La Obra que vamos a comentar es el famoso David, una escultura exenta realizada en mármol por Miguel Ángel Buonarroti, el artista más famoso y polifacético
del Renacimiento italiano pues a su carrera de escultor, oficio con el
que siempre se identificó, hay que sumarle el de arquitecto, pintor y
poeta dejando innumerables Obras de Arte de cada una de estas facetas
artísticas tales como la cúpula del vaticano, los frescos de la Capilla Sixtina o el proyecto de la tumba inacabada del papa Julio II de la que destacan el Moisés o las esculturas de los esclavos.
Miguel Ángel optó para esta obra por utilizar un bloque de mármol que
había comenzado a ser modelado sin éxito y que se conservaba en los
almacenes de la catedral. Ello condicionó a la hora de esculpir su obra
al autor quien tallaba directamente del bloque sin modelado previo. El tema del joven David, quien guiado por Dios vence al gigante Goliat, soldado de los ejércitos filisteos, es uno de los más representados por la escultura del Quatrocentto y ya había sido representado con anterioridad por escultores de la talla de Donatello y Verrochio.
Sin embargo, el David de Miguel Ángel en vez de ser un joven de aspecto
andrógino, aquí se convierte en un gigante de mármol, impulsado por una
fuerza interior que le hace estar seguro del resultado victorioso de la
contienda y cuya tensión se manifiesta en todos los músculos de su
anatomía (cuello, manos, rostro, etc...). Lleva
la mano izquierda a la honda, que cae sobre el hombro y la espalda,
mientras que el brazo derecho pende verticalmente. La cabeza se mueve
también hacia la derecha, sesgadamente,
ofreciendo el perfil al espectador que mira frontalmente. Una pierna,
ligeramente doblada, avanza hacia delante, mientras la otra, tensa,
obliga a una ligera comprensión del torso. La obra está hecha para ser
vista de frente y tiende a marcar lo desmesurado de las proporciones. El
artista no representa la acción, sino su impulso moral, la tensión
interior que precede el desencadenamiento del acto. La figura está en
tensión: la pierna derecha, sobre la que se apoya, el pie izquierdo que
se aleja, la mano con la honda, el codo doblado, el cuello girado...,
ningún miembro está estático o relajado; sin embargo, se rompe cualquier
sensación simétrica con una mayor tensión del brazo y pierna izquierdos.
El movimiento es contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan al bloque de piedra. La cabeza nos permite percibir la pasión del rostro, con su intensa sensación de vida interior, de figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante. Es la misma expresión patética, fuerte, dramática, del Moisés, del Esclavo... Es la terribilitá de Miguel Ángel.
El movimiento es contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan al bloque de piedra. La cabeza nos permite percibir la pasión del rostro, con su intensa sensación de vida interior, de figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante. Es la misma expresión patética, fuerte, dramática, del Moisés, del Esclavo... Es la terribilitá de Miguel Ángel.
Toda la obra respira un aire clásico: la curva inguinal,
la preocupación por la musculatura o la propia orientación temática
parecen confirmar dicha afirmación. No obstante, una observación atenta
de sus rasgos corporales, gestos o expresión del rostro, ponen al
descubierto el apasionamiento de un hombre sometido a una gran tensión
interior. Si Donatello había representado el mismo tema en el momento posterior a la victoria sobre el gigante Goliat, Miguel Ángel elige un momento de gran tensión espiritual
y física, el de la preparación previa al enfrentamiento desigual, en el
que el joven David pone todos sus músculos en tensión y observa
atentamente al enemigo que, imaginariamente, se sitúa frente a él.
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