lunes, 19 de mayo de 2014






Con San Longinorealizada para ser colocada en uno de los nichos interiores de la iglesia de San Pedro del Vaticano,  Bernini entra en su etapa de madurez o, también llamadaAlto Barroco, que se caracteriza por la importancia conferida al ropaje para apoyar el impacto emocional. Las telas revolotean y se arrebujan en grandes masas de efecto claroscurista, que le permiten policromar la imagen con la luz. Anteriormente, en su etapa juvenil, había realizado los encargos mitológicos y bíblicos para el Cardenal Borghese en su villa (Villa Borghese), tales como Apolo y Dafne, Rapto de Proserpina o David). A partir de ahora, trabajará para su amigo el Papa Urbano VIII.
A partir de 1624 hasta el final de sus días, se ocupó exclusivamente de obras religiosas. En ésta, de la que se conservan más de treinta bocetos preparatorios, Bernini rompe con la idea de que la escultura había de estar hecha de un solo bloque de piedra. Al igual que muchos de sus grupos y figuras, su San Longino, se compone de múltiples piezas: la cabeza, el tronco, los brazos, el manto de delante y el manto de detrás.
Bernini acepta una única perspectiva. Sus estatuas están concebidas en profundidad, están compuestas como imágenes para un único y principal punto de vista. Juega con el sentido de la unifacialidad rompiendo, de esta manera, con la multifacialidad manierista.
Incorpora también en su obra otros rasgos esenciales de la plástica barroca, como es la teatralidad por medio del dinamismo. Sus figuras no sólo se mueven libremente en profundidad sino que parecen pertenecer al mismo espacio en el que el espectador se encuentra. Sus esculturas, distintas a la estatuaria renacentista, necesitan la continuidad del espacio que las rodea porque sin éste perderían su razón de ser, se descontextualiza-rían. Así, 
San Longino,que mira hacia la luz celestial que cae desde la cúpula, ha de ser contemplado dentro del espacio para el que fue concebido y en relación al espectador, pues es una representación.
A través del mármol nos transmite diversas texturas: el tacto de las ropas, con su grosor, diverge con la suave piel. La caída del ropaje, trabajada con magníficos pliegues que vuelan agitadamente, parece apoyar y participar en la actitud mental de la figura. El cuerpo exaltado de 
San Longino está casi oculto bajo la pesadez del manto: es la conquista del cuerpo por el ropaje.


La nueva importancia conferida al ropaje como factor determinante para reforzar el impacto emocional de la obra se encontrará durante los mismos años en las pinturas de Cortona, e incluso en las de un artista como Guido Reni.
En la composición sobresale al mismo tiempo la sencillez y el dramático movimiento acentuado por el cruce de diagonales de la lanza y los brazos, que forman a su vez un triangulo.
La figura contiene un profundo naturalismo, expresa un 
pathos extraordinario, un sentimiento muy influenciado por el manierismo y el helenismo. Uno de sus puntos de reflexión es la escultura de Miguel Ángel, y su otra fuente de inspiración es su conocimiento del mundo clásico.
La figura del centurión romano que había clavado la lanza en el costado a Cristo, crucificado en la cruz,  se alza como un gigantesco y retórico héroes; sus abandonados y pretéritos símbolos militares por el suelo, Longino se cubre con una amplísima capa, que adquiere el papel de objeto movido, abre los brazos en actitud declamatoria, parlante, demostrativa, vuelve los ojos hacia arriba y muestra su lanza probatoria. Firmemente apoyado sobre el terreno, Longino compone una figura triangular que queda encerrada en el espacio del nicho pero que, al mismo tiempo, lo rellena, dinámicamente, con su trayectoria diagonal, abriéndose hacial la lanza y, virtualmente, hacia el altar mayor. El gesto grandilocuente de su contraposto amplifica la direccionalidad de una fitura estática; unas superficies siempre rugosas, que absorben la luz sin reflejarla, se convierten en el vehículo de unas texturas palpitantes, tímidamente claroscuristas. El manto vuelve a convertirse en factor esencial; se agita, palpita al compás de los sentimientos del santo más que con el movimiento de su cuerpo, repite como un eco amplificador su más elocuente anatomía, subraya sus gestos y los enmarca, como si poseyera vida propia y fuera capaz de dar cuenta de la transformación milagrosa que se ha producido en el ánimo del que la viste y contagiar sus efectos a través de su visión. Bernini había descubierto una correlación objetiva de la emoción religiosa que confiere profundidad psicológica a la figuración.
Durante casi cincuenta años, Bernini trabajó simultáneamente en múltiples empresas, muchas de ellas se realizaron durante largos períodos de tiempo en los que incorporaba cambios y alteraciones mientras el desarrollo de la obra lo permitía. Así, necesitó diez años para finalizar esta monumental escultura, pues no la dio por terminada hasta 1641.
Gian Lorenzo Bernini esculpió este Longinos colosal, de más de tres metros, para ser ubicado en una de las hornacinas que decoran los grandes pilares que sustentan la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma, realizada por Miguel Ángel.

Gian Lorenzo Bernini es la figura culminante del espíritu barroco italiano. Marca con su sello toda una época y basta su obra para comprender y sentir el barroco italiano. Bernini dominó todas las disciplinas artísticas, pero por encima de todo su vocación fue la escultura. Los rudimentos de la profesión los adquiere con su padre, que en 1605 se traslada de Nápoles a Roma. A partir de entonces, el joven Bernini copia las antigüedades grecolatinas del Vaticano y admira el arte de Miguel Ángel. Años después sus contemporáneos lo consideraran el Miguel Ángel del siglo XVII. Su técnica será perfecta y su virtuosismo genial lo desarrolla desde la juventud. A él le atrae lo decorativo, la exuberancia y el misticismo. El modelado de la curva y la multiplicidad de planos conducen a la aparatosidad y la conmoción. Su virtuosismo es excepcional al hacer que el mármol se convierta en carne, telas o vegetales. Sus características principales serán el movimiento exaltado y en plena acción, la búsqueda de calidades texturales, la violencia expresiva y un profundo naturalismo. El material que utilizó fue el mármol y tanto las figuras aisladas como los grupos tendrán un punto de vista frontal. Y es que Gian Lorenzo Bernini fue una persona sumamente creyente que trasladó toda su devoción cristiana a las formas artísticas, a las esculturas en concreto. Ejemplos de ello los podemos ver en muchas de sus obras como en la Tumba de Urbano VIII que también se conserva en la basílica de San Pedro, en el famoso grupo arquitectónico-escultórico de " El éxtasis de Santa Teresa", o en las escultura de Santa Bibiana o del Profeta Habacuc, conservadas en sendas iglesias romanas, la de santa Bibiana y la de Santa María del Popolo, respectivamente.



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