martes, 15 de marzo de 2016

Capilla Pazzi.

El edificio que a continuación vamos a comentar se trata de la conocida como capilla Pazzi, construida entre 1441 y 1443 por el arquitecto Filippo Brunelleschi.  Esta pequeña capilla funeraria, situada en el claustro de la iglesia franciscana de la Santa croce en Florencia, fue encargada por Andrea de Pazzi, perteciente a la influyente familia de banqueros florentinos rivales de los Medicis, contra quienes llegaron a conspirar.
 



La capilla, que es de pequeñas dimensiones, se articula en torno a tres espacios diferenciados, la fachada y el pórtico de acceso, la capilla de planta rectangular y un ábside cuadrangular. El pórtico de entrada se divide en cinco tramos. Se trata de una estructura adintelada que descansa sobre seis columnas de orden corintio y cubiertas con bóveda de cañón con casetones. El tramo central se ve resaltado por el arco de medio punto que se corresponde con una cúpula sobre pechinas con decoración de conchas. Este tipo de fachada que alterna el dintel y el arco central se conoce con el nombre de fachada serliana y el arco de medio punto central alineado con la puerta de entrada marca un eje longitudinal que contrasta con el eje transversal del pórtico. La fachada de la capilla se encuentra dividida por pilastras de orden corintio, entre las cuales se abren ventanales que iluminan el interior. La puerta adintelada aparece rematada por un frontón triangular a la manera clásica. En el interior nos encontramos con un espacio de reducidas dimensiones pero tratado con grandiosidad. Se trata de un espacio rectangular en el que, sin embargo, no quiso Brunelleschi renunciar a la cúpula como elemento de abovedamiento central. Para ello en los extremos del rectángulo crea dos tramos cubiertos con bóvedas de cañón con casetones que terminan en arcos de medio puntos. Así mismo, levanta dos grandes arcos de medio punto sobre la entrada principal y el acceso al ábside central. Los cuatro arcos permiten la creación de cuatro pechinas que posibilitan la transición del rectángulo al círculo, susceptible éste de ser cubierto con una cúpula de doce nervios entre los cuales abre ventanas y remata con una linterna.

 
 

Por último el pequeño ábside central, donde se encuentra el altar, también se trata de un espacio cuadrangular cubierto de nuevo por cúpula sobre pechinas. Destaca la sobriedad decorativa y la claridad compositiva. Así Brunelleschi, al igual que hiciera en sus obras anteriores como San lorenzo o el hospital de los Inocentes, recurre a la bicromía resaltando los elementos constructivos como pilastras, entablamentos y arcos, construidos en piedra gris serena, mientras que los muros permanecen en blanco. La decoración queda reducida a elementos florales en los casetones de las bóvedas, la repetición del Agnus dei o cordero de Dios en el entablamento y, principalmente, en medallones de cerámica con figuras blancas sobre fondo azul, que representan a los apóstoles y que aparecen distribuidos  entre las pilastras de orden corintio que articulan los muros. Bajo estos medallones, arcos ciegos de piedra gris serena sobre fondo blanco reproducen en el interior el ritmo compositivo de las ventanas de la fachada exterior. Brunelleschi recurre a los medallones de cerámica, aunque en este caso con algo más de colorido, con la representación de los Evangelistas para decorar las pechinas de la cúpula central.
 
 
Para decorar, Brunelleschi recurre a los elementos constructivos grecorromanos como columnas y pilastras corintias, entablamentos, arcos de medio punto, bóvedas de cañón con casetones, entre otros, aunque utilizados ahora con una libertad creativa que hace que nos encontremos ante un estilo original y no  la mera repetición de las formas de la antigúedad clásica.
 
 
 Esta obra de Brunelleschi sirve como testimonio del nuevo espíritu artístico iniciado en el siglo XV o Quatrocentto y que suponía por un lado la superación de la arquitectura gótica, tanto en la distribución de los espacios, como de los elementos constructivos, cubiertas, decoración, etcétera y el retorno a las formas clásicas. Lógicamente, habría de ser Italia, en la que los estilos medievales (románico y gótico) habían triunfado de manera muy relativa, pues siempre había existido la pervivencia del espíritu clásico, la llamada para ser la cuna del nuevo estilo renacentista, que no se habría de expandir por el resto del continente europeo hasta el siglo siguiente.

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