martes, 26 de enero de 2016

Tímpano de Santa Fe de Conques

Nos encontramos ante un conjunto de representacines gráficas acotadas una profunda arquivolta en bóveda de cañón con arco de medio punto. Devido a esto podemos deducir que se trata de la decoración escultórica de un tímpano.Podemos observar como en el centro de la imagen, el Miestas Domini preside el tímpano. También se puede observar la recreación del Juicio Final mediante mostruosas figuras, sobre todo en la parte superiopr al dintel.También se puede ver diferentes iconografías como ángeles, sacerdotes, la cruz..También se observa como el tímpano se encuentra en negativo, es decir, existe un abocinamiento haci el interior. Y por último, se pueden ver algunas imágenes descoloridas dando lugar a pensar de que podía ver existido una policromía.


Atendiendo a la teoría, podemos saber que nos encontramos ante la representación del Juicio Final(1130-1135)en el tímpano de la abadía cluniacense de Santa Fe, Conques(Francia). Se trata de una representación de carácter románico.En cuanto al significado de las esculturas nos encontramos:
En la composición destaca la figura central de Cristo en Majestad (Maiestas Domini) dentro de una mandorla que simula con nubes un espacio celeste. En este caso Cristo no aparece como un juez severo, portando desafiante el libro de la Ley, sino indicando al peregrino el camino de salvación con la derecha, levantada hacia el signo de la cruz que portan dos ángeles en el registro superior, mientras que con su mano derecha hacia abajo hace al ademán de apartar a los malditos. Su majestad queda realzada tanto por el acompañamiento de dos ángeles con candelabros en la base, alusión a la luz que representa Cristo, y otros dos con cartelas en la parte superior.  Bajo los pies de Cristo, aparece el arcángel San Miguel pesando las virtudes y los pecados de las almas frente a la burlona figura de Satanás que, con sonrisa sarcástica y empujando con el dedo la balanza, intenta hacer trampas para quedarse con un alma. En la parte superior y a cada lado, los ángeles tocando trompas anuncian el comienzo , el momento en que comienza la resurrección de la carne y cada cual tiene que enfrentarse a su juicio personal.Tras de él, los ángeles llevan la Cruz, el hierro de la lanza y los clavos evocadores de la Pasión.
 
El Paraíso continua en el registro central, a la izquierda del espectador, donde los elegidos, se dirigen hacia Cristo. En el extremo izquierdo los santos son guiados por un ángel, apuntándose como Santiago el que camina apoyado en un bordón y a su lado el monje Arosnide, el que robara las reliquias de Santa Fe en Agen y las trajera a este lugar. Delante de ellos, el abad Dadom, fundador de la abadía, porta un báculo y conduce de la mano al emperador Carlomagno, su benefactor, caracterizado con corona y cetro, ambos acompañados de un séquito de cuatro personajes. 

En un espacio privilegiado aparece la Virgen en su papel de intercesora ante Cristo. Junto a ella San Pedro, portando un báculo y una llave de gran tamaño, y un abad no identificado, posiblemente Oldoric, promotor de las obras cuando se labró el tímpano. Sobre ellos cuatro ángeles sujetando cartelas con referencias a las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, y una alusión a la humildad.
 
 
Los suplicios continúan en el registro intermedio, donde dos ángeles armados impiden a los condenados escapar del Infierno, uno portando un escudo y una espada y otro una lanza estandarte. Junto a ellos, otros dos ángeles orientados a Cristo, uno portando el Libro de la Vida y otro agitando un incensario. Más a la derecha, a dos niveles; arriba un abad aferrado a su báculo es devorado por un monstruo y unos monjes son atrapados con una red por otro demonio; a su derecha es pisoteado un hereje que porta un libro; junto a él un falsificador de moneda es tirado de la barba. Más abajo aparece un rey desnudo atrapado por un diablo que burlonamente se arrodilla ante él; a su lado son humillados dos monjes indignos; en el extremo dos diablos burlones cuelgan por los pies a los borrachos.  La secuencia comienza con la figura de San Miguel pesando los pecados y un ángel, ( que no aparecen en la foto a la derecha ) a la izquierda del tabique central, abriendo la puerta del Paraíso a los elegidos y conduciéndoles de la mano al interior de un edificio con seis arquerías y lámparas colgantes. Bajo la arquería central aparece Abraham acogiendo en su seno a dos jóvenes santos, mientras que a los lados se colocan por parejas profetas, apóstoles y santas, dos de ellas portando tarros de ungüentos.  
 
En el nivel más bajo, en la parte central a la derecha, un demonio que arroja a los condenados a las fauces del infierno. 
En un espacio caótico presidido por la figura central de Satanás, al que un diablo cuchichea en la oreja mientras sujeta una serpiente entre sus genitales y pisotea a un hombre barbado. A su lado aparece el castigo de los siete pecados capitales, como la soberbia a la izquierda, representada por un caballero desmontado a golpes de su caballo; a su lado la lujuria, con una mujer adúltera con los pechos al aire y el cuello amarrado al de su amante; la avaricia, con un ahorcado con la bolsa de dinero al cuello; la envidia, con un calumniador al que cortan la lengua; la ira, con un personaje al que un diablo hace burla golpeando su cabeza; la pereza, representada por un hombre acostado al que otro diablo sume entre las llamas; en el extremo derecho la gula, con un goloso empujado sobre la olla. Sobre el dintel una frase amenazadora: "Pecadores, si no cambiáis vuestras costumbres, sabed que sufriréis un juicio temible".  Podemos contemplar a Sainte-Foy ( Santa Fe ) bajo la mano de Dios, junto a unas cadenas de prisioneros a los que ella ha liberado. Afortunadamente esta obra maestra de la escultura románica, se conserva completa y en muy buenas condiciones, a pesar de que a finales del siglo XIV fuera trasladada desde su ubicación original y colocada bajo un gablete con función de pórtico.

lunes, 25 de enero de 2016

Pórtico de la Gloria



La obra que a continuación vamos a comentar se trata de la portada oeste de la Catedral de Santiago de Compostela, conocida como el Pórtico de la Gloria, realizado entre 1168 y 1188 por el maestro Mateo. Nos encontramos, por tanto, ante una obra arquitectónica, es la portada de entrada a la catedral, y escultórica, pues toda ella se encuentra recubierta de esculturas que obedecen a un programa iconográfico complejo.

El conjunto escultórico fue obra de taller aunque bajo la supervisión del maestro Mateo. La desigualdad en las imágenes ha llevado a la conclusión de que existiera dicho taller. Aún así, el conjunto es, sin duda, uno de los de mayor calidad, no sólo del románico español, sino del europeo y llama poderosamente la atención la vida que se desprende de cada una de las figuras que rompen con el hieratismo e inexpresividad tan característicos del estilo románico. Se ha señalado la influencia de la escultura francesa en esta obra, aunque los cierto es que las proporciones, el movimiento, la expresión sonriente de los rostros, los ropajes que marcan la anatomía que cubren más que esconderla, así como muchos otros detalles, nos anuncian un cambio, no solo en la escultura,que avanza hacia el naturalismo que será característico en el gótico, sino una nueva sensibilidad religiosa, más amable y próxima al ser humano. Los ancianos de la arquivolta así como los profetas y apóstoles de las jambas se giran y se comunican entre ellos. también podemos observar como aun quedan restos de policromía en las esculturas.


La decoración de este pórtico, como es normal en el románico, va más allá de la función decorativa, teniendo otra función mucho más importante, didáctica dirigida hacia una población mayoritariamente analfabeta sobre los misterios de la Salvación. 

El Maestro Mateo quiso plasmar en  el pórtico de la Gloria  la historia de la Salvación de la Humanidad. Así, la puerta situada a nuestra izquierda nos representa la entrada al limbo, esto es, el estado de las almas de los difuntos que vivieron antes de la llegada de Cristo, mientras que el pórtico central estaría dedicado a la misión salvadora de Cristo, visible en las heridas  e instrumentos de la Pasión, transmitida a través de los evangelistas, mientras que al fondo podemos contemplar las almas de los que ya se encuentran en presencia de Dios. Por último, la entrada de nuestra derecha simbolizaría la entrada al purgatorio, esto es, el paso intermedio en el que las almas deben pulgar sus culpas antes de ir a gozar de la presencia de Dios. Por otro lado, en las jambas situadas a la izquierda del parteluz central, el ocupado por Santiago, aparecen representados distintos profetas que simbolizan la Iglesia anterior a la llegada de Cristo, mientras que los situados a la derecha de Santiago ya representan a los apóstoles que anuncian la Iglesia nueva resultado de la misión salvadora de Cristo. No hay que olvidar la decoración minuciosa de los capiteles y basas con representación de seres fantásticos en lucha con hombres y las basas que muestran el difícil camino seguido por el Hombre con sus caídas, como las herejías, en el pórtico de la izquierda, o los pecados capitales, en el de la derecha, aunque con el mensaje positivo del Hombre nuevo que surge de la Salvación, justo en la base del pilar central y la victoria del Hombre en el extremo derecho, donde aparece representada la Iglesia nueva.
















domingo, 24 de enero de 2016

Maiestas Domini

Nos encontramos ante una obra pictórica, perteneciente al arte románico, concretamente con el Cristo en Majestad o Maiestas Domini acompañado de los cuatro signos tetramorfos. Hoy en día se sitúa en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona.


Se trata de una pintura mural al fresco que decora la bóveda del ábside central del templo de San Clemente de Tahull en el Valle de Bohí (Lérida). En la Bóveda se representa ocupando casi la totalidad de la misma a Cristo en Majestad sentado y encerrado en una mandorla. Su nimbo y su cabeza rebasan el borde superior de la mandorla.
Aparece vestido con una túnica y un manto que le cubre los hombros. La mano derecha aparece levantada en signo de bendición y en la mano izquierda sostiene, apoyándolo en su rodilla, un libro abierto en el que se lee: Ego sum lux mundi (Yo soy la Luz del Mundo).

A un lado y otro de su cabeza aparecen el Alfa y la Omega como metáfora de que Cristo es principio y final de todo. Todo el muro de la bóveda aparece decorado con tres colores: azul, amarillo y negro. Sobre la banda azul, cuatro ruedas, dos a cada lado de Cristo encierran un león y un toro; y en las más cercanas a Cristo, dos ángeles que cogen del rabo y de una pata, respectivamente, al león y al toro (símbolos de los Evangelistas San Marcos y San Lucas). En los registros superiores se recortan dos ángeles, el de la derecha lleva un libro (San Mateo), el de la izquierda un águila (San Juan). 

La composición es clara y sencilla, muy jerárquica. Establece un eje de simetría a través del centro de Cristo y de su mandorla y pasa por la ventana inferior. Hay los mismos personajes a un lado y otro. El espacio principal se reserva para el Pantocrátor, luego el tetramorfos y luego, más abajo para la Virgen y cinco apóstoles bajo unos arcos figurados.

Las formas de expresión son antinaturalistas, con poses muy estudiadas y expresiones serias, sin individualidad ni humanidad, anatomías y rasgos parecidos, ropajes y actitudes muy estilizados. 

La Iglesia de San Clemente de Tahull, junto con la de Santa María, constituye uno de los conjuntos pictóricos mejor conservador de la pintura románica en la Península. En 1934 fueron trasladados al Palacio de Montjuich, actual Museo de Arte de Cataluña.

sábado, 23 de enero de 2016

La catedral de Santiago de Compostela.

Nos encontramos ante una obra arquitectónica, perteneciente al arte románico, concretamente con la catedral de Santiago de Compostela, situada en La Coruña, España.

Estamos ante una iglesia de peregrinación que surge de a raíz de una tradición antiquísima la cuál proclamaba que Santiago el Mayor vino a predicar el Evangelio a España; luego regresó a Palestina, donde fue martirizado. Sus discípulos embarcaron entonces su cuerpo y lo trasladaron por mar a Galicia, pero la tumba fue abandonada y, con el paso del tiempo, su memoria se perdió. La leyenda agrega que un prodigio invitó a localizar los restos del Santo: comenzaron a verse por la noche 'luces ardientes' sobre el sepulcro.
El campus stellae (campo de estrellas), como se denominó el paraje milagrosamente iluminado, la ciudad de Compostela en honor del Apóstol. 
Francia inauguró la peregrinación abriendo en su territorio el Camino de Santiago. Los peregrinos partían todos los años de cuatro localidades: Tours, Vézelay, Le Puy y Arlés.
El trayecto de cada etapa era de unos 30 kilómetros diarios, la duración del itinerario oscilaba entre uno y dos meses. La dirección aparecía marcada en la Vía Láctea y bastaba con seguir las estrellas.

Cinco eran estas iglesias de peregrinación: San Martín de Tours, San Marcial de Limoges, Santa Fe de Conques, San Saturnino de Tolosa y Santiago de Compostela. Las cuatro francesas presidían cada uno de los itinerarios que podían elegirse para emprender el camino a Galicia. 



La Catedral de Santiago de Compostela se inició en 1075 bajo el obispo Diego Peláez y la dirección arquitectónica de los maestros franceses Bernardo el Viejo y Roberto. Las obras se interrumpieron. Hubo que esperar a 1100 para que el Maestro Esteban reemprendiera los trabajos. A partir de esta fecha, el ritmo laboral se sigue con relativa precisión: se consagró el presbiterio. Se abrieron las puertas de Platerías y Azabachería. El siguiente paso fue levantar las naves.

Sus características arquitectónicas han sido resumidas: grandeza de dimensiones, con el propósito de acoger al mayor número de fieles que se concentraba en las grandes solemnidades, y perfecta circulación de entrada y salida en el templo, que se hacía por las naves laterales. De este modo el peregrino podía orar ante los altares-relicario de la girola, y presentir los restos del santo que había originado la construcción del santuario, custodiados en una cripta bajo el presbiterio.




El interior de la catedral se divides en tres naves. La central posee un ancho de 10 metros y alcanza una altura de 22, cubriéndose con bóveda de cañón. Las naves laterales, de menor altura y unos 5 metros de anchura lo hacen con bóvedas de aristas. Sobre dichas naves laterales se alzan tribunas que asoman a la nave central mediante arcos geminados. Sus vanos exteriores proporcionan iluminación a la parte superior de la nave central, lo que contrasta con la mayor penumbra de la zona inferior.

Las bóvedas se sostienen mediantes pilares compuestos que presentan columnas adosadas, organizadas de forma tal que la columna que mira hacia la nave central se eleva a lo largo de toda la altura de la misma, hasta alcanzar el inicio del arco fajón correspondiente. El transepto se organiza también en tres naves en cuyos extremos se abren sendas portadas al exterior. Por otra parte, en uno de sus lados mayores este transepto presenta cuatro absidiolos, dispuestos dos a cada lado de la cabecera. Sobre el crucero se alza un cimborrio. En toda este enorme transepto se alzan también tribunas sobre las naves laterales.

La cabecera de la catedral es de amplias dimensiones y dispone de una girola con cinco capillas radiales en los absidiolos. De ellas, la central presenta al interior forma absidada, mientras que al exterior se cierra con testero plano.
Todo el espacio interior del templo está organizado de manera que los fieles (tras concluir aquí su peregrinación hasta la tumba del apóstol Santiago) pudiesen acceder a la catedral por la portada de los pies y recorrerla hasta llegar a la girola, en cuyo espacio central se encuentra el sepulcro del citado apóstol. Todo este camino interior del edificio permite que puedan desarrollarse sin interferencias las ceremonias religiosas.



El Maestro Mateo amplió la longitud de los pies y dotó a la fachada principal del Pórtico de la Gloria, en cuyo parteluz la imagen del Apóstol saludaba a los peregrinos con la frase evangélica en un pergamino: 'Dios me envió'.

Santiago de Compostela es uno de los mejores ejemplos de iglesia de peregrinación que se construyen durante el Románico. Esta obra resume perfectamente las ideas de este estilo que nació en Francia y se difundió por Europa a través de los caminos de peregrinación, cruzadas y monasterios. Un estilo al servicio de la religión, los privilegiados y el Feudalismo.
Santiago simboliza la importancia de la ciudad y de la sede obispal en la que se encuentra situado el sepulcro de uno de los doce apóstoles. En este sentido, la propia planta de la iglesia es imagen de la cruz de Cristo que murió para la salvación del mundo. 
Pero, por otro lado, la construcción simboliza el poder que van adquiriendo los reinos cristianos del Norte frente al mundo musulmán, Al-Andalus, que domina la mayor parte de la Península. 
Además,  esta catedral presenta influencias del arte romano, como el arco de medio punto, la bóveda de cañón y los sillares de piedra, y del arte paleocristiano, como es la planta basilical, de cruz latina.

Puerta de las Platerías


En esta imagen nos encontramos frente a la Puerta de Platerías, situada en el brazo sur del transepto de la Catedral de Santiago de Compostela, España. Fue construida entre 1103 y 1104, y su escultor fue Maestro Esteban. Esta portada está tallada sobre piedra. En su origen estuvo policromada, pero hoy día no se conserva. 

En la Puerta de Platerías asistimos a una composición especialmente abigarrada con una tendencia evidente al "Horror vacuii", donde no sólo se acumulan figuras en sus tímpanos, jambas y friso superior, sino que las enmarcan todo tipo de elementos arquitectónicos, arcos lobulados, "mochetas", columnas sogueadas, etc. Aunque esta acumulación de piezas ornamentales, que llegan a adquirir una cierta apariencia caótica, es también producto de las vicisitudes por las que ha pasado la Puerta a lo largo del tiempo, de tal forma que su aspecto actual dista mucho del original, entremezclándose esculturas procedentes de otras puertas junto a las originales.

Es igualmente magnífico el trabajo de las cabelleras, de los pliegues de las túnicas, con caídas onduladas que crean efectos rítmicos de luces y sombras, el tratamiento volumétrico, sólido y casi exento, la fuerza y el vigor de las formas, e incluso en ocasiones un naturalismo que permite completar su innato simbolismo con una cierta carga de emotividad y humanismo.

La portada de las Platerías o Meridional es el único pórtico románico exterior que se conserva de la catedral de Santiago de Compostela. La obra de Platerías destaca, aparte de por su riqueza iconográfica, por las tallas magníficas del maestro de Platerías, caracterizadas por su fuerte expresionismo de ojos grandes y abiertos en los que a veces para mayor efectismo se les excavaba el iris que se rellenaba con pasta. Sus puertas dan acceso a la nave central del transepto desde la fachada sur de la catedral.
 

La obra en su conjunto responde a las características que definen la escultura románica de su periodo pleno, su adaptación al marco arquitectónico, su esquematización anatómica, y su grafía clara y concisa, en este caso de talla exquisita.

Estructuralmente el conjunto se organiza en dos puertas con sus arquivoltas de medio punto abocinadas, tímpanos esculpidos y jambas de columnas adosadas a un piar y machón central. El contenido iconográfico de este pórtico presenta un desorden en la organización de las imágenes, derivado de los destrozos causados por el incendio del año 1117 y los añadidos de relieves procedentes de la desaparecida fachada norte o Francigena.

Por un lado, en el tímpano de la derecha, en la parte superior encontramos a la Virgen María  aparece  bienaventurada con su hijo en Belén y la Epifanía de los Reyes Magos de Oriente, y la estrella y el ángel que los conduce hacia el portal de Belén. En la parte inferior nos encontramos con la Pasión de Cristo. Ahí lo podemos ver atado a la columna a manos de los judios y azotado, mientras que Pilatos aparece sentado en su trono en actitud de juez.



Por otro lado, en el tímpano de la izquierda aparece Cristo sometido a las tentaciones de ángeles con aspecto muy feo y violento, demonios. Cristo resiste a las tentaciones de estos. 

 

Con respecto a los maestros creadores de este pórtico, podemos decir que los relieves que habitan aquí son fruto de diferentes manos, entre las que cabe destacarse: por un lado, el maestro de la Traición, a este de le atribuye los relieves de la Pasión de Cristo, los ángeles trompeteros y los Reyes Magos. Y por otro lado, el maestro Esteban, el cual realizó las imágenes de mayor calidad. Sus figuras tienen los ojos saltones, los pómulos hinchados y los labios gruesos.



En las jambas de ambas puertas también se sitúan magníficas tallas, sobresaliendo sobre todas las del rey David músico, la creación de Adán, Cristo en Majestad, la mujer de los leoncitos, etc. El friso se remata por canecillos y metopas, que lo separan de una parte superior que abre otros dos arcos, en este caso lobulados y con arquivoltas decoradas con ostentosos motivos vegetales, culminando el conjunto con una balaustrada con pináculos, construida en siglos posteriores.



Las columnas, unas de mármol y otras de piedra, tienen esculpidas bellas imágenes de flores, hombres, aves y animales. El mármol es de color blanco.
Fuera de los tímpanos, enmarcando la portada encontramos a Jesucristo Pantócrator, ángeles trompeteros,bestiarios o signos del Zodiaco, la Expulsión del Paraíso y al Rey David músico (obra del maestro Esteban que también procede de la portada norte) En toda la portada se observa las características del estilo románico: adaptación al marco, “horror vacuii” (no dejar ningún hueco sin relieves), ausencia de naturalismo, perspectiva jerárquica, etc.

En la confluencia de las dos arcadas, sobre ellas y en el friso se distribuye un gran número de relieves. Encontramos a Cristo, los endemoniados, Abraham saliendo del sarcófago y ángeles trompeteros.

En cuanto al friso superior situado sobre las arquivoltas y el Crismón, mezcla figuras de distinta procedencia, destacando del conjunto la figura de un Cristo, ya del S. XIII, rodeado por los apóstoles. En el friso resplandece con hermosura un llamativo conjunto de piezas de mármol blanco. Se amontona como en un rompecabezas el Pantocrátor, en posición central, acompañado de Santiago, San Juan, seres fantásticos procedentes de los bestiarios medievales, cipreses y signos del Zodíaco

También en el friso se dispone la expulsión de Adán y Eva –procedentes de la Puerta del Paraíso- que se completan con las relieves de la creación ubicados en los contrafuertes. A la primitiva portada norte pertenecería la excepcional imagen del rey David tocando la cítara que se ubica actualmente en el contrafuerte occidental.  

Finalmente, sobre los ciborios, hay cuatro ángeles con sendas trompetas que anuncian el día del juicio.

 

Maiestas Mariae 1123.




Nos encontramos frente a una obra pictórica del arte romano, para ser más exactos, estamos frente al Maestro de Tahull, que representa a la Maiestas Mariae recibiendo la adoración de los Reyes Magos. Es una pintura al fresco de revestimiento mural que tiene su origen en el 1123 y se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona).


Procede de la iglesia leridiana de Santa María, de Tahull. Su iconografía como Trono del Salvador y mediadora entre Dios y los hombres deriva de la Theotocos bizantina. La presencia de los Reyes Magos, componiendo el misterio de la Epifanía, está inspirada en el evangelio apócrifo del Pseudo Mateo: “Después de transcurridos dos años vinieron a Jerusalén unos Magos […] la estrella iba delante sirviéndoles de guía […] entraron en la casa y encontraron al Niño en el regazo de su Madre”

El tema representado es la Maiestas Mariae, iconografía bizantina derivada de la Virgen Kiriotissa. En ella, la Madre sirve como trono del Hijo, rodeados ambos por la mandorla mística. Cristo, con el pergamino de la Ley en la izquierda, bendice con la derecha mientras recibe el homenaje de los Reyes Magos (Epifanía). Estos llevan las ofrendas con las manos veladas en señal de respeto, iniciando Melchor una genuflexión o proskinesis ante la divinidad. Sobre sus cabezas aparecen las estrellas del relato evangélico.

En la zona inferior aparece, bajo una galería de arcos, el Colegio Apostólico compuesto, de izquierda a derecha, por: San Andrés, San Pedro con su pelo blanco, San Pablo, representado calvo, y San Juan Evangelista que sostiene su libro con la mano velada, señalándolo con el dedo.

La división entre ambas zonas se realiza a través de una cinta continua representada de forma zigzagueante en perspectiva.


La técnica empleada es el fresco sobre revoco de yeso y con retoques al temple.

La composición es simétrica y adaptada al marco. El eje, tanto visual como temático, es la Virgen con el Niño en la parte superior, utilizando la ventana real del ábside en la zona inferior. A ambos lados se desarrollan figuras en paralelo que en el Colegio Apostólico son organizadas por medio de recursos arquitectónicos (arquería simulada). Junto a la Virgen, y debido al número impar de los personajes, el autor recurre a una serie de recursos para equilibrar la imagen. Entre ellos se destaca la postura de piernas abiertas de Melchor que, en espacio, ocupa la misma zona triangular de Gaspar y Baltasar. Por otra parte, el leve giro de Cristo, bendiciendo hacia nuestra izquierda, refuerza visualmente esta zona, dejando ambas partes equilibradas.


El dibujo, como es habitual en la época, resulta fundamental en la creación de la imagen. Para los perfiles se utilizan líneas gruesas que separan las figuras y delimitan los distintos campos cromáticos. También son empleadas con cierta frecuencia las líneas paralelas muy juntas en los pliegues que intentan generar, aunque sea de una forma bastante más mental que visual, claroscuros en los paños. En bordados y arquitecturas fingidas aparece un mayor detallismo a la hora de representar pedrerías y adornos fuertemente influidos por la estética bizantina y las obras contemporáneas de orfebrería.

Por lo general, se busca un fuerte rigor geométrico en todo el dibujo, prescindiendo del detalle en favor de trazos simples y amplios.

El color es plano y sin tonalidades que sólo se consiguen a través de las líneas paralelas ya citadas. Suelen aparecer muy saturados, entre otras causas debido a la escasa iluminación que tendrían estas iglesias en el momento en el que se decoran.

La luz, como también es norma en la época, es casi inexistente. En el románico no se utilizan los conceptos de la luz ambiente o foco lumínico, pues los personajes se sitúan en el espacio atemporal de lo divino, fuera de las experiencias ópticas. Sólo en los ya citados plegados o en ciertas zonas de manos y caras existe un tímida intención de crear claroscuros, de nuevo más mentales que visuales.

En cuanto a las figuras, son las suyas figuras frontales e hieráticas, sin intención de expresión ni volumetría. Se trata de una herencia bizantina en donde el autor, más que representar personas reales, trabaja con arquetipos, con ideas visuales fuera de lo temporal y cotidiano. Sus convencionalismos proceden de su ámbito divino, expresamente lejano del mundo real en donde vive el fiel.