domingo, 13 de diciembre de 2015

Cubiculo. Catacumba de Via Latina S. IV







Nos encontramos ante una obra arquitectónica paleocristiana, para ser más concretos, estamos frente al Cubiculo de la Catacumba de la Via Latina, que se sitúa en Roma y fue erigida en el siglo IV.
La Vía Latina (en latín Via Latina) fue una de las principales calzadas romanas. Salía de Roma por la Porta Latina y, probablemente haya sido la vía más antigua de la red de vías romanas. En el siglo IV a. C. ya se nombra esta vía, pero todavía no debía de ser un camino regular, sino más bien una referencia geográfica. Existía probablemente antes de 296 a. C. Pirro de Epiro utilizó esta calzada para avanzar hacia Roma en el año 280 a. C., y Aníbal en 211 a. C. En 211 a. C. ya hay constancia de que la vía Latina era un camino regular.
Conducía hacia el sureste por un trazado de 147 millas romanas (218 km), pasando por las ciudades de Anagni, Ferentinum y Frosinone hasta Capua. Acababa en Casilinum, donde se unía a la Vía Apia, si bien algunos ramales salían de Teanum por Allifae y Telesia hasta Benevento. Dos calzadas subordinadas a esta vía eran la Vía Labicana y la Vía Prestina, que salían de Roma y se unían más adelante a la Vía Latina.
Introducción histórica de las catacumbas
Catacumba, cuya traducción literal es "agujero", era el nombre de un distrito periférico de Roma. Estaba situado en una hondonada de la Via Appia y en sus proximidades se encontraba un cementerio subterráneo, donde se trasladaron provisionalmente, en el siglo III, los cuerpos de San Pedro y San Pablo. Después los peregrinos medievales designaron por extensión con esta palabra, todos los hipogeos funerarios, excavados extramuros de la Ciudad Eterna: Priscilia, Lucila, Dormitilia, Pretextato, Calixto y cuarenta y siete necrópolis más. Es rotundamente falsa la creencia de que los cristianos eligieran las catacumbas para esconder los cuerpos de los mártires y evitar su profanación durante las persecuciones; el derecho romano tenía por sagrada e inviolable cualquier sepultura, con independencia de las creencias religiosas que tuviera el fallecido en la vida.
Origen de las catacumbas
El origen de las catacumbas se encuentra en los arenarios que habían perforados los zapadores romanos en el subsuelo de la ciudad para extraer materiales de construcción. Cuando se agotaban y abandonaban, los cristianos aprovechaban estas canteras, transformándolas en cementarios y añadiendo nuevos túneles.
Secciones de las catacumbas
El resultado es un laberinto de estrechas galerías, anárquicamente trazadas, que reciben el nombre de criptas. En determinados lugares, las criptas se ensanchan formando cámaras cuadradas o poligonales; son los cubículos, donde recibían sepultura los restos mortales de los atormentados en las cárceles, quemados, apaleados o víctimas de las fieras en el anfiteatro, mientras que el resto de la comunidad reposaba en nichos abiertos en las paredes de los corredores. Estas fosas podían ser rectangulares (loculi) o semicirculares (arcosolia), y se superponían en varios pisos cuando el terreno escaseaba y el lugar estaba prestigiado por la cercanía de un testigo carismático que había entregado su vida por la fe. Las inscripciones atestiguan el negocio de los sepulteros, ampliando el número de fosas en la vecindad del santo. 
La oscuridad y el silencio reinaban en estas madrigueras de la muerte. Por contra, la decoración pictórica que cubría criptas y cubículos expresaba un  mundo diferente, luminoso y optimista.
Lenguaje gráfico
El lenguaje gráfico representado procede en gran medida de Oriente, de las comunidades helenizadas de Alejandría, Antioquía y Efeso. Inicialmente, fueron temas del mundo animal y vegetal, a los que se otorga un significado místico: la paloma, símbolo del alma; el pavo real, el símbolo de la eternidad; la vid y la espiga, símbolos eucarísticos. En este contexto, el principal protagonista fue el pez (ikhthys) y simbolizaba que los neófitos se convertían también en peces al recibir el bautismo. En el siglo III comienzan a surgir los episodios del Antiguo y Nuevo Testamento.
Al querer realizar la efigie de Cristo, nadie recordaba ya en el siglo III sus rasgos; no existía ningún retrato suyo y los evangelistas habían omitido en todos sus escritos la descripción física del Mesías.
Ante tales carencias, los pintores de las catacumbas tuvieron que inventar su iconografía, acudiendo al Buen Pastor o al Maestro. Simultáneamente también se pintó a la Virgen como madre y a la Iglesia como Orante. 

Por último, aquí os dejo un documental sobre las catacumbas romanas




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