La portada tiene forma de bóveda de cañón sobre columnas que anticipa el cubrimiento del interior de la nave, reservándose la decoración escultórica al tímpano. Realizada en piedra siguiendo la técnica del altorrelieve, se representa el tema del Juicio Final conformado por 124 esculturas y presidido por Cristo en Majestad como eje central de la composición.
Cristo
preside el conjunto dentro de una mandorla estrellada, representación de
la bóveda celeste, de un tamaño considerablemente mayor que el resto de
las esculturas que se organizan, a su derecha los bienaventurados y a
su izquierda los condenados. En la banda superior del tímpano dos
ángeles tocan las trompetas mientras otros portan la cruz, símbolo del
sacrificio de Cristo, incensarios, candelabros y libros, mientras otros
ángeles impiden que los condenados accedan al Cielo.
En
la banda intermedia se sitúan los Bienaventurados que ya se encuentran
en la Gloria con Dios, presididos por la Virgen y San Pedro portando las
llaves del Paraíso mientras en el otro extremo se representan las
torturas a las que los demonios someten a los condenados.
En
la banda inferior bajo una inscripción que advierte del destino de la
Humanidad aparecen los difuntos que despiertan a la vida ayudados por
ángeles que levantan las lápidas y en el centro San Miguel y un demonio
procediendo al pesado de las almas que determinará el destino de cada
difunto. Bajo esta escena aparecen los que han salido triunfantes del
juicio y entran en la Jerusalén Celestial donde les esperan los
Bienaventurados en cuyo centro se encuentra Abrahám mientras a la
izquierda un demonio golpea con una maza a los condenados para que
entren al Infierno a través de la boca de un terrible monstruo. Dentro,
presidio por un Satanás, representado de mayor tamaño que el resto,
preside las torturas a las que son sometidos los condenados en función
de los pecados por los que han sido condenados.
Estamos ante una de las obras capitales de la escultura románica europea
no sólo por la calidad de su talla y la maestría en la composición sino
también por la expresividad y dramatismo que alcanza el conjunto.
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