lunes, 12 de noviembre de 2012

Friso de las Panateneas.



Mármol. 160 por 1,05 m. Museo de la Acrópolis (Atenas) y M. Británico (Londres).

Fidias concede a sus personajes un aire majestuoso y semidivino, sean dioses u hombres. Es la culminación de una belleza serena que radica en su equilibrio físico y moral, en su paz interna.
Acuñará unos modelos definitivos de dioses. También aporta novedades formales, como la representación de los ropajes mediante pliegues que modelan el cuerpo que cubren (técnica de los paños mojados).
Tenemos referencias de numerosas obras suyas. Un grupo lo constituyen las esculturas de dimensiones colosales en bronce (Atenea Prómacos, ya mencionada), acrolíticas (maniquí de
madera cubierto de placas de mármol y oro, como la Atenea Area de Platea), o criselefantinas (de
oro y marfil, como la también citada Atenea Pártenos, o el Zeus de Olimpia).
Sin embargo, su obra más importante es la decoración del Partenón de Atenas que formaba parte del programa político y religioso de Pericles. El frontón de la fachada oriental, la principal, representa el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, y el asombro de todos los dioses ante un día tan singular. El frontón occidental narra la competición entre Atenea y Poseidón por la posesión del Ática; la primera consigue el triunfo con la concesión del olivo a los hombres. De las cuarenta esculturas que componían los frontones sólo se conservan once.
Las 92 metopas (de 1,5 metros de altura) narran cuatro leyendas míticas de la historia de Grecia: la gigantomaquia o luchas entre los titanes y los dioses; la centauromaquia o lucha de
Teseo, el héroe y rey mítico de Atenas, contra los centauros; amazonomaquia, que simboliza las recientes guerras contra los persas; y episodios de la guerra de Troya. Las diferentes escenas,
trabajadas en altorrelieve, presentan una gran diversidad compositiva que hace que las figuras se liberen del marco.
Queda por último el largo friso del muro exterior de la cella que representa la solemne procesión de la Gran Panatenea. Son 160 metros de bajorrelieve que la recogen de forma continuada, como en una película. En los laterales y en la fachada occidental aparecen los atenienses, muchos a caballo, otros portadores de ánforas, carros con ofrendas y animales para sacrificar. En la fachada oriental asistimos a la llegada de la procesión al templo, y a la entrega de un peplo para la diosa por parte de las doncellas atenienses. Lo recibe el arconte basileus, autoridad religiosa de la ciudad, y toda la escena es observada por los doce dioses principales, sentados en sus tronos, y de mayor tamaño que los atenienses.
Destaca en primer lugar la variedad: la procesión no es monótona, repetitiva, como en las procesiones similares orientales. Se diferencian las posturas, las actitudes: hay adultos y niños, las personas se mueven, hablan discretamente entre ellas, se vuelven hacia alguien que va detrás; los caballos hacen cabriolas, las reses avanzan lentamente... Sin embargo esta variedad queda conjuntada por un ambiente solemne, religioso y grave que envuelve por igual a bestias, hombres y dioses.
Por último, debe tenerse en cuenta que el friso queda sobre el muro, bajo la columnata que rodea el Partenón. La iluminación no era básicamente frontal, sino que procedía en buena medida desde abajo, reflejada por el suelo de mármol blanco. De este modo se acusaba fuertemente el claroscuro, a pesar de ser bajorrelieves.

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