martes, 15 de marzo de 2016

Santa Ana, La Virgen y el Niño.

 Nos encontramos ante un cuadro de pintura al óleo realizada por el pintor Leonardo Da Vinci entre 1508 y 1510. Recibe el título de Santa Ana, la Virgen y el Niño por ser éste el tema representado. La Obra se conserva en el museo parisino del Louvre aunque se conserva un cartón que representa el mismo tema en la National Gallery de Londres.

El tema representado, de naturaleza religiosa, es el de la madre de la Virgen, Santa Ana, con ésta sentada en su regazo, quién se inclina en un gesto por recoger al Niño Jesús que abraza un cordero. Toda la escena se desarrolla al aire libre en un paisaje típicamente leonardesco. El tema es extraído de los conocidos como Evangelios Apócrifos pues en los cuatro evangelios reconocidos no se mencionan a los padres de la Virgen. Bajo la apariencia simple del tema se esconde una clara simbología religiosa en la que el cordero simbolizaría el sacrificio futuro al que está destinado Jesús mientras que su madre, quien presagia el doloroso final, intenta de manera infructuosa apartar a su hijo de dicho sacrificio, todo bajo la mirada tierna y resignada de santa Ana. Cabe destacar la tierna comunicación visual entre los personajes, principalmente entre Madre e Hijo y San Ana quién desde una posición superior observa la escena.
La escena principal, que está compuesta por tres personajes y el animal se puede circunscribir dentro de un triángulo creando una composición serena y cerrada típicamente renacentista. 
La iluminación de la escena obedece al característico sfumatto de Leonardo, en el que la luz baña de manera suave a las figuras generando una transición suave entre luces y sombras dotando a las figuras un aire melancólico muy característico y que recuerda al rostro más famoso pintado por Leonardo, el de la Gioconda. Además, la utilización de finas capaz de pigmentos mezcladas con barniz y superpuestas, lo que se conoce como veladuras, contribuyen a ese efecto lumínico y poco definido de los rostros. Esta iluminación tan característica inunda un paisaje de bosques y montañas desnudas cuyos límites se difuminan entre la bruma creando efectos de perspectiva aérea.
Como todas las obra de Leonardo da Vinci ésta merece una segunda lectura en la que el tema aparentemente amable del juego de un niño ante las miradas amorosas de su madre y su abuela, se esconde un negro presagio en el que la Madre intuye y pretende evitar el sacrificio al que está destinado el Niño. La composición de Leonardo, como todas de apariencia simple pero fruto de la reflexión y el estudio, tendrá mucho éxito entre los pintores renacentistas siendo especialmente visible su influencia en las obras de Rafael.

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