Nos encontramos frente a un temple sobre tabla de arte renacentista, concretamente, el nombre de esta obra es La Primavera. Se encuentra de Uffizi, Florencia, con unas dimensiones de 203 x 314 cm.
Esta
obra, datada entre 1477 y 1478, pertenece a Sandro Botticelli
(1444-1510), un pintor cuya concepción de la pintura es más poética
que científica o matemática. Este célebre pintor opta por la
representación de figuras humanas dejando a un lado la perspectiva.
Su pintura se vio implicada en un cambio que impuso en su mentalidad
las predicaciones del fraile Savonarola, el cuál critica el
paganismo, llegando a organizar una quema pública de cuadros donde
también se eliminaron algunos de Botticelli. Este es un pintor
magnífico de Vírgenes, aunque también se aficionó a la pintura
mitológica. Otras obras suyas son La caluminia, El
Nacimiento de Venus y el Descendimiento.
La
Primavera de Botticelli pertenece al
Renacimiento. El Renacimiento significa un nuevo despertar del
Humanismo. El hombre se siente centro del universo
(antropocentrismo), y esto tendrá una evidente plasmación en el
arte, tanto en la arquitectura como en la escultura y la pintura,
donde el naturalismo y el realismo se irán imponiendo con más
fuerza. La belleza de las formas sustituye al expresivismo del arte
medieval. Se produce un retorno a las formas artísticas propias del
clasicismo.
La
figura clave de este período es el humanista, el hombre universal.
Nace ahora la crítica del arte. Ello da lugar al surgimiento de
tratados sobre arquitectura, escultura y pintura. El artista empieza
a cobrar conciencia de su papel en la sociedad. Es respetado por
todos, se hablará de "genios". El mecenas es el protector
de los artistas. Un buen ejemplo es la familia de los Médici.
La
pintura fue encargada, probablemente en ocasión de su boda, por
Lorenzo de Pierfrancesco de Medici (1463-1503), un personaje
importante de una rama secundaria de la familia Médicis, hegemónica
en la ciudad de Florencia desde la época de su abuelo Piero. Lorenzo
de Pierfrancesco, tenido por un político populista (‘popolano’),
tuvo en los años 1490 una destacada participación en la vida
política de Florencia, enfrentado a la rama principal dirigida por
su tío Lorenzo el Magnífico y, a la muerte de éste en 1492, por su
primo Piero. Probablemente estuvo colgada en su dormitorio de la
villa campestre de Castello, en las cercanías de Florencia, y
todavía poseía la obra en 1499, según un inventario, y años más
tarde, a su muerte en 1503, pasó a Giovanni delle Bande Nere
(1498-1526) y luego a la rama principal de la familia, como consta en
una nota de Vasari de 1551. Esto enmarca La primavera en el
contexto del refinado gusto artístico de una familia burguesa
devenida aristocrática gracias a su enriquecimiento en el siglo XV
con el comercio, la banca y el poder político, y famosa por su
activo mecenazgo de los artistas e intelectuales del Renacimiento.
La
obra es de tema mitológico, un género que apareció en la pintura
clásica en Grecia y Roma, se recupera en el Quattrocento y perdura
hasta el siglo XVIII como uno de los más importantes, al permitir
alegorías que se inspiran en grandes temas del mundo clásico y
darles una interpretación moralizante que encaje en la filosofía
neoplatónica y en la religión cristiana.
De acuerdo a los textos
coetáneos del neoplatónico Poliziano y del poeta humanista
Bartolomeo Scala (De los árboles), el cuadro es una alegoría
del amor divino y de la misma ciudad de Florencia, representada por
este jardín florido. El neoplatonismo entiende el Arte como un medio
de conocimiento de la Virtud y la Naturaleza, y por ello de elevación
amorosa hacia Dios. Ya Dante había entendido la Naturaleza como una
vía de acceso al Amor entendido como energía mental y mística, una
vía de sublimación que no necesita de objetos físicos para su
perfección.El cuadro está inspirado en distintas versiones de una
famosa historia de la mitología antigua, que aparece en latín en De
Rerum Natura del poeta y filósofo Lucrecio, y más tarde en las
Odas de Horacio y, sobre todo, en el calendario festivo de los
Fastos del poeta clásico Ovidio, mil quinientos años
anterior, que narra que en la fiesta romana de Floralia, dedicada a
la ninfa Flora en mayo, se celebran los amores del dios alado del
viento Céfiro por la ninfa Cloris, a la que toma como esposa por la
fuerza, pero luego, arrepentido de su violencia, él mismo la
transforma en Flora, la diosa que exhala flores, y como regalo le da
un hermoso jardín en el cual reinaría eternamente la primavera.
El
tema reaparece, con cambios, en las Metamorfosis del mismo
Ovidio. Este tema repetido de la poesía latina es transformado en la
pintura en un diálogo entre la belleza trascendente y el alma
convertida en amor, en tres fases dialécticas: la ‘progresión’
representada por la persecución inicial de Cloris por Céfiro
(estimulado tal vez por las flechas del ciego Cupido) y la
transformación final de ella en Flora; la ‘restitución’ marcada
por la intervención de los otros dos dioses, Venus con su gesto de
mostrar el juicio divino, y Mercurio, que ilumina la escena; y la
‘conversión’ representada por la danza de las Tres Gracias que
bailan en un círculo que simboliza la iluminación divina,
facilitada por Venus y Mercurio. De este modo, con la ayuda de los
otros dioses, Céfiro asume el error de que su deseo inicial era solo
terrenal y que debe transformar su atracción en amor espiritual. En
este proceso, los dioses Céfiro y Mercurio están contrapuestos no
solo espacialmente sino también en su color (más tenebroso, más
‘animal’ el primero), mientras que Venus, como gran divinidad
tutelar de la educación humanista, actúa como punto de síntesis,
por un lado (Céfiro) del amor sensual y la búsqueda de la belleza
material, y por otro lado (Mercurio) del amor casto y el ansia de la
belleza espiritual.
Marsilio
Ficino (1433-1499), el principal filósofo neoplatónico,
contemporáneo de Botticelli y de otros humanistas del círculo como
Cristoforo Landino (1494-1498) y Pico della Mirandola (1463-1494),
considera que Venus representa el Amor universal, el Amor platónico,
que es motor físico o terrenal de la vida pero que también puede
sublimarse en formas puramente intelectuales: el Amor divino es un
punto álgido de perfección humana, de una pureza más allá de los
sentimientos o los deseos, un fruto ético del esfuerzo intelectual y
la autodisciplina. Venus dirige a sus servidoras, las Tres Gracias
(Castitas, Voluptas y Pulcritudo simbolizan tres virtudes diferentes
de la diosa), pues ella es la encarnación de la Virtud, el símbolo
de la Humanitas, esto es la síntesis de las virtudes humanas
que aspiran a lo divino.
La
teoría neoplatónica busca la conciliación entre el mundo pagano
racionalista y el mundo cristiano místico, y en esta pintura
Venus-Humanitas (su mano insinúa el gesto de enseñar cómo puede
convertirse el amor pasional, físico e irracional, de Céfiro en la
Tierra, en un amor contemplativo en el Cielo) y el Amor (el arco de
Cupido que lanza sus flechas al azar pero que a la postre ha de
seguir los dictados de la diosa y envía su último dardo a Castitas,
que entonces mira a Mercurio que a su vez mira al Cielo, cerrando el
ciclo de perfeccionamiento), situados en el centro como punto ideal
de equilibrio, simbolizan la armonía entre la naturaleza (la
aportación del paganismo) y el espíritu (el aporte del
cristianismo). La diosa pagana cristianizada y su gran don, el Amor
divino, trascienden así los conceptos de amor sentimental y placer
físico o sensual: el amor auténtico ha de superar su nivel físico
y llegar a lo espiritual.
En
cuanto a la descripción de la imagen, podemos decir que nos
encontramos frente a un bosque de naranjos y laureles, sobre una
verde alfombra de césped y flores, centrando la composición,
aparece la diosa del amor: Venus.
Los
naranjos forman un arco apuntado que subraya la centralidad formal y
temática de la diosa.
Venus se ha apartado hacia el fondo del
bosque, la posición de su figura y de sus gestos así parece
indicarlo, para dejar paso a una bella joven, vestida con un floreado
vestido, coronada de flores y esparciéndolas por el césped. Su
bello rostro nosmira sonriente, mientras que a su lado otra joven de
sus mismos rasgos y rubios cabellos, por cuya boca salen también
flores, las mismas que caen sobre la joven descrita, vestida con una
transparente túnica, está siendo raptada por unjoven a lado que, con
el ceño fruncido, sopla sobre ella.
En el lado izquierdo de la
composición, tres jóvenes bellezas rubias enlazan sus manos en una
elegante danza. La que nos da la espalda mira a un joven cuya mirada
se dirige hacia el cielo. Va ostentosamente armado con una espada y
con una vara en la que se enroscan dos serpientes, y con un brazo
aparta unas negras nubes que pretenden entrar en este delicioso
bosque.
Por último, un niño a lado sobrevuela, con los ojos tapados
y armado con arco y flecha, la figura central.
En
la obra podemos trazar una especie de triángulo que termina Cupido,
bajando hacia Mercurio y Céfiro, uniéndose entre las demás
figuras. Las tres Gracias pueden representar un único personaje. Y
el centro de la obra sin duda es Venus.
Los
rostros de los personajes reflejan serenidad y paz sin llegar a ser
tristes ni melancólicos aunque en la mayoría de las obras de
Botticelli se reflejan estos sentimientos y al final de su vida
acentuará más el dramatismo.
La
técnica usada para la realización de La
Primavera es el temple (mezcla de los
pigmentos mediante huevos) sobre tabla. En ella se representan a
varias figuras mitológicas. Venus junto a las tres Gracias, que
bailan a la derecha de Mercurio. En el lado izquierdo está Flora
junto a la ninfa Cloris que es perseguida por Céfiro y en la parte
superior nos encontramos con Cupido.
Esta
obra destaca tanto por su gran realismo que encontramos en la figuras
y en el estudio tan detallado de la anatomía, como por su
naturalismo; y también es un claro ejemplo de retrato. Estos
retratos se representan: la Gracia de la derecha es Caterina Sforza,
la Gracia del medio podría ser Semiramide Appiani, mujer de Lorenzo
il Popolano que está representado en el Mercurio; esta Gracia mira
fijamente a su marido (Mercurio). Y la Gracia de la derecha podría
ser Simonetta Vespucci, que fue un prototipo de belleza para
Botticelli. La sensación de movimiento de la obra viene acentuada
por los sutiles movimientos de las Gracias mediante su danza y
también por Cloris y Céfiro, es decir, podemos considerar que es
una obra dinámica en gran parte.
En
cuanto a la profundidad lo podemos apreciar tanto en el lugar donde
está colocada la Venus y por el paisaje repleto de naranjos. Pero da
la sensación de haber una tercera dimensión. El escenario en este
caso es un paisaje de naranjos aunque también podían ser en esta
época otros escenarios como los arquitectónicos.
En
esta obra predomina la luz sobre todo sobre los cuerpos de los
personajes y en los claros del bosque. También las flores del suelo
tienden a crear un contraste en el color oscuro del bosque y el de
las flores. Los colores usados son tanto fríos como cálidos: fríos
en el bosque y el cuerpo de Céfiro y cálidos en los ropajes de
Mercurio y Venus. Pero los colores destacan sobre las líneas que
todavía, de forma deliciosa, delimitan el dibujo.