En la imagen podemos divisar el altar consagrado a Zeus y Atenea. Se trata de un altar de ofrendas, dedicado a Zeus y también a Atenea Niceforos-Victoriosa. Fue ubicado en la Acrópolis, colina sagrada que se alza sobre la ciudad de Pérgamo. Fue construido en el siglo II a. C., hacia el año 180-160 a. C., durante el reinado de
Eumenes II. El Altar fue erigido por el rey Eumenes II para
conmemorar sus victorias contra los celtas y para, a través de
su espléndido programa escultórico, glorificar sus gestas y dar un
descendiente divino al linaje atálida. Su estilo es clásico griego y corresponde al período helenístico.
Los altares en los recintos
sagrados eran comunes en la Antigua Grecia. Durante el Helenismo estos
altares alcanzaron una gran teatralidad y monumentalidad.
El
Altar fue descubierto en 1878 por el ingeniero alemán Karl Humann.
Excavaciones posteriores, que finalizaron en 1938, completaron el
hallazgo.
Actualmente se encuentra restaurado y reconstruido en Berlín, en el Staatlichee Museen.
Se trata de un altar de orden jónico, y esto lo sabemos por la tipología de sus columnas: fuste esbelto recorrido con estrías formando acanaladuras que se
estrecha ligeramente hacia el extremo, rematada por un un capitel
formado por un equino en forma de volutas y un ábaco. Es
próstilo, dispone de una fachada, y períptero, porque está rodeado completamente de columnas.
Fue construido en mármol blanco. El sistema constructivo es adintelado o arquitrabado, domina la línea recta. Se trata de un edificio de planta prácticamente cuadrada y se puede dividir en varias partes: el
altar era un gigantesco podio macizo, de unos 7 metros de alto, con una
amplia escalera para salvaguardar el desnivel que daba acceso a una columnata
jónica, que rodea la fachada adoptando una forma de U. Desde el centro de este pórtico, se accedía a un patio interior cerrado, donde se encontraba el altar de los sacrificios. Destaca la poca importancia que los griegos daban al interior de los templos, por eso, eran construidos para ser vistos desde fuera, para ser contemplados, y así plasmaban sus ideales estéticos.
El
altar desarrolla dos programas escultóricos, el friso que decoraba las
paredes exteriores del podio, a lo largo de más de 120 metros, se relataba la
Gigantomaquia, es decir, la lucha entre dioses y gigantes. La elección
de la Gigantomaquia no fue gratuita, era ideal para ser extrapolada a la
realidad del reino de Eumenes II: El rey de Pérgamo tenía como modelo
al poderoso Zeus, mientras que Atenea se convertía en su protectora y le
concedía la victoria. El friso quería dar a entender que, igual que
los dioses habían vencido a los brutales gigantes, los atálidas también
habían triunfado sobre la barbarie de los celtas invasores. En el patio
estaba un friso de dimensiones menores, que relataba la vida de Télefo, hijo de Hércules.
El Altar formó parte del aparato propagandístico del estado y la exaltación de la política de Eumenes II.