarcada por los ampulosos pliegues redondeados de sus vestiduras y sus posturas son teatrales, en algunos casos con potentes escorzos y muy torsionadas. Así el escultor pretende trasmitir al espectador el sentimiento de dolor y tensión del momento.


La habilidad del maestro francés para dotar de realismo y teatralidad a las figuras está muy relacionada con su forma de tallar la madera y policromarla. En este sentido merece especial mención tanto la encarnación de las figuras como el exquisito estofado del conjunto. Las corpulentas figuras aparecen envueltas en voluminosos ropajes con pliegues muy redondeados que presentan una blandura mórbida que recuerda el modelado en barro, así como una tensión de músculos y nervios de inspiración miguelangelesca para expresar actitudes vehementes.

Cada una de las figuras ofrece una composición manierista radicalizada, con cuerpos contorsionados y retorcidos sobre sí mismos, como interpelando al espectador. Son posturas anticlásicas en las que predomina la línea sinuosa. Sin embargo, el conjunto resulta tremendamente expresivo y dramático, sabiamente estructurado y con una carga teatral que ya preludia el barroco (a pesar de la fuente clasicista en la que se inspira).

Por todo ello, el Santo Entierro de Juni se coloca entre las invenciones más expresivas del arte renacentista español.

Ayuntamiento de Sevilla



 Nos encontramos frente a una obra arquitectónica, construida en piedra como podemos ver en la imagente, con una gran labor escultórica que decora toda su fachada. Como vemos es un edificio de una altura no demasiado alta, está dividido en tres cuerpos. En cambio, horizontalmente tiene unas proporciones mayores a las de su altura. La parte central del edificio es más sobresaliente que sus partes laterales. También, observamos un gran número de ventanales por todo el edificio. En la parte superior se abren algunos óculos. Finalmente, podriamos decir que es un edificio de arte renacentista. 

Este edificio es, concretamente, el Ayuntamiento de Sevilla. Sus constructores fueron Diego de Riaño(1527-1534) y Juan Sáncez (1535-1560). Se encuentra en la Plaza de San Francisco, Sevilla. Se sabe que está construido con piedra traída de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Morón y Utrera. 

Ya en los primeros años del descubrimiento y colonización de América, la ciudad de Sevilla inició una época de crecimiento económico y demográfico, basado en su ubicación en las orillas de un río navegable, el Guadalquivir, y en la concesión del monopolio del comercio con el nuevo continente, concretado en el establecimiento en la ciudad de la Casa de la Contratación a partir de 1503.

Unas dos décadas después, hacia 1525, Sevilla se había convertido ya en la ciudad más poblada de España y en una de las más importantes de Europa. Y sin embargo, aunque ahora pueda parecernos paradójico, la corporación municipal, entonces denominada Concejo de la ciudad, carecía de una sede lo suficientemente amplia. La empleada hasta ese momento se hallaba situada en unos pequeños edificios del llamado Corral de los Olmos, junto a la catedral.

No pasó mucho tiempo hasta que se decidió levantar un nuevo edificio para el ayuntamiento de la ciudad, acordándose su construcción ante la Plaza de San Francisco (verdadera Plaza Mayor de Sevilla) y adosado por una de sus caras al convento del mismo nombre, que ocupaba el solar que ahora constituye la Plaza Nueva. El proyecto correspondió al arquitecto Diego de Riaño, quien además dirigió las obras entre los años 1527 y 1534, cuando murió, siendo sustituido por Juan Sánchez, que las remató entre 1535 y 1560. Ya en el siglo XIX (una vez derribado el convento aledaño) se produjo una ampliación cuyo resultado es la sede municipal que ahora podemos contemplar.
































Si nos remitimos exclusivamente al conjunto construido en el siglo XVI, podemos afirmar que constituye una de las primeras edificaciones renacentistas levantadas en Andalucía y una clara muestra del estilo plateresco.El plateresco es un término acuñado en 1677 por el analista sevillano don Diego Ortiz de Zúñiga, al detectar la semejanza existente entre la decoración de los edificios hispalenses de la primera mitad del siglo XVIy la labor de los orfebres. Es, por lo tanto, una modalidad ornamental que empalma con el gusto por la riqueza y la suntuosidad dominante en los edificio mudéjares y del gótico Reyes Católicos. Se caracteriza por utilizar paneles grutescos sin tener en cuenta la estructura del inmueble, dado que los arquitectos siguen apegados por inercia técnica a la tradición medieval y se muestran reacios al sentido de las proporciones clásicas.
 

Este primitivo ayuntamiento sevillano presenta una planta quebrada y quedaba organizado en dos alturas. A diferencia de lo que ahora sucede, la fachada principal estaba orientada a la Plaza de San Francisco y se dispone en cinco módulos separados por pilastras y columnas que en ambos casos muestran fustes con decoraciones de grutescos, motivos que se repiten también en jambas, entablamentos e incluso muros de la edificación. Hallamos además otros motivos decorativos, tales como medallones con personajes históricos e incluso hornacinas con esculturas con héroes tradicionalmente vinculados a las leyendas del origen de la ciudad (Hércules y Julio César, aunque ambos fueron añadidos en las reformas del siglo XIX). Para la labra de todo este repertorio escultórico se contó con un numeroso grupo de artistas y canteros.



Por lo demás, en un extremo de la fachada se encuentra el arquillo que franqueaba el paso al compás del citado convento franciscano. Ya en su interior, el edificio presenta como salas principales el Apeadero (de planta rectangular) en el que se combinan elementos góticos y renacentistas, la Sala de Fieles Ejecutores y la Sala Capitular, cubierta por una bóveda en cuyos casetones se esculpieron figuras de 36 reyes de España. Del citado Apeadero parte una amplia escalera que conduce a la planta superior y en la que se localiza una Sala Capitular Alta, cubierta con artesonado de casetones, junto a otras dependencias.




Todo el conjunto decorativo, tanto exterior como interior, pretendía organizarse sobre un doble discurso: de un lado, narrando la propia historia heroica de la ciudad, a través de algunos de sus personajes más célebres. De otro, tratando de mostrar a la propia sede del Concejo hispalense como un templo de la justicia y el buen gobierno. Y para eso construyeron aquel edificio que aún podemos admirar. Entonces, como ahora, el poder requiere siempre más espacios. Aunque hoy los demande cada vez con mayor voracidad.

miércoles, 9 de marzo de 2016

La coronación de la Virgen


Nos enocontramos ante una pintura al fresco de arte renacentista, concretamente La coronación de la Virgen, hecho por Beato Angelico en el convento de San Marcos en Florencia, durante el periodo de tiempo que transcurre entre los años 1438 y 1450. Sus dimenciones son de 184 x 167 cm.

En la imagen vemos como la Virgen esta siendo coronada, y en un plano inferior aparecen arrodillados Santo Tomás de Aquino, San Benito, Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, San Pedro Mártir y San Marcos. Observamos el detalle del nimbo dorado que posee la Virgen, como símbolo de divinidad.

La Coronación de María es uno de los temas más desarrollados dentro de la iconografía de Fra Angelico. Pero si en otras representaciones primaba la opulencia del acontecimiento, con enorme utilización del fondo de oro y de motivos decorativos de todo tipo, este fresco de San Marcos se presenta de forma mucho más simplificada, pero con el elemento de la luz como gran componente del episodio divino de la Coronación de la Virgen. María y Jesucristo se sitúan en el ámbito celestial, rodeados de una aureola de color verdoso muy difuminado.

Las figuras, vestidas con túnicas de color blanco, se sitúan sobre un banco y un escabel de nubes, lo que acentúa el carácter sobrenatural donde tiene lugar el acontecimiento. Todo el conjunto queda recorrido por un fuerte sentido evanescente e irreal, configurado por la fuerte luminosidad de la escena. Los colores también ayudan en el carácter vaporoso de la representación, predominando suaves colores blancos y amarillos.

En la parte terrenal, abajo, un grupo de santos se dispone en semicírculo, siguiendo la línea compositiva del suceso de arriba. San Benito, Santo Tomás de Aquino y Santo Domingo, a la izquierda, San Pedro Mártir, San Marcos y San Francisco, a la derecha, contemplan en actitud de reverencia la escena de la Coronación de María.

Observamos la utilización de colores rutilantes y el fondo dorado. Las imágenes se encuentran estilizadas y existe una luz que invade por igual toda la composición, tratándose esta de la luz divina, que a su vez, también presta al cuadro una atmósfera primaveral.

Por otro lado,  vemos la representación de una Luz divina acompañada de las manos de Dios, que simboliza el Espíritu Santo. Representa un marco arquitectónico ficticio en el cual observamos un cielo estrellado color azul, cuyo color simboliza la pureza de María y las estrellas la universalidad de la encarnación de Cristo.

Los ropajes y las reverberaciones de la luz, que les llega por la derecha, confieren corporeidad a las figuras que, materializadas y mucho más vivas de color, los sitúa en el plano terrenal, muy diferente a la caracterización del acontecimiento de la Coronación

Como característica importante, nos encontramos con la línea de rompimiento de gloria, que separa el mundo espiritual del terrenal, en los cuales, en el primero se encuentra en un plano superior y está representado por la Virgen y Jesucristo, mientras que en la representación del mundo terrenal en la parte inferior, se encuentras representados los seis santos.

El nombre de su autor, Beato Angelico, es un título puramente secular, que concedieron los contemporáneos al fraile dominico Giovanni da Fiesole después de morir. Su vida pictórica estaba ungida por la inspiración divina y sus obras son herederas del gótico internacional.

Entra sus obras destaca el retablo de La Anunciación, pintado en 1430 para la iglesia de Santo Domingo de Fiesole. Esta se encuentra en el Museo del Padro, Madrid. Sus dimensiones son de 1430x1432 y se trata de un temple sobre tabla. En ella se representa en un primer plano a la izquierda la concesión Inmaculada de Cristo, y en un plano secundario a la derecha el pecado capital protagonizado por Adán y Eva.

Sepulcro del cardenal Rinaldo Brancacci



Nos encontramos frente a una obra escultórica de arte renacentista, concretamente el sepulcro del cardenal Rinaldo Brancacci, que fue esculpido por Donatello y Michelozzo en mármol, en el periodo de tiempo transcurrido entre los años 1427 y 1428. Se enccuentra en la iglesia de Sant'Angelo a Nilo, Nápoles. Esta es una de las más importantes obras de arte renacentista en Nápoles. Es parcialmente dorada y policromada, con una altura de 11,60 metros, y una profundidad de 4,60 metros.

Es uno de los trabajos realizados por la asociación de los artistas florentinos Michelozzo y Donatello, cuyo taller fue activo desde 1425 hasta finales de los años treinta. La obra fue encargada en vida del cardenal Brancacci. Existe una carta del 5 de junio de 1427 anunciando que el grupo escultórico se encontraba en una cuarta parte de ejecución. Desde el año 1426 los dos artistas habían alquilado especialmente un taller en Pisa, desde donde fue fácil enviar las piezas del monumento por el mar. Al estar la ciudad de Pisa cercana a las canteras de mármol de Carrara, permitió un considerable ahorro en los costes de transporte. La obra terminada fue entregada en su destino en 1428.
El monumento fue colocado inicialmente a lo largo de una pared de la iglesia y ahora es visible a la derecha del altar principal.

Para albergar la tumba se compuso una una especie de palco escénico. Por encima de un zócalo se sostienen dos columnas que sobre sus capiteles se forma un arco decorado en el tradós por dos tondos o medallones y unas dobles pilastras acanaladas. En lo alto se encuentra la cúspide de estilo gotizante, en el centro hay un medallón con la figura del Redentor y querubines en ambos lados en acción de tocar unas trompetas con clara alusión al despertar de los muertos.
La tumba en sí se encuentra en la parte baja de esta construcción arquitectónica, y está apoyada sobre tres cariátides. En el frente del sarcófago se encuentran dos escudos de armas, al lado del relieve en schiacciato de la Asunción de la Virgen, sin duda obra de Donatello. Sobre este sarcófago la imagen yacente del fallecido, que aparece como dormido, y dos ángeles en pie recogiendo las cortinas que cuelgan del arco, acercándolas a los capiteles de las columnas. En el fondo de este piso se encuentra un bajo relieve de la Virgen con Niño entre dos santos.

La obra marcó una evolución en el modelo de una tumba con dosel de desarrollo vertical, como se había realizado en la tumba del antipapa Juan XXIII en el Baptistero de San Juan en Florencia, diseñado por los mismos autores en 1422-1428. El baldaquino tenía una larga tradición en el gótico y estaba muy arraigado en el arte napolitano.

Al igual que con el monumento de Florencia, también en este caso es difícil establecer una frontera entre las contribuciones de Donatello y Michelozzo. Algunos reconocen la mano de Donatello en las cariátides, y sin duda en el relieve de la Asunción. Probablemente también el retrato de Brancacci.

Virgen de la escalera




Nos encontramos ante un relieve en mármol,inspirado en la técnica donatelliana del schiacciato. Esta obra pertenece a Miguel ángel, y su nombre es Virge de la escalera.

La Virgen de la escalera es una escultura en relieve de mármol, datada hacia 1491 y que se guarda en la Casa Buonarroti de Florencia. La obra inacabada tiene unas medidas de 55,5 x 40 cm.

Es una de las primeras esculturas realizadas por Miguel Ángel, cerca de cuando también ejecutó la Batalla de los Centauros. Los detalles de como están realizados los pies de la Virgen, hacen pensar que es realmente una de sus primeras obras, tambien anterior a la de la Batalla. Está trabajada con el mismo estilo virtuoso de Donatello en la Virgen de la Leche, nombrado estilo stiacciato que significa literalmente «relieve comprimido». Vasari la describe: No hace mucho tiempo que Leonardo ( el sobrino de Miguel Ángel) tiene también en su casa, en memoria de su tío, el bajo relieve de una Madonna de mármol, de medida no más grande que un brazo. Miguel Ángel la esculpió cuando era joven y copió el estilo de Donatello con tanto éxito, que parece obra suya, quitando que posee un diseño más gracioso. Leonardo posteriormente regaló esta obra al Duque Cosimo de Médici, quien la considera singular, ya que es la única escultura de bajo relieve dejada por Miguel Ángel.

Miguel Ángel muestra a la virgen en primer término de perfil y de cuerpo entero, lo que le confiere a su imagen cierta monumentalidad, pero -algo inusual- sienta al Niño en su seno dando la espalda al observador y protegido por el abrazo maternal. El brazo derecho, casi de la talla de un adulto por lo musculoso y abultado, cuelga flácido, haciendo pensar que está dormido. Esa actitud parece reforzada por la mirada ensimismada de la madre, como adivinando el trágico destino de su hijo. La mirada de la Virgen se fija en la escena que está a su lado: hay una escalera, algunos angelitos, y uno de ellos, que está agarrado a la barandilla, sostiene junto con otro un paño, justo a la izquierda de la Virgen. La barandilla en realidad tiene forma de cruz y el paño puede ser una profecía de la Síndone.La acción característica la ha desplazado aquí el escultor a los niños que juegan en la escalera, mientras que en la escena protagonizada por sus modelos, ya genérica, se centra en la relación madre-hijo.

Se ha visto en los genios que en el fondo sostienen la sábana, un presentimiento de la muerte de Cristo y una mención a su sudario, mientras que la escalera se ha puesto en relación con algunos textos religiosos difundidos en la época. , el Niño se encuentra de espaldas sentado sobre suyo y mamando. Una escalera puesta en la parte izquierda, se cree, que hace referencia a un libro publicado en 1477: Libro de la escalera del Paraíso, con la metáfora atribuida a San Agustín por la que la Virgen se convierte en escalera para la bajada de Jesus a la tierra y a la vez por la que pueden subir los moratles, al cielo. También se cree que los cinco escalones representan las cinco letras del nombre de María y, siguiendo con los símbolos, la piedra cuadrada donde está sentada podría referirse a San Pedro, la roca sobre la que la iglesia fue fundada.

Miguel Ángel muestra a la virgen en primer término de perfil y de cuerpo entero, lo que le confiere a su imagen cierta monumentalidad, pero -algo inusual- sienta al Niño en su seno dando la espalda al observador y protegido por el abrazo maternal. El brazo derecho, casi de la talla de un adulto por lo musculoso y abultado, cuelga flácido, haciendo pensar que está dormido. Esa actitud parece reforzada por la mirada ensimismada de la madre, como adivinando el trágico destino de su hijo. La acción característica la ha desplazado aquí el escultor a los niños que juegan en la escalera, mientras que en la escena protagonizada por sus modelos, ya genérica, se centra en la relación madre-hijo.

Se ha visto en los genios que en el fondo sostienen la sábana, un presentimiento de la muerte de Cristo y una mención a su sudario, mientras que la escalera se ha puesto en relación con algunos textos religiosos difundidos en la época. 
 
A partir del Trecento, el Niño dormido representa una prefiguración de la muerte. Por tanto, la Virgen de la escalera de Miguel Ángel es una memoria de la pasión de Cristo, un trabajo preparatorio para las cuatro extraordinarias piezas de la Piedad, verdaderas obras maestras de la madurez del escultor.
 
Regalada al Duque Cosimo en 1566, fue devuelta a la familia Buonarroti en 1617, permaneciendo desde entonces en la Casa Buonarroti.

Tondo Doni


Nos encontramos frente a un temple sobre tabla que fue hecho por Miguel ángel en el año 1504, concretamente el Tondo Doni. Se encuentra en Uffizi, Florencia. Sus dimensiones son 120cm de diámetro.

Miguel Ángel trabajó su primera etapa en Florencia, bajo la protección de los Médici, especialmente como escultor. En esta ciudad recibió el encargo de la poderosa e influyente familia Doni para realizar una Sagrada Familia, que el artista inscribió en un círculo (tondo). De ahí el sobrenombre con que se conoce a este cuadro. 

La formación como escultor de Miguel Ángel determinó el aspecto de sus figuras, que parecen de una raza de gigantes y cíclopes. Asimismo, pese a lo temprano de la fecha, la complejísima estructura de la composición anuncia el Manierismo, del que se le considera precursor.

La estructura se basa en una curva helicoidal, que prácticamente no había sido empleada hasta ese momento. La base de la curva es la Virgen, con unas poderosas piernas que recuerdan los mantos y las vestiduras de las sibilas en su obra de 1509-1511 en la Capilla Sictina. María se gira sobre sí misma hacia su derecha para recoger o entregar al Niño a San José.

El Niño se encuentra en ese famoso "equilibrio inestable" que caracteriza las figuras del artista, tanto en pintura como en escultura. San José continúa el movimiento espiral, balanceando el cuerpo esta vez hacia la izquierda, en cuclillas, sin apoyarse de manera segura en ninguna parte, una pierna abierta para prestar apoyo al Niño y otra para sostenerse a sí mismo.

El efecto es de movimiento, inestabilidad, de grupo apilado que puede derrumbarse en cualquier momento y sólo se sostiene merced a la increíble fuerza que emana de todos ellos. Como decimos, esta composición era inusual en la época; sin embargo, el rasgo más controvertido del Tondo Doni es el friso de desnudos que hay en el fondo.

Se han interpretado como una alusión a la Edad Dorada del hombre, ese estado paradisíaco que los filósofos griegos creían anterior a la civilización. En la Edad Dorada, como en el Edén cristiano, el hombre estaba en contacto directo y en gracia con la Naturaleza y no requería vestidos, ni herramientas, ni armas.

Dada la influencia del neoplatonismo en los círculos intelectuales florentinos, es probable que Miguel Ángel esté cerrando el círculo que se inició con el paraíso de la filosofía griega (pagana) y que finaliza con la llegada de Dios al mundo, que devuelve la perfección perdida.

La pintura consta de tres escenas principales dispuestas en sucesivos planos con un fondo final de interesante análisis. A simple vista, el formato de la pintura -de 120 cm- refleja la imagen de una Virgen María (manto azul), de modelado y factura clasicista -no en el sentido de la tradición cuatrocentista sino en el aspecto formal de las figuras clásicas de la Grecia y Roma antiguas-. intentando recoger o entregar desde su espalda al niño que un hombre de edad madura le acerca o sostiene: una postura anatómicamente complicada la de la mujer que, por cierto, está intensamente iluminada, y cuyo haz se distorsiona según la disposición de las figuras, que adquieren cierto rango teatral por las complejas matizaciones de luz y sombra en rostros, brazos y drapeados, de caprichosa disposición, aunque acentúan el sentido de la profundidad, en esa primera escena en la que la figura de la Virgen, en su ubicación de dos dimensiones, genera un triángulo isósceles imaginario. Está sentada sobre un pequeño soporte que le obliga a tener las piernas semi cruzadas, según se adivina por la estupenda realización de pliegues y adhesión de paños en una técnica tan depurada que, pese a lo plano de la figura, genera una plena sensación de relieve; sobre todo, en la disposición de su pierna derecha, que parece salir estereométricamente del plano principal. 


De menor relevancia es la figura del niño que, pese a su entronización, en manos de madre y padre, resulta en un segundo plano en esta primera escena del cuadro, en actitud seria e “inestablemente” situado al igual que el conjunto total. Ni que decir tiene que el tercer término en importancia, por la luminosidad de la escena, recae en el hombre, que apenas goza de la luz que sí infiere en las carnaciones de madre e hijo.





Las posturas de los tres personajes principales están condicionadas por la redondez de la tabla, pintada en témpera y óleo introduciendo una técnica nueva llamada “Cangiante” que nace de la aplicación de colores puros desde su tonalidad más oscura en el lineado del dibujo hasta llegar a las zonas de luz en donde el color enardece de viveza con los blancos. En un segundo plano de esta pintura encontramos a un niño semi vestido que dirige su mirada al niño de la escena principal: parece estar separado de ella por una especie de estanque con agua, intermediario entre las cuatro escenas divisadas en este “tondo”, que confieren en conjunto una imagen de cruz latina si atendemos a la disposición de la totalidad de las figuras. Es decir, el brazo transversal de esa cruz latina lo forman unos “ignudi” en distintas posiciones, sentados, apoyados y de pie, en una construcción semicircular en forma de paramento bajo, sin carácter ruinoso, que cierra la escena en su totalidad dando ese aspecto bidimensional de cruz latina junto a la disposición longitudinal de la figura del primer plano, la Virgen, y sobre su cabeza la de San José, que sostiene al niño. 






Hemos hablado de una cuarta escena que la conformaría el paisaje, cuyo máximo interés reside en el difuminado de los contornos y la sensación recreada de profundidad por la percepción del azulado que preside las montañas y montículos que pueden verse en muy lejana disposición.


Por contraste, también debemos hablar del trabajo de relieve que confieren los ropajes a las figuras de la primera escena y la apariencia clasicista que acompaña a los desnudos del fondo. La luminosidad especial que reverbera en las ropas de la madre, y en partes muy aisladas del padre , dan a la pintura una animación extraordinaria, ayudada por el movimiento constante que la posición “serpentinata” de la Virgen genera. La tensión de los músculos, de los brazos de la mujer, intentando sostener a su hijo en una postura casi imposible, le confiere un poder extraordinario en su cuerpo y contrasta con el relax de su rostro en esta maniobra. Por otra parte, ofrece una imagen masculina por el dibujo y tensión muscular, poco habitual en el género femenino. En referencia a los cánones que reflejan las medidas de las diferentes figuras se debe hablar de dos cánones: el canon de Policleto de siete cabezas , aplicado a las figuras ornamentales de la tercera escena, y un canon de ocho cabezas aplicado a las dos figuras del plano principal, en concreto es visible en la Virgen María (aunque algunas publicaciones dicen al respecto que Miguel Ángel adoptó el canon de Leócrates, no es el caso en esta composición, muy ajustada en general a los parámetros científicos de la óptica renacentista, alejándose incluso de la llamada “isocefalia” aplicada antaño a los niños representados en escultura y pintura).