domingo, 13 de diciembre de 2015

Iglesia de Santa Sofía (532 - 537)





Estamos en el interior de una iglesia, concretamente, la iglesia de Santa Sofía. Esta iglesia es el emblema arquitectónico del gobierno de Justiniano. Su contrucción se comenzó en el año 532 y fue concluida en el año 537, en Constantinopla, actual Estambul, Turquía. Los autores de esta etérea y audaz obra fueron los científicos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Su significado es Divina Sabiduría y está dedicada a la segunda persona de la Santísima Trinidad. Durante casi un siglo fue el centro espiritual del Imperio bizantino, catedral de los patriarcas, escenario de los actos estatales importantes y marco de un esplendoroso ceremonial en el que se manifestaban el poder la dignidad del imperio teocrático.
En esta imagen nos encontramos en la nave central de la iglesia, la cual tiene forma rectangular y, en cada uno de sus vértices hay un enorme pilar que sujetan a 55 metros del suelo una cúpula nervada sobre pechinas. Aquí reside su originalidad y grandeza: apoyar la cubierta sobre cuatro puntos en vez de sostenerla sobre un tambor circular, como sucedía en el Panteón romano.


























La decoración islámica y los escudos con versículos del Corán fueron incorporados por los turcos, tras la toma de Constantinopla en 1453. La cúpula tuvo que ser reconstruida en el año 558, y al ser nuevamente levantada se emplearon trozos de ánfora porosas para que su peso fuera menor. Además se le incorporó un tambor cilíndrico con una serie de ventanas alrededor del gran casquete esférico, que ilumina el interior de la iglesia. Esta gran cúpula semiesférica fue construida con materiales muy ligeros. Se encuentra dividida por nervios y abriéndose en su base una línea de 40 ventanas que consigue hacerla flotar ópticamente sobre el edificio a la vez que lo inunda de luz. Sobre pechinas, la planta centralizada y la luz intensa(reflejada, además, por los mosaicos) para crear espacios diáfanos que comuniquen una visión emocional y grandiosa  de la divinidad.  El uso de la cúpula y sus distintos refuerzos crea, además, toda una serie de ritmos curvilíneos que provocan en el ojo un movimiento constante, hasta el centro de la cúpula. El movimiento circular de la mirada se reproduce hasta el infinito, pues el espectador no es capaz nunca de elegir en todo el conjunto lo que sería su preferencia. El uso de las pechinas permiten pasar de un espacio cuadrangular en planta a otro circular en alzado.
 





El elemento sustentante, a parte del pilar, son las columnas con capitel trepanado y con corona con cimacio. 



  
Por otro lado, en cuanto a la distribución de la planta, cuya forma es de cruz griega, vemos que está dividida en tres naves, siendo la nave central el doble de ancha que las naves laterales. La división de sus naves se hace a través de columnas. El ábside central se encuentra flanqueado por una pareja de ábsides secundarios que vuelven a repetirse a los pies de la iglesia. La iglesia es de planta cuadrada de 79,30 m. x 69,50 m.
En cuanto a las naves laterales se cubren con bóvedas de arista. Su participación en el conjunto del templo es bastante secundaria, quedando aisladas de la gran sala central, con lo cual podemos hablar de un espacio centralizado.
En la segunda planta se colocan dos tribunas (una para hombres y otra para mujeres), que están situadas sobre las naves laterales, y cuya techumbre está, también, sustentada por columnas con capitel trepanado y, sobre las que se apoyan arquillos de medio punto. En ellas se colocaba el pueblo, que debía intuir las procesiones interiores tras cortinajes de columnas, uno de los elementos básicos del estilo de la Primera Edad de Oro.


 
En la parte exterior se extiende un gran atrio de cinco pórticos, donde se conservan algunas columnas clásicas constantinianas y un gran recipiente con agua bendita para la purificación de los fieles. Después del atrio hay dos nártex o vestíbulos que mediante nueve puertas nos comunican a la iglesia. Tiene una nave central y dos naves laterales, y un ábside interior semicircular. La diferencia de altura de las naves fue aprovechada para levantar un segundo piso o matronio (gineceo).
El espacio esta dividido en dos partes: la naos donde se colocaban los fieles, y la bema o presbítero, para los clérigos. Ambas estancias están separadas por la iconostasis, reja o cancel que cerraban con velos en el momento de la consagración. Próximas al ábside encontramos dos salas: la prótesis, donde se guardaban las especies, y el diacónicon, donde se revestía el sacerdote.
En lo que se refiere al espacio exterior, en esta obra es posible apreciar una construcción sólida y bien definida por sus líneas matrices en donde su detalle no es tan importante como en su interior.
En la fachada oeste, se encuentra el atrio y la entrada principal, el cual consta de dos galerías, y posee dos plantas.. Es de destacar que todas las aberturas en el exterior poseen arcos de medio punto.


En esta posterior imagen podemos ver desde otra perspectiva la iglesia:





En Santa Sofía, como en los demás interiores bizantinos, lo que se trata de provocar en el espectador es la impresión de la presencia de la Divinidad, provocando asombro, y llevándolo por igual hacia el encantamiento y al temor ante la majestad divina.
La decoración de revestimiento era también un legado de Roma, donde las grandes salas termales, una vez llevada a cabo la construcción masiva, se decoraban con mármoles policromos en busca de un acabado que asombre por su lujo y magnificencia, sin otra intención que la de significar la grandeza de una civilización. Esta decoración de revestimiento en Oriente se transforma en un carácter totalmente diferente, dejando de ser espejo de una civilización para convertirse en auxiliar de un culto.
Los bizantinos tuvieron la audacia de liberar el mosaico elevándolo de su humilde condición de suelo pisadero a la majestad casi celestial de los ábsides y las cúpulas. La temática alcanzó también la misma elevación en cuanto a rango. Ya no eran simples dibujos geométricos, símbolos y alegorías de la vida cotidiana, sino que se trataba de las escenas más sublimes de la religión, las figuras más monumentales y apocalípticas, fragmentos bíblicos, y relatos hagiográficos.
La luz en los interiores bizantinos con su tenebrosidad, con los centenares de lámparas que cuelgan formando una especie de techo centellante, provocaba infinitos reflejos en la superficie colorida de los grandes mosaicos haciéndolos brillar, como si realmente se miraran los ojos de Cristo, de los apóstoles o de los profetas.
La iglesia de Santa Sofía constituye la cumbre absoluta de un arte clásico en el que han alcanzado su punto culminante dos corrientes o tradiciones artísticas distintas: de un lado, las tradiciones arquitectónicas y decorativas del arte clásico (helenístico y romano), y de otro, el estilo de los edificios abovedados del arte paleocristiano y del Asia Menor; al mismo tiempo, en el sistema de la distribución de espacio y paredes se establecen las bases de la arquitectura medieval.
A continuación os dejamos un vídeo que permite una mejor vista del interior de esta iglesia:







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