lunes, 16 de febrero de 2015

La Anunciación de Simone Martini

Nos encontramos ante una obra pictórica, concretamente con La Anunciación, realizada por Simone Martini en 1333, realizada al temple sobre tabla y se encuentra en Florencia.
La tabla está compuesta por un gran compartimento central, con la Anunciación, y por dos compartimentos laterales con san Ansano (a la izquierda), patrón de Siena  y una santa generalmente identificada como santa Margarita (a la derecha). Por encima hay cuatro tondos o medallones con profetas que son de izquierda a derecha: Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel.
La tabla central representa el momento en que el arcángel Gabriel llega del cielo para dirigir la salutación a la Virgen. En la mano derecha lleva un ramo de olivo, símbolo de la paz; la izquierda muestra un gesto como si estuviera hablando. Se trata de una figura andrógina; los pliegues flotantes de su manto indican hábilmente lo súbito de su aparición, que deja a la Virgen cohibida.
La Virgen estaba leyendo y, sorprendida, retrocede en un movimiento de humildad y confusión, a la vez que se gira para ver el mensajero. Entre ambos, un jarrón con lirios blancos, símbolos de la virginidad, y en la parte alta del arco central se encuentra el Espíritu Santo, rodeado de querubines de cuatro alas.
Cabe subrayar cómo han sido encajadas estas imágenes dentro de la complicada forma del retablo; cómo se han enmarcado las alas del arcángel con el arco apuntado de la izquierda y cómo retrocede la figura de la Virgen para quedar cobijada por el arco de la derecha, mientras que el espacio vacío del medio lo llena el jarrón y la paloma.
La Virgen, sentada en un trono de espacialidad incierta, un poco en perspectiva y un poco en axonometría. Las piernas están de hecho aplanadas, apenas intuibles por la tendencia nerviosa del borde de la ropa. Los santos, por otro lado, tienen la misma fisonomía, sin ningún interés en la representación individual.
El fondo es una deslumbrante extensión de oro, que da a la escena una apariencia abstracta pero también extraordinariamente espiritual. Esencialmente se trata de pintar sobre la hoja de oro, sea extendiendo caligráficamente el color y con veladuras para dejar a la vista el oro de abajo. A ello debe añadirse el rico punzonado, la elaboración con el buril y con el cincel de detalles como las aureolas o los bordes de los vestidos.
El oro en el gótico es el símbolo de la luz pura, la que está en contacto con lo divino, por eso el oro rodea la imagen de la virgen, ángeles y santos, como ocurre en esta ocasión. Cuanto más luminoso fuese un cuerpo, o lo que es lo mismo, cuanto más dorado, más se acercaría a lo divino.

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