Reconstrucción:
Autor: Pithagoras de Reggio
Fecha:478-74 a.C
una de las esculturas más importantes de la plástica griega. Es uno de los pocos originales que se
conservan de la escultura en metal. Pertenece al período calificado de severo, período de las guerras
médicas. Formaba parte de un grupo dedicado a Apolo por el tirano Polyzalos de Gela (Sicilia), para
conmemorar su victoria en una carrera de cuádrigas en Delfos. El carro, los caballos y el propio
tirano desaparecieron, pero nos queda parte de la imagen del cochero (otros dicen que el tirano). De
autoría desconocida, se ha pensado en atribuirlo a un broncista del Sur de Italia, tal vez Pitágoras de
Región. Los gobernantes solían participar en carreras de carros con la finalidad de alcanzar glorias
deportivas y ganarse la admiración del tirano.
El trabajo escultórico presenta dos partes claramente diferenciadas a lo largo del chitón,
que en realidad ocupa casi toda la pieza: la mitad superior está mucho más cuidada en su trabajo, con
una sucesión de pliegues todavía demasiado rectilíneos y paralelos, pero que demuestran la tendencia
general al mayor dinamismo, pues están tratados con gran minuciosidad y alternan los ritmos
verticales y horizontales. Por el contrario, la mitad inferior está trabajada con menos detalle, porque
estaría originalmente oculta por el propio carro del grupo escultórico. También el cabello corto y
simple, se trabaja con naturalismo y con una diadema también sencilla. Su rostro sereno denota
todavía una cierta inexpresividad arcaica, pero también preludia una belleza clásica, lejos ya del
peinado y de las facciones de los kuroi. El cuerpo del Auriga está formado por piezas
primorosamente soldadas. Compositivamente el auriga sostiene las riendas con una mano y gira la
cabeza hacia el lado contrario, buscando una compensación compositiva. Se mantiene así una cierta
rigidez en el conjunto, si bien la cabeza mínimamente ladeada, y sobre todo el brazo proyectado
hacia adelante, rompen la simetría tradicional. Aun con todo, la expresión sigue en ese marco de
idealización, ahora más patente si cabe, al no existir conexión entre la acción real y la expresión. A
pesar de ello se trata de un semblante amable, transmisor de una sensación de calma y serenidad que
está ya en la línea de armonía idealizada que caracteriza la escultura clásica.
Fuentes: http://www.educa.madrid.org/web/ies.atenea.fuenlabrada/spanish/historia/12_auriga.pdf
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/obras/7913.htm
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