lunes, 6 de abril de 2015

Plaza Mayor, Madrid.

Nos encontramos ante una obra arquitectónica, perteneciente al arte barroco, y en concreto a la arquitectura barroca española.




Se trata de una espacio público de estructura rectangular, con soportales para resguardar de las inclemencias a comerciantes y compradores.


Sus edificios son de tres plantas, con alzado uniforme y balcones de hierro, que los convierte en palcos para presenciar los espectáculos civiles y religiosos que se celebran. La primera plaza mayor que corresponde a estas características es la de Madrid.

Posee un estilo churrigueresco, mucho más decorado que la tradición española desde el Escorial.
Al igual que las obras de la arquitectura barroca española, este edificio se caracteriza por su sobriedad, sencillez y ausencia de curvas.

Fue llevada a cabo por Juan Gómez de Mora en 1617-1619.Las plantas de la arquitectura barroca española suelen ser de salón y de cajón. El tipo salón responde al templo cruciforme, con una única y amplia nave, y capillas laterales entre contrafuertes interiores. Andalucía impone el cajón, consistente en un rectángulo perimetral. Ambas soluciones dejan paso a una descollante capilla mayor, visible desde todas las partes del templo.

Las proporciones cúbicas y la escasa altura se proyecta en las fachadas, la del convento de San José y la del monasterio de La Encarnación van a servir de patrón universal para toda España.

La pobreza constructiva es visible en la utilización casi exclusiva del ladrillo y en las falsas cúpulas de la meseta castellana, denominadas "encamonadas", de madera y yeso. Se introduce el cubrir las capillas con cimborrio de madera, y es obra muy segura y muy fuerte, que imita en el exterior a las de cantería. La sencillez externa dejará paso durante el último tercio del siglo XVII a una deslumbrante decoración interior, hasta el punto de convertirlas en cuevas doradas. Las iglesias aparecen brilllantes y revestidas de espumosas yeserías, coloristas cuadros de altar y refulgentes retablos dorados. Surge también una nómina de arquitectos y entallados, y todos fueron dueños de un exultante repertorio ornamental, que se conciben como retablos en piedra. Esta máscara decorativa, ha sido interpretada como una estrategia política para ocultar a clases populares la postración política y económica en que se hallaba sumido el país.

Entre las obras cabe destacar: Fachada del Real monasterio de la Encarnación, Capilla Sacramental, Sacristía de la Cartuja, Portada del Real Hospicio del Ave María y San Fernando, Fachada del Obradoiro, Fachada de la Catedral de Murcia, Portada del colegio- seminario de San Telmo.

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