viernes, 5 de diciembre de 2014

La emperatriz Teodora ofreciendo un cáliz de oro a San Vital.

     Nos encontramos ante una obra pictórica perteneciente arte bizantino y, concretamente, a la decoración musivaria. Se trata del mosaico de la emperatriz Teodora, esposa de Justiniano, ofreciendo un cáliz de oro a San Vital acompañada por los miembros de su séquito.


     Se trata de la utilización de la horneación de multicolores teselas cuadradas de pasta vítrea y las combinaron con piezas laminadas de oro, plata y nácar. Al ser reflejada el brillo del sol o de la luz de las velas sobre estas obras, se observaba un fulgor en ella que fascinaba a los visitantes.

     En la obra observamos la presencia de los miembros de la corte, refiriéndonos a las dos figuras que se encuentran justo en el lado izquierdo. A su lado derecho se encuentra Teodora, la cual soporta el cáliz y en la parte inferior de su vestimenta encontramos la representación de los tres reyes magos. Al lado de Teodora se encuentran Antonia y Juana, familias de Belisario, y por último, al margen derecho nos encontramos con la presencia de las cinco doncellas.

    Su significado se encuentra en la ofrenda del cáliz de oro que le hace la emperatriz Teodora, esposa de Justiniano, a San Vital.

     Dicho mosaico se sitúa en el muro sur del ábside en la Iglesia de San Vital en Rávena, Italia. En la decoración musivaria los decoradores fijaron una iconografía oficial y adjudicaron un lugar en el templo para cada asunto sagrado. El ábside se reservó a Cristo en Majestad, que aparece sentado sober el globo del universo (Crosmocrátor) y le cortejan ángeles y santos. A partir del año 431 se representó en la cabecera de la iglesia a la Theotocos: María sentada con el Niño en brazos, sirviéndole de sede.

En la cúpula, los profetas rodean la mano de Dios saliendo de una nube y en las pechinas cuatro serafines les hacen escolta. El testero de los pies se ocupa con el Juicio Final. Los mosaicos más importantes se conservan en las iglesias de San Apolinar el Nuevo y San Vital.

La crisis iconoclasta la inicia León III en el año 726 asesorado por consejeros que sentían aversión por las representaciones humanas de carácter religioso. Aducían en el decreto de prohibición y destrucción de los iconos que su culto provocaba la supertición.

La decoración musivaria conocerá un magnífico renacimiento entre los siglos X y XII y podemos observarlo en el retrato del emperador Miguel VI, prosternado ante la imagen del Pantocrátor, en el que parece estar pidiéndole perdón por sus antecesores. Los temas iconográficos se renuevan, su localización en el templo varía y las figuras pierden hieratismo, sufren alargamiento y ganan gesticulación. El Pantocrátor pasa a ocupar la cúpula mientras la Virgen se mantiene en la concha del ábside. Los programas se enriquecen con la presencia de Deesis: la plegaria de María y la Anástasis: el descenso de Jesús a los infiernos, que en Bizancio se instrumentalizó como la Resurrección.

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