Nos encontramos ante una obra
escultórica correspondiente al arte
Egipcio. En ella se representa una máscara funeraria seguramente sacada del
sarcófago de un faraón. Corresponde a la mascara del faraón Tutankhamón, datada
en el 1337 a .C.,
sacada de su hipogeo en el Valle de los Reyes, en Egipto. No estaba diseñada
para ser contemplada en toda la eternidad.
Esta mascara está trabajada en
oro con incrustaciones de piedras policromas y pasta vítrea en los ojos. Tiene
policromía además de las incrustaciones. En esta ilustración podemos observar
como existe una igualdad de líneas rectas y curvas, y que no tiene acusados
entrantes ni salientes por lo que es un modelado suave. El acabado es con
superficies pulidas, lo que da sensación de suavidad y ligereza. Al ser una
mascara funeraria debía contener un espacio interior, donde se introducía el
cadáver.
Es una escultura exenta, por lo
cual, puede ser contemplada por todos sus lados. Sus formas piramidales
transmiten esa sensación de serenidad y de reposo que hemos citado
anteriormente. Esta mascara está a mitad de camino entre realista e idealista,
pues, aunque a primera vista nos parezca que puede ser realista, el hecho de
que esté trabajada en oro en lugar de cualquier otro metal y de que el rostro
transmita tanta belleza nos lleva a pensar que sea idealista, debido también a
que el faraón era considerado como un dios.
Es una mascara funeraria creada
para mantener dentro al faraón. Pero el hecho de tener tantos detalles nos hace
indicar que también pudiese ser por otros motivos. Podría decirse que el oro
representaría el poder del sol y de los dioses, siendo aquí un símbolo del
renacer tras la muerte convertido ya en un dios.
La escultura y la pintura egipcia
siempre busca el canon de belleza ideal del cuerpo humano. En cuanto a la
armonía de las proporciones se tiene un rigor matemático y se dice que el
cuerpo debe estar proporcionado. El puño era el módulo de la época y las
figuras debían tener dieciocho puños para ser consideradas como perfectas. Dos
para la cabeza, diez desde los hombros a las rodillas y seis hasta los pies
desde las rodillas.
Los otros dos fundamentos son la
ley de la frontalidad, que dice que la línea de los hombros y la de las caderas
debía ser recta para dividir verticalmente la figura, y la visión rectilínea,
solo aplicable al relieve y a la pintura. Este último dice que todas las
figuras estaban compuestas a partir de cuatro puntos de vista, uno frontal, uno
dorsal y dos laterales, por lo que el resultado fue un plano en el que se
insertaba de frente el ojo y el tronco, y de perfil la cabeza y extremidades.
Estas leyes estuvieron vigentes
durante 3000 años. Hasta que el faraón Amenofis IV, llamado posteriormente
Akhenatón, implantó el monoteísmo del dios Atón, dios del crepúsculo. En este
paréntesis, conocido como Manierismo de Amarna, las figuras se hicieron más
alargadas y naturalistas. Tras la muerte del faraón fue precisamente
Tutankhamón quien devolvió el politeísmo y sus leyes a la escultura y la
pintura.
Pero no fue solo la escultura,
pues la pintura contribuyó a la belleza de todos estos relieves, esculturas y
mascaras con variedad cromática. Se hacia uso de la jerarquía, por lo que se
representaban a los faraones con mayor tamaño que a los esclavos. Las pinturas
se esbozaban sobre ostraca en la pared. El uso de la policromía con los colores
como el negro, el blanco, el rojo, el verde o el azul. Se usaba la técnica del
temple opaco, que era disolver los colores con agua o yema de huevo para que la
pintura se pegara a la pared. La temática era religiosa y el objetivo de la
pintura era decorar templos y tumbas. Se usaba el hieratismo en la escultura y
la pintura, que es una representación solemne y rígida, para dar mayor
veracidad a las escenas civiles. Los materiales utilizados eran el basalto la
caliza y la madera.
En esta pagina hallareis un análisis más detallado:
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