Nos
encontramos ante una gran obra pictórica, perteneciente al Renacimiento,
concretamente con los frescos sobre muro de la bóveda de la Capilla Sixtina en
los que se narran el Ciclo de la Creación y la Caída del Hombre.
Estas
pinturas fueran realizadas por Miguel Ángel, siendo una de sus obras más
célebres, realizada entre 1508 y 1512. Vasari resumía su impacto en los
artistas del siglo XVI: “Esta obra ha hecho tanto bien y ha dado tanta luz al
arte de la pintura, que ha bastado para iluminar su mundo, envuelto en
tinieblas durante tantos centenares de años”.
La
Capilla Sixtina fue levantada durante el pontificado de Sixto IV (1471-1484) de
donde recibe su nombre. Tenía dos funciones: religiosa como Capilla Palatina y
defensiva como puesto avanzado fortificado del conjunto de edificios colocados
alrededor del patio del Papagayo que constituían el núcleo más antiguo de los
palacios apostólicos. Fue erigida en el lugar que se levantaba la "Capilla
Magna" del palacio construido por Nicolás III. El edificio actual
comprende un sótano, un entresuelo y la capilla, encima de la cual se extiende
una espaciosa buhardilla.
La capilla
tiene planta rectangular, sin ábside, midiendo 40´94m de largo por 13´41m de
ancho siendo su altura de 20´70m. Está cubierta por una bóveda de cañón
truncada con bovedillas laterales que corresponden a las ventanas que iluminan
la estancia. La decoración original constaba de una bóveda cubierta por un
cielo estrellado decorada por Piero Matteo d´Amelia mientras en las paredes
laterales se ubicarían frescos de los maestros más importantes de la época. En
la década de 1480 se llamaría a Perugino para decorar la pared tras el altar
-perdida hoy por la ubicación del Juicio Final- ; más tarde fueron llegando
Botticelli, Ghirlandaio, Signorelli y Cosimo Rosselli con sus respectivos
talleres para ejecutar los frescos dedicados a Cristo y Moisés. Los trabajos se
desarrollaron con extrema rapidez y parecen concluidos a mitad de la década
completándose con unos cortinajes fingidos y una galería de retratos de
pontífices.
Cuando
Julio II accedió al trono papal en 1503 decidió enriquecer la decoración de la
bóveda, encargando seis años más tarde los trabajos a Miguel Ángel quien empleó
tres años en la realización. Buonarroti elaboró en tres periodos sus frescos;
el primero entre enero y septiembre de 1509; el segundo entre septiembre de
1509 y septiembre de 1510; y el tercero y último entre enero y agosto de 1511.
Trabajaría sólo, sin ninguna colaboración de ayudantes, sin permitir ningún
acceso a la capilla durante su labor. Parece ser que Julio II había pensado en
una serie de doce Apóstoles como temática de la bóveda pero fue cambiada para
representar diversos asuntos del Antiguo Testamento junto a una serie de
sibilas y profetas que hablaron de la llegada de Cristo.
Miguel Ángel siguió de esta manera las bóvedas de los monumentos romanos, cubriendo con su pintura todo el espacio, tratando de engañar al espectador. Los trabajos se iniciaron desde el muro situado frente al altar mayor que más tarde sería decorado con el Juicio, apreciándose en el sentido inverso al que aparecen en el Génesis. Esto ha sido interpretado por algunos especialistas como el retorno del alma hacia Dios, relacionándose con la filosofía neoplatónica que Buonarroti conoció en el palacio de los Medici. El programa iconográfico que observamos en la decoración no surgió del pintor ya que debió ser consensuado con el pontífice y asesorado por alguna autoridad teológica, sometiéndose de nuevo a la aprobación definitiva del papa. El resultado es una de las obras maestras de la pintura, recientemente restaurada y limpiada para ofrecer a los espectadores la maravilla y la fuerza del color en la obra de Miguel Ángel, sin olvidar su admiración por la anatomía humana desnuda presente en todo el proyecto.
En la
bóveda se puede observar doce lunetos y
diez pechinas que presentan escenas de los antepasados de Jesucristo. Entre
pechina y pechina se disponen
arquitecturas fingidas de mármol con relieves en las que el artista, al
utilizar la perspectiva crea efecto ilusionista.
Los
espacios de estas arquitecturas delimitan en primer lugar los tronos de sibilas
y profetas con lo que se une el mundo
antiguo pagano y el mundo cristiano, si
las sibilas predecían el futuro, los profetas predijeron y anunciaron la
venida del Mesías. Sobre unas pilastras y delimitando las escenas centrales
se encuentran los ignudi
figuras masculinas rotundas casi escultóricas, retorcidas y con escorzos
y línea serpentinata. Todas las figuras están en posición sedente, los profetas, las sibilas, los ignudi, las
imágenes del Antiguo Testamento en los lunetos. Sólo los ángeles en las
pilastras están erguidos. Pero ninguna postura sedente es igual.
Las escenas
centrales son nueve, las impares más anchas y las pares más estrechas. En
ellas, además de tondos que muestran hechos del Antiguo Testamento, se representan los siguiente episodios o escenas:
- En el primero de ellos aparece Dios separando la luz de las tinieblas.
- La segunda muestra la creación de los astros y de las plantas; Dios Padre aparece dos veces, una de frente creando el Sol y otra de espaldas, en escorzo.
- La tercera representa la separación de las aguas.
- La cuarta escena es la más conocida, la creación de Adán, donde Dios alarga la mano pero sin llegar a tocar al hombre, como si una chispa o energía pasara de su mano a la de Adán. La figura de Dios, que se ha convertido en prototipo , se le presenta anciano, como símbolo de la sabiduría, también en escorzo, es una figura activa en movimiento hacia delante por lo que el viento parece mecer su barba , sus cabellos y hace ceñir los pliegues de su ropa al cuerpo. Adán en escorzo, muestra una actitud pasiva descansa sobre un esbozo de paisaje alusión al mundo terrenal , tiene una poderosa anatomía de un hombre en plenitud en la que la luz crea luces y sombras.
- En la quinta la creación de Eva.
- En una doble escena el pecado original y la expulsión del Paraíso.
- Las tres siguientes se refieren a la vida de Noé: su sacrificio, el diluvio y la embriaguez.
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