Nos encontramos ante un cuadro de pintura al óleo realizada por el pintor Leonardo Da Vinci entre
1508 y 1510. Recibe el título de Santa Ana, la Virgen y el Niño por
ser éste el tema representado. La Obra se conserva en el museo parisino
del Louvre aunque se conserva un cartón que representa el mismo tema en
la National Gallery de Londres.
El tema representado, de
naturaleza religiosa, es el de la madre de la Virgen, Santa Ana, con
ésta sentada en su regazo, quién se inclina en un gesto por recoger al
Niño Jesús que abraza un cordero. Toda la escena se desarrolla al aire
libre en un paisaje típicamente leonardesco. El tema es extraído de los
conocidos como Evangelios Apócrifos pues en los cuatro evangelios
reconocidos no se mencionan a los padres de la Virgen. Bajo la apariencia simple del tema se esconde una
clara simbología religiosa en la que el cordero simbolizaría el
sacrificio futuro al que está destinado Jesús mientras que su madre,
quien presagia el doloroso final, intenta de manera infructuosa apartar a
su hijo de dicho sacrificio, todo bajo la mirada tierna y resignada de
santa Ana. Cabe destacar la tierna comunicación visual entre los
personajes, principalmente entre Madre e Hijo y San Ana quién desde una
posición superior observa la escena.
La escena principal, que está compuesta por tres personajes y el animal se puede
circunscribir dentro de un triángulo creando una composición serena y
cerrada típicamente renacentista.
La iluminación de la escena obedece al característico sfumatto
de Leonardo, en el que la luz baña de manera suave a las figuras
generando una transición suave entre luces y sombras dotando a las
figuras un aire melancólico muy característico y que recuerda al rostro
más famoso pintado por Leonardo, el de la Gioconda. Además, la
utilización de finas capaz de pigmentos mezcladas con barniz y
superpuestas, lo que se conoce como veladuras, contribuyen a ese efecto
lumínico y poco definido de los rostros. Esta iluminación tan
característica inunda un paisaje de bosques y montañas desnudas cuyos
límites se difuminan entre la bruma creando efectos de perspectiva
aérea.
Como todas las obra de Leonardo da Vinci ésta merece una segunda lectura
en la que el tema aparentemente amable del juego de un niño ante las
miradas amorosas de su madre y su abuela, se esconde un negro presagio
en el que la Madre intuye y pretende evitar el sacrificio al que está
destinado el Niño. La composición de Leonardo, como todas de apariencia
simple pero fruto de la reflexión y el estudio, tendrá mucho éxito entre
los pintores renacentistas siendo especialmente visible su influencia
en las obras de Rafael.
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