Nos
encontramos ante una obra pictórica del arte barroco, para ser más
exactos, estamos frente a pintura de Pedro Pablo Rubens titulada El
triunfo de la Ia Furia, la Discordia y el Odio realizada
en el año 1628. Es una pintura al óleo sobre tabla cuyas medidas
son 86 x 91 cm, y se encuentra en el Museo del Prado (Madrid).
UN
POCO DE HISTORIA...
En
1625 la archiduquesa Isabel Clara Eugenia encargó a Rubens el diseño
de una serie de diecisiete tapices con destino al Monasterio de las
Descalzas de Madrid. Tratan el tema de la Eucaristía, dogma
principal del catolicismo que la infanta defendía como princesa
soberana de los Países Bajos meridionales. Las escenas fueron
concebidas por Rubens a modo de desfiles triunfales, simulando ser
telas colgadas de arquitecturas barrocas, que provocaban una
efectista duda entre realidad e imagen artística. Las seis tablas
que custodia el Prado forman parte del proceso necesario para la
realización de los tapices: son los modelos pintados por Rubens en
los que se basan los cartones, mucho mayores, que los tapiceros
usaron para confeccionar los tapices. Durante el siglo XVIII, cuatro
de los cuadros sufrieron añadidos en sus cuatro costados y dos en su
parte inferior y superior, los cuales han sido retirados para
recuperar la composición original de las obras.
DESCRIPCIÓN
DE LA PINTURA
El
triunfo de la Iglesia es
la más grande de las escenas que diseñó Rubens para la serie de la
Eucaristía. El tapiz estaba probablemente destinado a ocupar un
lugar central sobre el altar de la iglesia del convento de las
Descalzas Reales.
Las
pinturas de la serie, más que bocetos previos,
son modelos perfectamente acabados, con gran riqueza de detalles,
destinados a servir de guía para la confección de los tapices. La
propia naturaleza del tapiz hace que la gama cromática, al igual que
los contrastes entre luces y sombras típicos de Rubens, sean más
planos que en otros trabajos suyos, lo que no impide que sean obras
muy bellas y elaboradas. Todas las pinturas del ciclo se estructuran
de idéntica forma, simulando una arquitectura con una columnata y
un friso,
ante la cual se despliega un tapiz fingido en el que se desarrolla el
tema. Es un artificio característico del Barroco (cuadro
dentro del cuadro)
destinado a reforzar el carácter teatral y equívoco de la imagen.
En
la obra que nos ocupa, la escena se desarrolla ante una
columnata salomónica,
ante la que dos querubines despliegan el tapiz. Dos elementos
sobresalen tanto por su posición central en el cuadro como por
encontrarse superpuestos en trampantojo:
la cartela que debía mostrar el título (que aparece vacía; en el
tapiz final, lleva la inscripción ECCLESIAE
TRIVMPHVS)
y un jeroglífico o
símbolo en la parte inferior: un globo terráqueo rodeado por una
serpiente que se muerde la cola (el ouroboros,
símbolo de la eternidad), un timón, una palma y una rama de roble,
símbolos respectivamente del gobierno recto, el triunfo y la
fortaleza. Todos estos símbolos, junto con las guirnaldas de frutas
y los angelotes, que representan la abundancia, aluden a las virtudes
características de la Iglesia.
El
tapiz fingido es una escena compleja, llena de simbolismo, con
numerosas figuras muy vivaces y movidas; Rubens muestra en ella su
dominio del lenguaje alegórico, su facilidad compositiva y sobre
todo, su innata capacidad de generar dinamismo y movimiento en sus
composiciones.
La
escena es un cortejo triunfal al modo de los desfiles de los
emperadores romanos. Una cuadriga de
caballos blancos introduce la composición por la izquierda,
precedida de tres figuras femeninas que sostienen las riendas o
acarician a los caballos; una cuarta mujer, de la cual solo
apreciamos la parte posterior, precede a todo el cortejo. En el aire,
espíritus angélicos tocan trompetas; uno de ellos, con forma
femenina, porta una corona de laurel y una palma. Montado sobre uno
de los caballos, un ángel mancebo, coronado de laurel, porta
el conopeo,
sobre el que se muestran las llaves de oro y plata de los papas.
Tras él, un querubín lleva
las riendas del carro, mientras vuela sobre él la paloma
del Espíritu
Santo entre
glorias de ángeles y resplandores. Sobre el carro, de oro y adornado
con gemas, una matrona, vestida de seda plateada y manto púrpura,
sostiene una gran custodia con la Eucaristía. Un ángel sostiene
la tiara
papal sobre
ella, mostrando que representa a la Iglesia Católica.
El
carro de la Iglesia, en su marcha triunfal, abate y arrolla unas
figuras oscuras que apenas se pueden asomar entre las ruedas: una de
ellas, huesuda y con una tea, representaría la Furia o la Ira; otra,
con la cabeza ensortijada de serpientes, figura la Discordia;
mientras que un hombre barbado gesticula bajo las ruedas del carro,
personificando el Odio. Cierran la composición por la derecha dos
rudas figuras masculinas, atadas con cuerdas, una con los ojos
vendados (la Ceguera) y la otra con orejas de asno (la Ignorancia);
ambas muestran haber sido dominadas y reconducidas por una mujer que
sostiene un candil encendido en lo alto, como personificación de la
Verdad.
Las
pinturas muestran la faceta más decorativa y efectista del arte de
Rubens. Constituyen un perfecto ejemplo de arte propagandístico,
destinado a reafirmar la fe de los fieles en los dogmas negados
por el protestantismo, como la presencia real de Cristo en la
Eucaristía. No hay que olvidar que los Países
Bajos españoles se
encontraban en ese momento en medio de diversos conflictos de índole
religiosa, que habían llevado a la separación de las Provincias
Unidas de los Países Bajos del
dominio de España en 1579.
Para saber más sobre Pedro Pablo Rubens
Por
último,
aquí dejo un vídeo sobre los tapices de nuestro autor realizado por el Museo del Prado.
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