Los egipcios partían de que la belleza era una idea que,para hacerse posible, tenía que someterse a un razonamiento deductivo, propio del rigor matemático. según este proceso intelectual, el suerpo humano debía estar armónicamente proporcionado, ofreciendo un acorde perfecto entre sus partes. Luego, decidieron que el puño sería el módulo regulador y codificaron la longitud perfecta del individuo en 18 puños, distribuidos de la siguiente manera: 2 para el rostro, 10 desde los hombros hasta la altura de las rodillas y los 6 restantes para las piernas y los pies. Consecuentemente los escribas del Imperio Antiguo decían que un hombre o una mujer eran "bellos" si medían 18 veces su propio puño y estaban armónicamente proporcionados, con independencia de que su portador fuera alto o bajo, guapo o feo, grueso o delgado.
La ley de frontalidad consistía en representar recta la línea de los hombros y de las caderas. Ello premitía dividir verticalmente la figura en dos mitades, que se solapaban, sin desviarse del eje central.
La tercera de las normas, llamada visión rectilínea, afectó sólo al relieve y a la pintura, quedando al margen de esta fórmula las estatuas exentas por estar concebidas en tres dimensiones. Para los egipcios, todas las figuras estaban compuestas a partir de cuatro puntos de vista: uno frontal, otro dorsal y dos laterales. Se insertaba de frente, el ojo y el tronco, y de perfil, la cabeza y las extremidades.
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