Nos
encontramos ante una obra escultórica, perteneciente al Renacimiento,
concretamente con el sepulcro del cardenal Tavera, realizado por Alonso
Berruguete en su estancia en Toledo.
El
cardenal Juan Pardo de Tavera había dado orden en su testamento para ser
enterrado en el Hospital de San Juan, construido en los extramuros de la ciudad
de Toledo y del cual había sido su fundador. El fallecimiento del cardenal se
produjo en 1545 en Valladolid, por lo que sus restos reposaron durante un
tiempo, mientras terminaban las obras en del Hospital, en la iglesia Mayor o
catedral de Valladolid.
Se contrató a Alonso Berruguete la ejecución de
toda la obra del conjunto funerario, por parte del patronazgo del Hospital, el
20 de agosto de 1554 por tres mil ducados, los cuales se fueron cobrando en
diversos plazos durante los siguientes años hasta su terminación en 1561. Una
de las condiciones impuestas en el contrato fue que debería ser una estructura
«pareja» a la del sarcófago del cardenal Cisneros de la iglesia primada de
Alcalá de Henares, así cuando se dio por finalizada la obra en 1561, los
comitentes mandaron para comprobar la semejanza exigida, al maestro Nicolás de
Vergara. Por parte de Berruguete se mandó a Francisco Comentes. Ambos maestros
declararon que el sepulcro del cardenal Tavera «cumplía y aún mejor» con lo
estipulado comparándolo con el de Cisneros.
El
sepulcro del cardenal Juan Pardo de Tavera se encuentra situado bajo la cúpula
en el crucero de la iglesia del Hospital de Tavera de Toledo. Está esculpido en
mármol blanco de Carrara y al contrario de lo habitual hasta entonces, no sigue
la tipología de sepulcro en nicho, sino que es un sarcófago
exento, visible por los cuatro lados. Este tipo de enterramiento sigue
prototipos italianos.
La cama
es rectangular, con cuatro grifos en las esquinas y en el lateral izquierdo
dentro de un tondo san Juan Bautista (patrono del hospital) con relieves en
ambos lados representando el bautismo de Cristo y la decapitación de san Juan.
En el otro lateral largo dentro del tondo la imagen de Santiago Apóstol, en
alusión al obispado de Compostela que había ostentado el cardenal y escenas a
sus lados del traslado del cuerpo santo en una carreta. En el lado de los pies
se ve la Imposición de la casulla a san Ildefonso y en el otro medallón del
testero está labrada una Caridad acogiendo a tres niños, magnífica talla que
recuerda obras florentinas.
Sobre el
lecho mortuorio, en sus ángulos se encuentran las representaciones sedentes de
las virtudes cardinales y en los pies y cabecera unos angelotes sostienen unas
cartelas con el blasón del cardenal y una inscripción respectivamente. Encima
de este segundo piso del monumento funerario se puso la imagen yacente del
cardenal con vestiduras pontificales realizadas con sencillez y sólo grabados
recamados en la mitra y en la capa dalmática; también los almohadones muestran
únicamente un ligero adorno. Junto a la representación del cadáver se ven en
los laterales más largos, alegorías de amorcillos humillándose ante la muerte
simbolizada por medio de calaveras. Las manos de la imagen del difunto, a
diferencia de las del cardenal Cisneros que las tenía orantes sobre el báculo,
aquí Berruguete las pone caídas y crispadas. El rostro tiene una expresión muy
realista, ya que fue copiado fielmente de una mascarilla mortuoria de yeso que
se le hizo al difunto, y que sirvió a Berruguete para conseguir el retrato
exacto de rigor mortis del cardenal.
La
mayoría de los historiadores creen que Alonso Berruguete se valió de la
colaboración de algunos ayudantes como de Juan Bautista Vázquez el Viejo, en
los ornatos y relieves del sepulcro.