miércoles, 14 de noviembre de 2012

Auriga de Delfos.



Reconstrucción:

Autor: Pithagoras de Reggio 

Fecha:478-74 a.C 

Bronce, ojos de cristal y labios recubiertos por láminas de plata. 1.82 m. (Hacia 475 a.C.). Es 
una de las esculturas más importantes de la plástica griega. Es uno de los pocos originales que se 
conservan de la escultura en metal. Pertenece al período calificado de severo, período de las guerras 
médicas. Formaba parte de un grupo dedicado a Apolo por el tirano Polyzalos de Gela (Sicilia), para 
conmemorar su victoria en una carrera de cuádrigas en Delfos. El carro, los caballos y el propio 
tirano desaparecieron, pero nos queda parte de la imagen del cochero (otros dicen que el tirano). De 
autoría desconocida, se ha pensado en atribuirlo a un broncista del Sur de Italia, tal vez Pitágoras de 
Región. Los gobernantes solían participar en carreras de carros con la finalidad de alcanzar glorias 
deportivas y ganarse la admiración del tirano. 
El trabajo escultórico presenta dos partes claramente diferenciadas a lo largo del chitón, 
que en realidad ocupa casi toda la pieza: la mitad superior está mucho más cuidada en su trabajo, con 
una sucesión de pliegues todavía demasiado rectilíneos y paralelos, pero que demuestran la tendencia 
general al mayor dinamismo, pues están tratados con gran minuciosidad y alternan los ritmos 
verticales y horizontales. Por el contrario, la mitad inferior está trabajada con menos detalle, porque 
estaría originalmente oculta por el propio carro  del grupo escultórico. También el cabello corto y 
simple, se trabaja con naturalismo y con una diadema también sencilla. Su rostro sereno denota 
todavía una cierta inexpresividad arcaica, pero también preludia una belleza clásica, lejos ya del 
peinado y de las facciones de los kuroi. El cuerpo del Auriga está formado por piezas 
primorosamente soldadas. Compositivamente el auriga sostiene las riendas con una mano y gira la 
cabeza hacia el lado contrario, buscando una compensación compositiva. Se mantiene así una cierta 
rigidez en el conjunto, si bien la cabeza mínimamente ladeada, y sobre todo el brazo proyectado 
hacia adelante, rompen la simetría tradicional. Aun con todo, la expresión sigue en ese marco de 
idealización, ahora más patente si cabe, al no existir conexión entre la acción real y la expresión. A 
pesar de ello se trata de un semblante amable, transmisor de una sensación de calma y serenidad que 
está ya en la línea de armonía idealizada que caracteriza la escultura clásica.

Fuentes:  http://www.educa.madrid.org/web/ies.atenea.fuenlabrada/spanish/historia/12_auriga.pdf
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/obras/7913.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario