El edificio que a continuación vamos a comentar se trata de la conocida
como capilla Pazzi, construida entre 1441 y 1443 por el arquitecto
Filippo Brunelleschi. Esta pequeña capilla funeraria, situada en el
claustro de la iglesia franciscana de la Santa croce en Florencia,
fue encargada por Andrea de Pazzi, perteciente a la influyente familia
de banqueros florentinos rivales de los Medicis, contra quienes llegaron
a conspirar.
La capilla, que es de pequeñas dimensiones, se articula en torno a tres
espacios diferenciados, la fachada y el pórtico de acceso, la capilla de
planta rectangular y un ábside cuadrangular. El pórtico de entrada se divide en cinco tramos. Se trata de una
estructura adintelada que descansa sobre seis columnas de orden corintio
y cubiertas con bóveda de cañón con casetones. El tramo central se ve resaltado por el
arco de medio punto que se corresponde con una cúpula sobre pechinas
con decoración de conchas. Este tipo de fachada que alterna el dintel y
el arco central se conoce con el nombre de fachada serliana y el arco de medio punto central alineado con la puerta de entrada
marca un eje longitudinal que contrasta con el eje transversal del
pórtico. La fachada de la capilla se encuentra dividida por pilastras de orden
corintio, entre las cuales se abren ventanales que iluminan el interior.
La puerta adintelada aparece rematada por un frontón triangular a la
manera clásica. En el interior nos encontramos con un espacio de reducidas
dimensiones pero tratado con grandiosidad. Se trata de un espacio
rectangular en el que, sin embargo, no quiso Brunelleschi renunciar a la
cúpula como elemento de abovedamiento central. Para ello en los
extremos del rectángulo crea dos tramos cubiertos con bóvedas de cañón
con casetones que terminan en arcos de medio puntos. Así mismo, levanta
dos grandes arcos de medio punto sobre la entrada principal y el acceso
al ábside central. Los cuatro arcos permiten la creación de cuatro
pechinas que posibilitan la transición del rectángulo al círculo,
susceptible éste de ser cubierto con una cúpula de doce nervios entre
los cuales abre ventanas y remata con una linterna.
Por último el pequeño ábside central, donde se encuentra el altar,
también se trata de un espacio cuadrangular cubierto de nuevo por cúpula
sobre pechinas. Destaca la sobriedad decorativa y la claridad compositiva. Así
Brunelleschi, al igual que hiciera en sus obras anteriores como San
lorenzo o el hospital de los Inocentes, recurre a la bicromía resaltando
los elementos constructivos como pilastras, entablamentos y arcos,
construidos en piedra gris serena, mientras que los muros permanecen en
blanco. La decoración queda reducida a elementos florales en los
casetones de las bóvedas, la repetición del Agnus dei o cordero de Dios
en el entablamento y, principalmente, en medallones de cerámica con
figuras blancas sobre fondo azul, que
representan a los apóstoles y que aparecen distribuidos entre las
pilastras de orden corintio que articulan los muros. Bajo estos
medallones, arcos ciegos de piedra gris serena sobre fondo blanco
reproducen en el interior el ritmo compositivo de las ventanas de la
fachada exterior. Brunelleschi recurre a los medallones de cerámica,
aunque en este caso con algo más de colorido, con la representación de
los Evangelistas para decorar las pechinas de la cúpula central.
Para decorar, Brunelleschi recurre a los elementos constructivos grecorromanos como columnas y pilastras corintias, entablamentos, arcos de medio punto,
bóvedas de cañón con casetones, entre otros, aunque utilizados ahora con una
libertad creativa que hace que nos encontremos ante un estilo original y
no la mera repetición de las formas de la antigúedad clásica.
Esta obra de Brunelleschi sirve como testimonio del nuevo espíritu artístico
iniciado en el siglo XV o Quatrocentto y que suponía por un lado la
superación de la arquitectura gótica, tanto en la distribución de los
espacios, como de los elementos constructivos, cubiertas, decoración,
etcétera y el retorno a las formas clásicas. Lógicamente, habría de ser
Italia, en la que los estilos medievales (románico y gótico) habían
triunfado de manera muy relativa, pues siempre había existido la
pervivencia del espíritu clásico, la llamada para ser la cuna del nuevo
estilo renacentista, que no se habría de expandir por el resto del
continente europeo hasta el siglo siguiente.
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