Nos
encontramos ante una obra arquitectónica, perteneciente al arte
gótico, concretamente con la Catedral de Notre Dame, situada en
Reims, Francia. En el espléndido catálogo de catedrales europeas, Reims representa el ideal arquitectónico de la armonía gótica y el símbolo de la realeza francesa, al tenerse que coronar obligatoriamente a los monarcas en su recinto.
La fachada de la Catedral de Reims se encuentra dividida por tres puertas de arcos apuntados abocinadas. Los tímpanos están ocupados por vidrieras mientras que la decoración escultórica ha pasado a ocupar la parte superior, sobre las portadas y enmarcadas por gabletes. Esta decoración es peculiar de Reims y es uno de los elementos que nos permiten su identificación. Sobre la portada se abre un gran rosetón en el centro, así como ventanas con tracerías góticas en ambos flancos. Ésta se remata con un friso formado por esculturas de reyes y a los lados dos torres de sección cuadrada que destacan por su fina decoración a base de tracería gótica que hacen de las torres un de juegos de vanos y muros que crean un efecto de gran ligereza.
El lateral del edificio lo vemos recorrido por los contrafuertes exteriores y los arbotantes, uno de los grandes prodigios del gótico, que recogen los empujes laterales de las bóvedas interiores permitiendo la apertura de grandes vidrieras que iluminen el interior. Así mismo podemos ver la nave del crucero, de mayor altura que las laterales que nos indica que nos encontramos ante una planta de cruz latina.
La
catedral de Reims, es junto con la de Chartres y Amiens, los tres
ejemplos por excelencia de la arquitectura gótica francesa. Este
edificio muestra las características del nuevo estilo, la búsqueda
de la altura y la ligereza del edificio, visible por la gran cantidad
de ventanas y vanos que predominan sobre el muro en contraposición
al estilo románico de épocas anteriores.
Esta nueva concepción
arquitectónica se debe fundamentalmente a los avances que se logran
en los sistemas de cargas de manera que arbotantes y contrafuertes
recogen el peso de las bóvedas del exterior liberando al muro de la
función de carga y haciendo posible la apertura de grandes ventanas
y rosetones que inundan el interior del templo de luz que,
fragmentada en colores a través de las vidrieras, parecen anticipar
al cristiano una visión terrenal de la Jerusalén celestial.
Está
decorada con esculturas, éstas también muestran un cambio en la
sensibilidad religiosa, de manera que el naturalismo irá ganando
terreno, las esculturas irán liberándose de su marco arquitectónico
y comenzarán a expresar sentimientos que, como el ángel de la
Anunciación de la jamba de la portada central, sonríe en una
expresión amable que poco o nada tiene que ver con la escultura
románica.
La construcción del edificio puede rastrearse con facilidad, gracias a que los diferentes maestros que se sucedieron en la dirección de las obras, grabaron su nombre en el laberinto que adorna el pavimento de la nave central y tuvieron la precaución de constatar su labor en tan formidable fábrica.
Los planos se deben a Jean de Orbais, quien proyectó una descomunal cabecera, que ocupa la mitad del templo. Le sustituyó Jean le Loup, que edificó el atrofiado transepto e inició las naves, inagurándose el monumento en 1241. Posteriormente en 1244, Gaucher de Reims prolongó las crujías y decoró las tres puertas de los pies. Por último, en 1255, Bernard de Soisson timmbró la fachada con un rosetón calado de trazado nervioso. El ascendente espacio interior de Reims, bañado de claridad, resultó un alarde técnico y un prodigio místico de la época.
El
gótico, del que la Catedral de Reims es uno de sus primeros y más
bellos ejemplos, sembrará las ciudades europeas de hermosas
catedrales, templos y edificios en los que la búsqueda de la luz y
la elevación de sus elementos arquitectónicos serán los elementos
más reconocibles.
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