Nos
encontramos ante una obra pictórica, perteneciente al arte románico,
concretamente con el Cristo en Majestad o Maiestas Domini acompañado
de los cuatro signos tetramorfos. Hoy en día se sitúa en el Museo
Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona.
Se
trata de una pintura mural al fresco que decora la bóveda del ábside
central del templo de San Clemente de Tahull en el Valle de Bohí
(Lérida). En la Bóveda se representa ocupando casi la totalidad de
la misma a Cristo en Majestad sentado y encerrado en una mandorla. Su
nimbo y su cabeza rebasan el borde superior de la mandorla.
Aparece
vestido con una túnica y un manto que le cubre los hombros. La mano
derecha aparece levantada en signo de bendición y en la mano
izquierda sostiene, apoyándolo en su rodilla, un libro abierto en el
que se lee: Ego
sum lux mundi (Yo soy la Luz del Mundo).
A
un lado y otro de su cabeza aparecen el Alfa y la Omega como metáfora
de que Cristo es principio y final de todo. Todo el muro de la bóveda
aparece decorado con tres colores: azul, amarillo y negro. Sobre la banda azul, cuatro ruedas, dos a cada lado de Cristo
encierran un león y un toro; y en las más cercanas a Cristo, dos
ángeles que cogen del rabo y de una pata, respectivamente, al león
y al toro (símbolos de los Evangelistas San Marcos y San Lucas). En
los registros superiores se recortan dos ángeles, el de la derecha
lleva un libro (San Mateo), el de la izquierda un águila (San Juan).
La
composición es clara y sencilla, muy jerárquica. Establece un eje
de simetría a través del centro de Cristo y de su mandorla y pasa
por la ventana inferior. Hay los mismos personajes a un lado y otro.
El espacio principal se reserva para el Pantocrátor, luego el
tetramorfos y luego, más abajo para la Virgen y cinco apóstoles
bajo unos arcos figurados.
Las formas de expresión son
antinaturalistas, con poses muy estudiadas y expresiones serias, sin
individualidad ni humanidad, anatomías y rasgos parecidos, ropajes y
actitudes muy estilizados.
La Iglesia de San Clemente de
Tahull, junto con la de Santa María, constituye uno de los conjuntos
pictóricos mejor conservador de la pintura románica en la
Península. En 1934 fueron trasladados al Palacio de Montjuich, actual
Museo de Arte de Cataluña.
Nos
encontramos frente a una obra escultórica del arte románico, para
ser más exactos, estamos frente al Maiestas Domini o Cristo en
Majestad que preside el tímpano de la abadía de San Pedro de
Moissac. El material en el que está esculpido es la piedra y su
fecha de talla fue entre los años 1135-1130.
Antes de pasar a la descripción de nuestra obra, hagamos una breve introducción de la escultura y la pintura en el Románico:
El
principal papel de la escultura y de la pintura románica fue
instructivo, pedagógico y aleccionador. El clero utilizó las artes
visuales para que la población iletrada, que no sabía leer,
aprendiese las verdades de la Salvación mirando los “catecismos
pétreos” de la escultura en las portadas de los templos, y las
“biblias pintadas” en los muros de las iglesias.
Aparte
de su valor didáctico, las artes plásticas se conciben en el
Románico como revestimiento arquitectónico y están asociadas a la
decoración monumental. La escultura se desarrolla preferentemente en
los tímpanos abocinados y la pintura, en el cascarón del ábside.
La composición de estos espacios es similar. En el centro,
aureoleado por una mandorla, símbolo del poder divino, se destaca, a
mayor tamaño, la imagen de Jesús; el resto se fragmenta en frisos
horizontales y superpuestos donde aparecen personajes que secundan a
Cristo.
El
alargamiento desmesurado, las anatomías defectuosas y las
perspectivas extrañas son fruto del expresionismo y las perspectivas
extrañas son fruto del expresiovismo que los artistas imponen a los
temas apocalípticos, cuya epopeya del fin del mundo y del caos prima
en el período.
Ahora sí, pasemos a la
descripción de nuestra obra:
Nuestra
obra representa al Hijo de Dios sentado en un trono, con el Evangelio
en la mano izquierda y con la mano derecha en actitud de bendecir.
Aparece con bigote destacado, barba, los cabellos largos hasta los
hombros y viste con una túnica. Tras él encontramos una mandorla o
almendra mística, que ofrece un aire de divinidad. Las figuras
presentan una estructura jerárquica, en la que la figura con mayor
relevancia (Cristo) , tiene un tamaño superior a las demás figuras.
Lo constelan los cuatro animales del tetramorfos: el ángel de San
Mateos, el león de San Marcos, el toro de San Lucas y el águila de
San Juan. A su alrededor, una legión de serafines y la presencia de
los veinticuatro ancianos, que tocan instrumentos musicales y cantan
las alabanzas del Todopoderoso. Así lo vieron los profetas, así
regresará a la Tierra y así aparece esculpido en el tímpano de San
Pedro de Moissac y pintado al fresco en el ábside de San Clemente de
Tahull, en el leridiano valle de Bohí. y en la bóveda del Panteón
Real de San Isidoro de León.
Es
la visión clara de la majestad de Dios sentado sobre el trono del
universo, en la gloria celestial, a manera de rey soberano que se
presenta para juzgar a los hombres dando fe de la grandeza divina,
que es el principio y el fin de todos los tiempos. Ahora, desde el
poder absoluto, intervendrá en la vida de los humanos separando a
los creyentes de los que prefirieron los ídolos paganos.
El
modo de ser representado plásticamente es frontal, sentado en el
trono. En algunos casos exhibe los atributos de su triunfo, que son
las llagas de la Pasión en el Pórtico de la Gloria; en otros, como
en Carrión de los Condes o San Pedro de Moissac, bendiciendo con la
mano derecha y un libro en la izquierda como hemos citado
anteriormente.
La
imagen general de la Maiestas Domini no varía mucho en cuanto a
conservar el rigor del texto evangélico, debido a su fuerza
expresiva porque en todos los casos simbolizaba ser el dueño del
tiempo, ordenador del macrocosmos celestial y del microcosmos
terrenal, dueño del pasado, del presente y del futuro, y así
debería en-tenderse a través de su representación.
Origen del Maiestas
Domini:
Este
tema iconográfico tiene su origen en Egipto, hacia el siglo V. En un
principio se representaba a Cristo imberbe, entronizado y rodeado por
una mandorla,
y en su entorno por los cuatro seres vivientes alados, dos arriba y
dos abajo, organizando de este modo la imagen del rectángulo
cósmico.Se
hace esta representación a imitación de los textos de las liturgias
de las Iglesias
orientales.
En
occidente los seres vivientes aparecen como un busto, rodeando
también la imagen de Cristo en Majestad. En el escritorio de Tours
en Francia, en el siglo IX se dibujó una forma original que se
extendería después por todo occidente: alrededor de la figura
central se colocan en forma de rombo los seres vivientes acompañados
a veces por los profetas. A partir de este siglo el Cristo aparece
sentado sobre el globo terrestre universal y el círculo que rodea su
busto forma un ocho cuando se cruza con el círculo terrestre. El nº
8 simboliza la nueva Creación y también es alegoría del sacrificio
de Cristo en la cruz.
El
tema aparece pintado sobre todo en los ábsides prerrománicos y
románicos, en el primer folio de algunos evangeliarios y
en otros espacios, y en escultura puede verse en los capiteles,
tímpanos o frisos de las iglesias. A partir del siglo XII se
extiende de la misma manera en los edificios góticos. El tema
empieza a escasear a partir del siglo XIV hasta que desaparece y en
su lugar se pone de moda la iconografía del Juicio
Final.
Maiestas Domini en la
pintura:
Por último y para
finalizar, aquí dejo un vídeo sobre el Maiestas Domini y la
escultura y pintura románica en general:
Nos encontramos ante una imagen pictórica, realizada en el año 1123 y se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona.
Se trata de una pintura mural al fresco que decora la bóveda de cuarto de esfera de un ábside cristiano. Cristo en Majestad, encerrado en una mandorla, aparece sentado. Su nimbo y su cabeza rebasan el borde superior de la mandorla. Viste túnica y manto que le cubre los hombros; la mano derecha levantada vuelve su palma hacia nosotros. Los dedos índice, anular y pulgar los tiene derechos; el corazón y el meñique se doblan (convencionalismo para indicar bendición). En la mano izquierda sostiene, apoyándolo en su rodilla, un libro abierto en el que leemos: Ego sum lux mundi. Aun lado y otro de su cabeza aparecen el Alfa y la Omega. Todo el muro de la bóveda aparece ordenado en tres registros de colores: azul, amarillo y negro, de abajo arriba. Sobre la banda azul, cuatro ruedas, dos a cada lado de Cristo encierran un león y un toro; y en las más cercanas a Cristo, dos ángeles que cogen del rabo y de una pata, respectivamente, al león y al toro. En los registros superiores se recortan dos ángeles, el de la derecha lleva un libro, el de la izquierda un águila. Una banda con los nombres de la Virgen y de los Apóstoles separa esta parte de la cuenca del hemiciclo en el que, cobijadas bajo arcos y separados por la ventana del ábside, vemos las figuras (de izquierda a derecha) de Tomás, Bartolomé, María, Juan, Santiago y los restos de otra figura que, por las letras visibles en la parte superior, podría ser Felipe.
Su factura es de pincelada acabada y pastosa, con líneas bien definidas en trazos negros que delimitan contornos (pintura dibujada). El color cubre los espacios entre líneas con tonalidades cálidas. Son colores planos, sin modelado y con alto contenido simbólico. No hay estudio de luz, la cual es de procedencia ambiental y no produce contrastes. No hay interés por el espacio tridimensional, ni perspectiva ni contexto espacial pero sí tiene un contenido iconográfico que divide la escena por zonas de mayor o menor importancia. La composición es clara y sencilla, muy jerárquica. Establece un eje de simetría a través del centro de Cristo y de su mandorla y pasa por la ventana inferior. Hay los mismos personajes a un lado y otro. El espacio principal se reserva para el Pantócrator, luego el tetramorfos y luego, más abajo para la Virgen y los Santos.
Maiestas Domini o Cristo en Majestad es una iconografía del cristianismo utilizada tanto en pintura como en escultura y mosaico, que representa la figura de Cristo en actitud triunfante y que consta de unas característica particulares. Recibe también el nombre de Pantocrátor. Esta iconografía no debe confundirse con las Majestades o Cristo Majestad
que son crucifijos en que aparece Cristo con una túnica ceñida, con
expresión de estar vivo y generalmente con una corona. Este tipo de
iconografía fue muy común en la Cataluña románica.
Historia
Este tema iconográfico tiene su origen en Egipto, hacia el siglo V. En
un principio se representaba a Cristo imberbe, entronizado y rodeado
por una mandorla,
y en su entorno por los cuatro seres vivientes alados, dos arriba y dos
abajo, organizando de este modo la imagen del rectángulo cósmico. Se hace esta representación a imitación de los textos de las liturgias de las Iglesias orientales.
En occidente los seres vivientes aparecen como un busto, rodeando
también la imagen de Cristo en Majestad. En el escritorio de Tours en
Francia, en el siglo IX se dibujó una forma original que se extendería
después por todo occidente: alrededor de la figura central se colocan en
forma de rombo los seres vivientes acompañados a veces por los
profetas. A partir de este siglo el Cristo aparece sentado sobre el
globo terrestre universal y el círculo que rodea su busto forma un ocho
cuando se cruza con el círculo terrestre. El nº 8 simboliza la nueva
Creación y también es alegoría del sacrificio de Cristo en la cruz.
El tema aparece pintado sobre todo en los ábsides prerrománicos y románicos, en el primer folio de algunos evangeliarios y en otros espacios, y en escultura puede verse en los capiteles,
tímpanos o frisos de las iglesias. A partir del siglo XII se extiende de
la misma manera en los edificios góticos. El tema empieza a escasear a
partir del siglo XIV hasta que desaparece y en su lugar se pone de moda
la iconografía del Juicio Final o la Coronación de la Virgen.
Maestro de Tahüll
El Maestro de Tahüll, considerado como el más grande de los
pintores de murales del siglo XII en Cataluña (España) y también como el
más importante de los pintores románicos de Europa. Su principal obra
son las pinturas murales del ábside la de la iglesia de San Clemente de Tahull.
Se considera casi perfecta su manera de articular los espacios.
Dibuja los rostros de las figuras con gran realismo y estilización.
Utiliza en su gama cromática los colores carmín, azul y blanco. Se ha
llegado a pensar que trajo consigo desde Italia, además de las
herramientas, los materiales necesarios para su trabajo.
En 1123 el obispo Ramón de Roda
consagró la iglesia de Tahull y es muy probable que entrara en contacto
con este maestro, encargándole entonces la decoración del pequeño
ábside de la catedral de Roda de Isábena en Huesca.
Las pinturas de la capilla mayor de Santa María de Tahull
tienen bastante afinidad con las de san Clemente; el artista debía ser
del círculo del Maestro de Tahull, aunque su trabajo es menos genial y
con una gama cromática menos rica en en matices.
Ábside de San Clemente de Tahull
Es una pintura románica perteneciente al conjunto de la decoración mural de la iglesia de San Clemente de Tahull en el Valle de Bohí, donde se encuentra la mayor concentración de arte románico de toda Europa, con una iglesia por cada 25 km². Actualmente se expone en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Esta es una de las obras maestras del románico europeo. Su genialidad
reside en la combinación de elementos de diferentes visiones bíblicas
–las del Apocalipsis, Isaías y Ezequiel– para presentarnos al Cristo del
Juicio Final. Éste aparece desde el fondo provocando un movimiento
centrífugo de la composición, en la que domina el sentido ornamental de
los perfiles y la habilidad en la utilización del color para dar
volúmenes. Por su excepcionalidad y fuerza pictórica, la obra del
Maestro de Tahull se ha proyectado a la modernidad y ha fascinado a
artistas de las vanguardias del siglo XX, como Picasso o Francis Picabia.
Las pinturas que analizamos se encuentran divididas en dos franjas horizontales de distinto tamaño, separadas por una banda con textos. En la franja superior, que se corresponde con el cascarón o zona curvada en vertical de la bóveda, figura en posición central un Pantocrátor o Cristo en Majestad. Se halla sentado, apoyado sobre una franja curvada decorada con motivos vegetales. Lo rodea una mandorla decorada con perlas, en cuya parte superior apoya su cabeza y un nimbo de color blanco. Viste una túnica de color gris, a la que se sobrepone un manto de tono azulado. Su rostro, alargado y muy simétrico, presenta una mirada penetrante. Este Cristo Juez alza su brazo derecho en actitud de bendecir, mientras su mano izquierda sostiene un libro abierto en el que puede leerse la frase "EGO SUM LUX MUNDI" (yo soy la luz del mundo) escrita en letras capitales latinas. Además, muestra sus pies desnudos, sobresaliendo de la mandorla y apoyados en una media esfera. A izquierda y derecha de su figura aparecen las letras griegas alfa y omega.
Rodean al Pantocrátor, en la misma franja, cuatro ángeles que portan los símbolos de los cuatro evangelios. El que figura en la zona superior izquierda porta un libro (ya que el propio ángel es el símbolo del evangelio de San Mateo). Bajo él, otro ángel se acompaña de un león (San Marcos). El esquema se repite en la zona derecha, con las representaciones de un águila (San Juan) y de un toro alado (San Lucas). La composición se remata, en los extremos, con la presencia de sendos serafines, dotados de seis alas, en cuatro de las cuales se observan representaciones de ojos.
Todo este sector de la bóveda presenta un fondo de tres colores dispuestos en vertical; de abajo a arriba: azul, amarillo y negro. Las figuras situadas en el sector de fondo azul aparecen enmarcadas por círculos.
En la franja inferior se hallan representadas seis figuras separadas en dos grupos de tres por el arco que permite la iluminación interior del ábside. A nuestra izquierda se encuentran Santo Tomás, San Bartolomé y la Virgen. A la derecha figuranSan Juan, Santiago y San Felipe, cuya representación está prácticamente perdida. Sus nombres aparecen indicados en la banda que separa esta zona de la superior. Todas las figuras se sitúan bajo arcos rebajados sostenidos por columnas con capiteles con decoración vegetal. María porta un cáliz, mientras los apóstoles llevan libros que muestran al espectador.
En general las figuras aparecen contorneadas por líneas negras, a modo de siluetas dibujadas. Los trazos son bastante acusados y los colores están bien definidos. En toda la composición es evidente un interés por la simetría, establecida a partir del eje vertical de la bóveda y del arco del ábside. Además, tanto en el Pantocrátor como en las figuras del registro inferior se observa clara frontalidad en las representaciones, que no existe en cambio en los ángeles y símbolos del Tetramorfos. El hieratismo es, sin embargo, rasgo común a todas estas obras, que se caracterizan también por presentar una representación plana, con ausencia total de perspectiva.
La simbología del ábside de Tahull es bien evidente. Constituye una representación gráfica de un pasaje del Apocalipsis de San Juan, en el que describe la visión de Cristo entronizado rodeado por el Tetramorfos, que acabará simbolizando la obra de los cuatro evangelistas. Así pues, nos encontramos ante un tema de hondas raíces en la iconografía cristiana: la Maiestas Domini o Cristo en Majestad, que representa a Jesús todopoderoso en actitud de bendecir al mundo (que se halla a sus pies) pero cuyo rostro (serio y sereno al mismo tiempo) denota también la concepción de Dios-juez de las obras humanas. Como las letras griegas acreditan, él es principio y fin de todas las cosas; la luz del mundo, en definitiva, según reza la frase en latín. Debe, por tanto, el hombre seguir este mensaje divino, que le garantiza su salvación eterna.
Por otra parte, la disposición del conjunto pictórico en dos franjas horizontales viene a simbolizar la presencia de dos ámbitos paralelos: en el superior se representa el Cielo, en torno a Cristo; en el inferior se nos muestra a la Iglesia, mediante las figuras de María y los apóstoles.
sábado, 23 de febrero de 2013
MAIESTAS DOMINI
Material:Piedra
Localización: Portada occidental.Abadía de San Pedro, Moissac.
Fecha: 1115-1130
Nos encontramos ante un relieve medio de carácter pictórico, ya que las figuras aparecen con distinto resalte para crear profundidad y perspectiva.
Está realizado en piedra, un material bastante duro y resistente, que crea un aspecto compacto, de solidez y permiten una vida más duradera de la obra.
El tema representado es religioso, ya que se representa al Hijo de Dios rodeado de santos, profetas, y distintos personajes de los diferentes testamentos.
En lo referido a la expresión del tema, no siempre está en relación con el dominio de la técnica, por ejemplo, en la plástica románica se percibe un distanciamiento de la realidad, una postura antinaturalista que no se preocupa por representar la realidad tal como es.
En la composición se puede apreciar al Hijo de Dios sentado en un trono, con el Evangelio en la mano izquierda y bendiciendo con la derecha, que se identifica con el Pantocrátor del arte bizantino. Cristo aparece tallado en piedra al igual que todo el conjunto.
Lo constelan los cuatro animales del tetramorfos: el ángel de San Mateo, el león de San Marcos, el toro de San Lucas y el águila de San Juan. A su alrededor, una legión de serafines y la presencia de los veinticuatro ancianos, que tocan instrumentos musicales y cantan las alabanzas del Todopoderoso.
Esta composición aparece esculpida en el tímpano de la portada occidental de una Abadía, concretamente estamos hablando de la Abadía cluniacense de San Pedro de Moissac. Este tímpano se encuentra enmarcado en un arco abocinado, también de piedra al igual que todo el conjunto arquitectónico.
Maiestas Domini, San Pedro de Moissac El monasterio de San Pedro, cerca de Moissac (Languedoc, Francia) se encuentra situado en la Occitania francesa, en la región de Languedoc en el sur de Francia, en la ruta turonense del Camino de Santiago. Fue fundado como abadía en el siglo VII, pero en los siglos siguientes sufrió saqueo y destrucción por musulmanes (tras su derrota en Poitiers) y, más tarde, por los normandos, estando en completa ruina cuando el Abad Durand llevó a cabo la restauración espiritual y material de la abadía y consagró la iglesia (1063) bajo la advocación de San Pedro, Apóstol preferido de los cluniacenses. La iglesia actual es gótica de finales del siglo XV, pero respetaron intacta la portada de la iglesia. Esta portada parece que se construyó sobre el 1110-15, período del abad Anquetil, según constata un cronista abad del siglo XV, Aymeric de Peyrac. En el tímpano del pórtico se representa la visión descrita por San Juan en el Libro del Apocalipsis, junto con otras escenas bíblicas a los lados: Anunciación, Visitación y Huída a Egipto. Éstas últimas están plasmadas con un detallismo narrativo que sugiere que deben ser posteriores a las de la zona central del tímpano.
En el centro del tímpano está Cristo en Majestad, sedente, bendiciendo con la mano derecha y señalando el infierno con la izquierda, coronado con nimbo crucífero como Rey, rodeado del Tetramorfos (los cuatro evangelistas representados por sus símbolos: el toro de San Lucas, el león de San Marcos, el águila de San Juán y el ángel de San Mateo) y dos arcángeles alargadísimos llevando el rollo de las plegarias; ocupan todo el resto del tímpano las figuras de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis colocados catorce en un registro continuo a los pies del Pantocrátor y los diez restantes en dos registros paralelos, conteniendo tres y dos cada uno, respectivamente. La fuente iconográfica del tímpano, está en las miniaturas mozárabes, que los anónimos escultores seguramente habrían visto en la biblioteca del monasterio.
En las jambas de la puerta se plasma: a la izquierda, Isaías (por ser uno de los cuatro videntes y profeta mayor que anunciaba el nacimiento de Cristo); a la derecha, San Pedro (porque fue piedra angular de la Iglesia y primer sucesor de Cristo en la tierra; además, era patrón de Cluny a la que pertenecía este monasterio). El pilar parteluz contiene las seis leonas de la Revelación. En los laterales de la portada hay una serie de bajorrelieves. Se cree que fueron realizados varias décadas después del tímpano, pues presentan diferencias de estilo en las formas corporales y los plegados. A la izquierda, escenas de la infancia de Jesús, a la derecha hay representaciones alegórico-didácticas de la avaricia y la lujuria.
En la plástica románica se aprecia una diferencia entre las figuras dominantes que ocupan la posición clave de la composición y que están tratadas de manera hierática y monumental y las figuras pequeñas situadas en espacios secundarios, tratadas con mayor realismo. De ahí el contraste entre el solemne hieratismo del colosal Pantocrátor (ejecutado en relieve plano y frontal) y la expresiva delicadeza gestual de los ancianos (realizados en bulto redondo). Efectivamente, la figura de Cristo tienen un relieve aplastado, pero su volumen está sugerido por el vigor de los pliegues en forma de bandas, que delimitan superficies anchas de paños tensos. Los ancianos están esculpidos en bulto redondo prácticamente, de donde se deduce que la frontalidad plana de Dios es un efecto buscado y no una limitación técnica; los ancianos gesticulan y ofrecen unos rostros detenidamente esculpidos. El contraste expresivo es evidente: la fuerza solemne, sin concesiones delicadas, se concentra en la figura colosal del Pantocrator; la delicadeza, la expresividad sin concesiones a la fuerza se otorga a las pequeñas figuras de los lados y del friso inferior.Una visión rápida permite comprobar los arcaísmos propios del estilo románico: expresión solemne un tanto deshumanizada, trazos sumarios del rostro, rigidez en los miembros, convencionalismo en los tamaños, con la figura principal en gran tamaño y el resto más pequeña, posición simétrica de las figuras, ausencia de belleza ideal... Todo nos acerca a un arte rudo, plano, frontal. Pero una contemplación más detenida nos invita a seguir la fuerza de las líneas que se retuercen en ritmos diversos, o a admirar las contorsiones intrincadas de los cuerpos, especialmente, la de los veinticuatro ancianos. El autor se sentía movido a plasmar en la piedra las concepciones religiosas, los sueños de la fantasía y el sentimiento de una época de peregrinaciones. En este monasterio, como en el resto de los edificios románicos, la escultura se concentraba en los claustros y en las portadas. En este caso, las esculturas del Claustro están fechadas con seguridad por una inscripción en 1100. Los capiteles del claustro se distinguen por sus formas elegantes, el modelado de los ropajes y las composiciones plenas de vida. La mayoría de los capiteles, estudiados por Emile Mâle y H. Focillon, recogen temas del Apocalipsis, tomados del Libro de Daniel; su técnica y su temática se continúan en el Pórtico que hemos analizado. Las características estilísticas analizadas en esta portada son las propias de la plástica románica más clásica: el antinaturalismo, la rigidez, la falta de volumen, el inexpresivismo, la abstracción de la realidad visual, el intenso espiritualismo y fervor religioso. Todos estos elementos están presentes en las grandes obras escultóricas francesas: las portadas de San Sernín de Toulouse, La de la Magdalena de Vézelay, la de la Santa Fe de Conques o la de San Lázaro de Autun. Pero a lo largo de dos siglos la escultura no dejó de evolucionar, y en su última etapa, la riqueza en pliegues dinámicos y el bulto redondo muestran ya el olvido de la función arquitectónica y la búsqueda de efectos pintorescos o anecdóticos. Toda esta evolución es apreciable en las vestimentas, el volumen y las expresiones, como es apreciable en la Portada de San Trófimo de Arlés.