La Calumnia.
La Calumnia de Apeles o simplemente La Calumnia es la última obra
mitológica realizada por el pintor renacentista Sandro Boticelli.
Boticelli (1445 – 1510) fue una de las figuras más relevantes del Quattrocento italiano, su estilo grácil y amable le sirvió para ganarse los favores de los más afamados mecenas florentinos.
En La calumnia de Apeles nos encontramos con una tabla de pequeñas dimensiones – apenas 90 cm de largo y 60 cm de altura- que fue realizada en torno a 1495 en temple sobre tabla.
En realidad, no son muchos los datos que tenemos sobre esta obra lo cual ha
suscitado diversas versiones. La tabla sería una reinterpretación de la obra de La Calumnia del pintor clásico
Apeles; según cuenta la leyenda, parece ser que Apeles podría haber
pintado la obra como consecuencia de una acusaciones vertidas por un pintor
rival quien aseguraba que el pintor clasicista había conspirado contra Ptolomeo
IV. Otros historiadores piensan que la obra pudo venir motivada por ciertas
habladurías que acusaban a Boticelli de mantener relaciones incestuosas con sus
aprendices.
Así en la tabla del florentino encontramos dos partes bien diferenciadas: a la izquierda del cuadro aparece el rey -quizás Midas- con orejas de burro, él será el encargado se dictar la sentencia. Aparece flanqueado por dos figuras femeninas con los rostros distorsionados que le susurran maldades, la sospecha y la ignorancia.
Encabezando al grupo central encontramos una figura masculina, el rencor, que lleva de la mano a una joven, la calumnia. Ésta aparece ajena a todo el ajetreo de su alrededor y en la mano porta una antorcha que haría referencia a como la mentira se extiende con la misma facilidad que el humo.
En la derecha, una figura femenina y desnuda, que nos recuerda al Nacimiento de Venus, señalando al cielo donde realmente se hará justicia; es la verdad, y de ella emana una luz brillante que se extiende por toda la composición. A su lado aparece una anciana vestida de negro que se gira para mirar a la verdad, la penitencia.
La obra se desarrolla en el interior de una arquitectura de carácter clasicista muy decorada con relieves y esculturas.
En las obras de Botticelli se conjuga a la perfección la destreza técnica de su dibujo con un amable y grato colorido.
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