Palacio de vaux-le-vicomte.
Dicho palacio se construyó entre 1658 y 1661 para el intendente de Finanzas Nicolás Fouquet, que había amasado
una considerable fortuna entre herencias familiares y el testamento de su
primera esposa. Se usaron para su construcción los mejores materiales y las
obras fueron dirigidas por los principales artistas del panorama francés: Louis Le Vau realizó el diseño arquitectónico, André le Nôtre ideó los grandiosos jardines y Charles Le Brun se encargó de las pinturas decorativas.
El palacio es básicamente
un rectángulo. Por uno de los lados tiene una zona circular que es el llamado Salón Oval, único
en Francia y decorado con cariátides y otros elementos que le dan una gran
majestuosidad a la sala; al otro lado las alas laterales avanzan flanqueando el
cuerpo central del edificio, coronándose con tejados inclinados y planos
propios de la tradición francesa. En el interior destacan básicamente el
vestíbulo sostenido por columnas exentas y que repite modelos decorativos de
las termas romanas y los bloques de apartamentos de idénticas características:
uno para el propietario y otro para el rey. Se rodea el conjunto de un foso, ya
más decorativo que defensivo, destacando también el aislamiento lejos de la
residencia principal de las zonas de cuadras y otras dependencias molestas para
la vida sofisticada de palacio.
El jardín se caracteriza por la
racionalización de la vegetación con parterres podados con esmero que forman dibujos y los
grandes estanques y fuentes, todo ello en contraposición a la densa masa
arbórea con la que hace frontera y que da la idea de la supremacía humana capaz
de poner su impronta ordenada sobre todo.
El final de la historia no
pudo ser más beneficioso: Luis XIV reclutó a todo el equipo de Vaux-le-Vicomte
y, gracias a su envidia, su megalomanía y su poder absoluto nació Versalles,
donde todos sus espejos reflejan la sonrisa de superioridad de un rey que
trataba de “tú” al Sol.
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