martes, 11 de febrero de 2014

Bóvedas del Románico



La bóveda es una obra de fábrica curvada que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o entre varios pilares.

En el periodo del románico pleno la bóveda más empleada para cubrir la nave principal del templo es la de cañón (bóveda de directriz continua semicircular) con arcos transversales de refuerzo o fajones, cabalgando sobre las arquerías inferiores. Esas enormes bóvedas ejercían una fuerza no sólo vertical sino transversal que tenía que ser contrarrestada con otras naves laterales o la presencia en el exterior de los muros de poderosos y macizos contrafuertes.


Aunque la bóveda de cañón longitudinal fue la más ampliamente usada para la nave principal, no se dejaron de inventar, durante el período románico, nuevas e ingeniosas formas de cubrición.
Por ejemplo, en lugares del sur y oeste de Francia como Angulema, Périgueux, Cahors, Solignac, Souillac, etc., durante las primeras décadas del siglo XII, se construyeron edificios de una sola y amplia nave, que se cubría con una serie de cúpulas semiesféricas sobre pechinas. Esta solución arquitectónica tuvo una limitada difusión.

Por otro lado, en las naves laterales de los edificios del románico pleno se emplea principalmente la llamada bóveda de arista, construida sobre un espacio cuadrado y formada por el cruce de dos bóvedas de cañón de igual anchura. Esta bóveda, cuando se genera por el cruce de arcos apuntados y se refuerza con nervaduras da lugar a la bóveda de crucería.
Para abovedar el crucero, espacio cuadrado de intersección de nave y transepto, se emplea la cúpula, o bóveda con forma de media esfera u otra forma aproximada. Para pasar del cuadrado del crucero al círculo de la base de la cúpula semiesférica se emplearon las pechinas (soportes en forma de triángulo curvilíneo). También se usaron las trompas (soportes de forma cónica) que convertían el cuadrado en octógono como transición al círculo.
En los ábsides de planta semicircular se usó de manera invariable la bóveda de horno o de cuarto de esfera que se engarzaba a la de medio cañón correspondiente al tramo presbiterial.


A partir de finales del siglo XI se comienzan a ensayar las primeras bóvedas de crucería en Inglaterra y Normandía (Francia), como en la catedral de Durham.

La gran utilidad de estas bóvedas es que los empujes que generan sobre las estructuras inferiores son más verticales y localizadas lo que permite un mejor contrarresto.
A lo largo del siglo XII se suceden iglesias con planta y soportes plenamente románicos (el habitual pilar cruciforme con cuatro semicolumnas en sus caras) que sin embargo, al transcurrir el tiempo de su construcción, se modificó el plan incicial para establecer un abovedamiento de crucería. Ello obligó en algunos casos a improvisar ménsulas para las nervaduras de la bóveda.


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