martes, 21 de abril de 2015

David de Bernini

Se trata de una obra escultórica en la que se ha trabajado de manera magistral el mármol. El tratamiento del mármol llega al punto de que el escultor es capaz de trabajar las calidades  con un mismo material: carne, paños, incluso la piedra y la honda han sido trabajados de manera primorosa. Es una escultura individualizada, en la cual se plasma a David como un  joven pastor en el momento previo a lanzar la piedra al gigante filisteo. 

Las superficies son lisas, observamos como la luz resbala sobre el cuerpo sin crear demasiados contrastes. Tan solo  el rostro y el pelo alborotado, así como los paños  o el zurrón incorporan efectos del claroscuro.

Esta escultura fue concebida para ser colocada frente a una pared, de manera que el punto de vista, único, permitiera percibir la intensidad máxima, incluso la violencia, del movimiento. Sus líneas expresivas, que contraponen pierna-cuerpo-cuello al giro de la cabeza y del brazo que sostiene la piedra en la honda, contribuyen a reflejar la tensión previa a la acción inminente. También lo hacen el rostro, compendio de tensión y concentración en los labios contraídos, los músculos rígidos, las fosas nasales hinchadas, el ceño fruncido y la mirada resuelta.

El David de Bernini contrasta con el de Miguel Ángel, clásico, contenido, meditabundo, y, al proponer la acción en desarrollo, supera el estatismo de la escultura renacentista.

Bernini recibió lecciones de su padre, cuya influencia se aprecia en sus primeras obras, que revelaron su gran talento. Al principio se interesa  por la escultura helenística, con obras que imitaban este estilo: Ángel con el dragón. También crearía obras como La cabra Amalthea con niño y un pequeño fauno en 1615, y entre 1621 y 1625 las cuatro obras que lo consagrarían como un maestro de la escultura. Bajo la égida de la poderosa familia Borghese, el joven Bernini restauró y creó esculturas clásicas aportando una vibración emocional nueva al mármol, un genial toque en el que alentaba ya el espíritu del Barroco. Se trata de los cuatro Grupos Borghesianos, basados en temas mitológicos y bíblicos que fueron encargados por el cardenal Borghese. Estas obras fueron Eneas, Anquises y Ascanio, basado en la Eneida, el Rapto de Proserpina, el David y Apolo y Dafne

Retratista de papas y reyes, y considerado como el arquitecto más representativo del barroco italiano, heredero de la fuerza escultórica de Miguel Ángel, su habilidad para plasmar las texturas de la piel o de los ropajes, así como su capacidad para reflejar la emoción y el movimiento, fueron asombrosos. Realizó numerosos encargos para ocho pontífices en una etapa de máximo esplendor de la Iglesia. Urbano VIII, un gran admirador de Bernini, le nombró arquitecto de Dios al considerarle perfecto para sus proyectos urbanísticos y arquitectónicos. El primer encargo que recibió fue en 1623, se trata de la estatua de Santa Bibiana, en la Iglesia de Santa Bibiana en Roma, después trabajaría en la Basílica de San Pedro. El papa quería un nuevo altar cubierto por un enorme baldaquino apoyado en cuatro gigantescas columnas salomónicas de bronce y fue construido entre 1624 y 1633. En 1627 comienza la construcción del Mausoleo de Urbano VIII, que fue acabado con años de retraso. Posteriormente realiza una de sus obras cumbres, el Éxtasis de Santa Teresa; la Fuente de los Cuatro Ríos, en la Plaza Navona de Roma, y la escultura La Verdad. En San Pedro finaliza la decoración interior con la Cátedra de San Pedro, situada en el fondo del ábside. En el exterior construye una columnata elíptica, espacio dedicado a ceremonias públicas, que representa el abrazo de la iglesia a todo el pueblo. Sus trabajos en San Pedro finalizan con la Scala Regia, entrada oficial al palacio apostólico.

Alejandro VII le encargó la escultura de su sepulcro, un monumento que representa al papa, arrodillado y acosado por La Muerte, y que contiene cuatro figuras alegóricas: la Caridad, la Verdad, la Prudencia y la Justicia. Su última obra fue El busto del Salvador.


domingo, 19 de abril de 2015

Cristo atado a la columna de Gregorio Fernández


Gregorio Fernández. Cristo atado a la columna. (1619).
Madera Policromada. 117 cm. Iglesia penitencial de la
Vera Cruz. Valladolid.

   Nos encontramos ante el Cristo atado a la columna de Gregorio Fernández, una imagen de bulto redondo y tamaño natural tallada en madera policromada, en la que se representa a cristo de pie en su flagelación. Las superficies se encuentran muy bien acabadas, con una gran perfección anatómica, consiguiéndose texturas como la de la sangre con gran veracidad.

    Encuanto al punto de vista, al tratarse de una talla procesional, ha sido planeada para poderse contemplar desde todos sus ángulos, además la posición del cuerpo genera en la imagen determinadas sombras que dan sensación de veracidad. Pero además la imagen ofrece cierto movimiento, al aparecer en la actitud de queja tras el latigazo, aún así con su mirada ofrece clemencia y misericordia.

Cristo de la Columna restaurado.

   Por otro lado la obra de Gregorio Fernández es muy amplia, en ella destaca también la Piedad y el descendimiento de Cristo. Además podemos decir que en todas sus imágenes se observa la veracidad y el dramatismo de la escuela castellana.



Parroquia del Sagrario de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Sevilla.


Miguel de Zumárraga, Alonso de Vandelvira y Cristóbal de Rojas. Iglesia del
Sagrario.
1618. Sevilla.

   Nos encontramos ante un edificio religioso, más concretamente la Iglesia Parroquial del Sagrario de la Catedral de Sevilla. Se trata de un edificio con planta de cajón, al contar con una nave única con capillas adosadas, además de un transepto no proyectado hacia el exterior, levantándose sobre el crucero una gran cúpula. En el edificio el muro cumple una función de cierre y sustentante, si bien los pilares y pilastras adosadas, cumplen una función estructural fundamental. Las cubiertas son abovedadas, utilizándose la bóveda de arista para cubrir el edificio. Además cuenta con numerosos vanos que aportan mucha luz, así como con una serie de puertas enrejadas acabadas en arco de medio punto, para dar acceso a las distintas capillas. Las fachadas conservan líneas rectas con hermosas portadas, recordando en cierto modo más al estilo renacentista que al barroco propiamente dicho.

Portada de acceso a la Parroquia del Sagrario desde la Avenida de
la Constitución (Antigua calle Génova)

   En el interior de este bello edificio, podemos encontrar multitud de elementos decorativos, en primer lugar podemos hablar del tratamiento de cantería de las bóvedas, decoradas con motivos vegetales en bajorrelieve, cuando comenzamos a bajar encontramos una tribuna con balaustradas rícamente decorada, sobre al que aparecen expresivos grupos escultóricos tallados en piedra, además las pilastras se decoran con un tratamiento de líneas rectas. Por otro lado las rejas que cierran las capillas, son también de gran mérito artístico estando decoradas con motivos propios de la advocación que acogen en su interior. Por otra parte, tanto las capillas, como el transepto, como el altar se decoran con ricos retablos, entre los que destaca el retablo mayor, proveniente del desparecido convento Casa Grande de San Francisco y realizado en el taller del insigne imaginero Pedro Roldán.

Taller de Pedro Roldán. Retablo Mayor del Sagrario de Sevilla.

Labor de cantería en los relieves de la Parroquia del Sagrario.

   En otro orden de cosas, el edificio produce un gran contraste con su entorno, al tratarse de un edificio barroco, que se encuentra junto a una catedral gótica y al patio de los naranjos de estilo almohade. Aunque es de tener en cuenta, que en la Catedral de Sevilla, se conjugan todos los estilos artísticos con gran armonía, haciéndola un conjunto artístico de un valor incalculable.

   Por último tenemos que decir que la iglesia del Sagrario, sirve para establecer las bases del templo de cajón, que se hará muy popular para las capillas e iglesias del sur de España e Iberoamérica.


sábado, 18 de abril de 2015

Retrato ecuestre del duque de Lerma de Rubens.


Pedro Pablo Rubens. Don Francisco de Rojas,
Duque de Lerma
(1603). Óleo sobre lienzo.
283 x 200 cm. Museo del Prado, Madrid.

   Nos encontramos frente a una pintura realizada al óleo sobre lienzo, se trata del Retrato ecuestre del Duque de Lerma realizado por Pedro Pablo Rubens. En el cuadro aunque el dibujo aparece bien definido, podemos ver una primacía del color con una pincelada bastante suelta, además se usa la gradación tonal para generar volumen y sombras; es una obra muy luminosa con tonos muy vivos como el azul cielo, el blanco del caballo o los tonos vegetales.

   En cuanto al esquema compositivo podemos encontramos al duque a caballo en un primer plano mientras de fondo se ve en un segundo plano una batalla, representando el primer plano la línea vertical que se refuerza con los árboles, mientras el segundo plano rompe la verticalidad con la línea horizontal. 

    La tridimensionalidad, se produce con el paisaje diluido como fondo y la gradación progresiva de del tamaño de las figuras que se pierden en el fondo. El  cuadro representa el poder del duque de Lerma que aparece como un general victorioso a lomos de su corcel.

   Esta es sin duda una de las grandes obras de Rubens, aunque el autor tiene otras obras como, el Descendimiento y la Elevación de la Cruz, el Triunfo de la Eucaristía, el Autorretrato con su Esposa o las Tres Gracias.

Detalle de la obra.



San Longinos de Bernini


Gian Lorenzo Bernini. San Longinos (1629-1638). Mármol. 440 cm.
Basílica de San Pedro del Vaticano, Roma.

   Nos encontremos frente a una imagen de bulto redondo, que representa a cuerpo completo y de pie a San Longinos, realizada por Bernini.

   La escultura está tallada en mármol, conservando el color blanco propio de este material. Al mismo tiempo. Además el tratamiento de la talla de los ropajes es muy cuidada generando pliegues muy protuberantes y agitados, además la escultura ha sido pulimentada, lo que ofrece una sensación de suavidad y a la misma vez de ligereza, como si las ropas fueran agitadas por el viento.

   La imagen se encuentra colocada en el interior de una hornacina, con lo que ha sido diseñada para ser contemplada frontalmente, aunque podemos observar como la imagen se encuentra bien acabada en todo su conjunto. Además por su emplazamiento en el interior de la Basílica de San Pedro del Vaticano, aunque se encuentre en una zona luminosa, sabemos que su contemplación se refuerza con la iluminación artificial, que en origen sería la luz de las velas o lámparas de aceite. Además los pliegues generan una serie de sombras en los ropajes.

  La imagen es de grandes dimensiones, aunque se encuentra muy bien proporcionada con una medida de ocho cabezas, además la postura es brusca realizando un escorzo con el pie y la lanza adelantada.

   La imagen representa a San Longinos con sus atributos, entre los que destaca la lanza con la que traspasó el costado de Nuestro Señor Jesucristo para comprobar si había muerto y cumpliéndose la profecía emanó sangre y agua.

   Por otro lado la producción artística de Bernini en la escultura fue bastante amplia, destacando esta imagen sobre manera, aunque también realizó obras de gran valía como el éxtasis de Santa de Teresa, la tumba de Urbano VIII o el Retrato del duque Francisco I d´Este.


   


jueves, 9 de abril de 2015

El Buen Pastor.

Nos encontramos ante una obra pictórica, perteneciente al arte barroco, en concreto , al realismo barroco de Murillo.



Observamos la imagen del niño Jesús con gran ternura y a su lado una oveja. La obra se caracteriza por su difuminado, y por los colores claros que transmiten a la persona que lo observa una sensación pacífica y de tranquilidad.

El pequeño pastor es representado con ropa color rosa clarito, y en su mano derecha porta un palo, característico de los pastores. Su mano izquierda reposa en el animal, mientras este, mirando al lateral, se muestra tranquilo y obediente permaneciendo a su lado.

La obra esta ubicada en el campo, a sus lados nos encontramos tierra, rocas e hierbas, y al fondo, se encuentran el resto de ovejas que el pastor posee en un ganado. Por lo tanto, hace gran referencia a la naturaleza.

La obra fue creada por Bartolomé Murillo en 1655-1660 en óleo sobre lienzo y sus dimensiones son de 123 x 101 cm. Se encuentra actualmente en el Museo del Prado, Madrid.

Bartolomé Esteban Murillo pertenece a la generación siguiente a Velázquez y presenta diferencias biográficas con su paisano. Renunció a la Corte por vivir en Sevilla y tampoco visitó Italia, por lo que no gozó de esa libertad del pintor sin encargos que tuvieron los artistas de cámara, cuyo único trabajo fue retratar al Rey, y hubo de ganarse la vida con la venta de sus obras.

La sociedad le recompensó con la fama, aplaudiendo sus creaciones; la belleza de sus Purísimas, la ternura de sus Niños Jesús y la delicadeza de sus Maternidades. Los románticos extranjeros dividieron el estilo de Murillo en tres períodos: frío, cálido y vaporoso. El primero corresponde a la etapa juvenil. Deriva de su admiración por Zurbarán y se caracteriza por los fuertes contrastes de luz, la precisión en el dibujo y la pincelada lisa. Obras de esta fase inicial claroscurista son los cuadros que representan a la Virgen del Rosario con el Niño y a la Sagrada Familia del pajarito, donde el artista "desdramatiza" los sentimientos religiosos, tras la pavorosa epidemia de peste.

El período cálido se inicia en 1656 con el San Antonio de la catedral hispalense; Murillo comienza a pintar gigantescos cuadros, incorpora los efectos de contraluz venecianos. El tenebrismo desaparece, la pincelada se hace suelta y el colorido brillante. En los lienzos del retablo mayor de los Capuchinos de Sevilla se inicia ya el glorioso tránsito hacia su espléndido final pictórico.

El período vaporoso es el típico de sus últimos años, cuando el color se hace transparente y difuminado. De 1669 son grandes cuadros para los altares laterales del convento de capuchinos, que completan su intervención en este centro: San Francisco abrazado al Crucificado, La adoración de los pastores y Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna.

Hasta su fallecimiento, Murillo concentró toda su gracia pictórica en las apoteósicas visiones de la Inmaculada y en las representaciones infantiles; Los niños de la concha, San Juanito con el cordero.

El carácter afable de estos temas piadosos encuentran su correlato en el ámbito profano: Muchachos comiendo empanada, Muchachos comiendo uvas y Muchachos jugando a los dados, cuyas escenas callejeras, carentes de amargura, le convierten en un precursor del Rococó.

Santa Casilda.

Nos encontramos ante una obra pictórica, perteneciente al arte barroco, y en concreto, al naturalismo tenebrista de Zurbarán.




Se trata de un retrato. Es representado con ropajes cuyos colores son cálidos: amarillo, naranja, y azul, significando esto una recuperación lenta del color.

Se intenta plasmar la atención del observador en la imagen y por ello se utiliza un fondo liso, color negro. La Santa tiene en sus manos unas flores, que milagrosamente, han sufrido una transformación, puesto que anteriormente eran panes que ocultaba en los pliegues de la falda.

Representa a la santa, hija de un rey taifa de Toledo, que fue sorprendido por los musulmanes cuando trataba de pasar comida a los cautivos cristianos. Se creó en el año 1640, es un óleo sobre lienzo cuyas dimensiones son  184 x 90 cm y actualmente se encuentra en el Museo del Prado, Madrid.

Francisco de Zurbarán es el prototipo de pintor español que transmite a sus lienzos el mismo amor por los objetos cercanos e idéntica confianza en los seres celestiales, que los imagineros plasmaban en relieves y pasos procesionales.

Por técnica y espíritu fue un "escultor de la pintura", evidencias que se hacen notables en su Crucificado, de la sacristía del convento sevillano de San Pablo. Se formó en Sevilla, luego se refugia en Madrid hasta su muerte, empujado por el éxito arrollador del joven Murillo que le roba prestigio y encargos. Con anterioridad, Zurbarán ya había estado en la Corte, invitado por Velázquez, donde pintó Los trabajos de Hércules y Felipe IV lo nombró "Pintor de Su Majestad"

Su estilo se movió siempre dentro del naturalismo tenebrista del Caravaggio, con figuras muy plásticas de contorno dibujado y sombras robustas. En la recta final esponjará también sus pinturas por influencia de Murillo. Tuvo un gran taller, con numerosos aprendices y oficiales.
Va a pasar a la historia como el pintor de los frailes, la vida monástica y la tela de sus hábitos. Realizó grandes ciclos para las órdenes religiosas y quieren decorar sus claustros, iglesias y sacristías con programas didácticos y retóricos de sus santos y mártires.

En 1629 desarrolla cinco episodios de San Buenaventura para el Colegio franciscano del Santo y un año más tarde pinta para los jesuitas La visión del Beato Alonso Rodríguez. En 1631 firma la Apoteosis de Santo Tomás de Aquino.

En la Cartuja pinta los cuadros del retablo mayor con escenas de la Anunciación, Adoración de los Pastores, Epifanía y Circuncisión. Guadalupe conserva los ocho lienzos de Venerables jerónimos, que tapizan las paredes de su suntuosa Sacristía.

Este interés por los ciclos hará que Zurbarán cultive series evangélicas, bíblicas y profanas, integradas por doce y siete personajes. Son los doce apóstoles, las doce tribus de Israel, los doce trabajos de Hércules, los doce césares,  y los siete infantes de Lara.

Otros temas que Zurbarán explotó fueron la Santa Faz y el Niño Jesús labrando en la carpintería con Nazaret una cruz o confeccionado una corona de espinas que se clava en un dedo, brotándole un hilillo de sangre.

La humildad y su verídica transcripción del mundo cotidiano quedan sintetizadas en su faceta como bodegonista, ilustrando en sus ordenados fruteros y cacharros de cocina la máxima de Santa Teresa de  Jesús: " Dios también se encuentra entre los pucheros ".